Capítulo 19

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Astra

Mis hermanos se preparaban para ir a atacar, ir a la guerra que Khol había declarado. Tenían un acuerdo de paz y el lo rompió, mi padre está furioso aunque no lo demuestre tanto. Está actuando como lo que es, un rey.

Mi madre ha estado tensa desde que dijeron que iba a haber alguna guerra, pero la entiendo, si yo estuviera en su lugar, también estaría tensa. Sus hijos y su esposo van a ir a pelear por el reino. ¿Quién no estría así?

  Mi hermana movía su pierna derecha muy rápido, se que siente impotencia por no poder ir con los hombres, pero mamá no se lo permite y papá menos, Scarlett siempre me ha ayudado y me deja hacer lo que mis padres no, así que esta vez es mi turno, aunque no se si me voy a arrepentir de esto la verdad.

—Madre, ya venimos, mi hermana y yo iremos a rezar a los reyes para que cuiden a nuestros hermanos y padre—sonreí.

—Por su puesto, hija mía—sonrió y siguió hablando con una de sus criadas.

Mi hermana me miraba con confusión mientras subíamos las escaleras, rumbo a mi habitación.

—¿Quieres ir a la maldita guerra?—la miré y ella asintió.

—¿Qué vas a hacer Astra Cavendish?—se cruzó de brazos y abrió mucho los ojos cuando vio lo que estaba sacando de mi armario.

Ayer por la tarde, embosqué a un pobre soldado y le quité su traje y armadura. Lo robé y ahora se lo entregaré a Scarlett.

—¿De donde sacaste eso?—lo tomó.

—Eso no importa, si vas a salvar al reino, hazlo bien—le entregué una espada—No permitas que te vean el rostro.

—Eres la mejor—sonrió mientras se iba a poner el traje.

Me voltee hacia la ventana, para que ella tuviera más privacidad mientras se cambiaba. Esto era un mala idea, pero para eso es la vida ¿No? Para aprender de los errores.

A los pocos minutos, Scarlett ya estaba lista, se puso el casco, el cual le cubría todo el rostro, excepto los ojos. Su altura también ayudaba bastante, media casi un metro ochenta. ¿Qué diablos me pasó a mi?

Bajamos las escaleras rápidamente y salimos por la parte de atrás, nos fijamos que no hubiera nadie para poder avanzar y que no me vieran con ella.

—¿Un soldado? ¿Es enserio, Astra? —me paralicé cuando Salem se acercó.

—No es lo que crees, te lo puedo jurar—Me cago en todo.

—¿Entonces? Explícalo—se cruzó de brazos.

—Está bien, me pidió ayuda para que yo le dijera a Lennox de que, a él aún le cuesta un poco el combate cuerpo a cuerpo.

—Ajá—miró a Scarlett y frunció el ceño, me miró nuevamente—¿Me estás jodiendo, Astra?

—¿Por qué lo haría?—ya él lo sabe.

—Escúchame bien, hermana—se acercó a mi—Hay tres ojos que yo jamás confundiría y que reconocería de inmediato, esos ojos son los de Lennox, los tuyos y los de Scarlett.

Miró a Scarlett.

—¿En qué mierda estabas pensando a la hora de ayudar a Scarlett a ir a la guerra?—suspiró.

—Salem, por favor—Scarlett le suplicó.

—Bien, con una condición—sonreí—Vas en mi tropa, no te me vas a despegar y no te vas a quitar el casco enfrente de nadie más que no sea yo, porque si Lennox se entera, nos hará picadillo.

—Gracias, Salem—lo abracé—Cuídala, por favor.

Le susurré.

—Se que tú y yo tenemos muchas diferencias, pero jamás permitiría que algo les pase a ti y a Scarlett, así que, confía en mi.

Se fueron a donde estaban los demás con los caballos y yo, subí corriendo a mi habitación para cambiarme.

Necesito ir a Aphulka, esto se me salió de las manos. Me puse un pantalón de cuero negro, botas negras y una camisa negra, me quité la corona y me puse la capa negra.

Me miré en el espejo y salté por la ventana, agarré el caballo que ya estaba listo desde temprano. Comenzamos a avanzar hacia Aphulka. Me fui por la otra ruta.

Durante días he estado memorizándome las rutas más cortas y más largas para llegar a Aphulka. Necesito llegar a ese despacho, está casi adentro de una cueva y ocupo quemarlo, ahí dentro están todas las cosas importantes de Aphulka.

Sin ellos, no son nada. Todos van a estar centrados en la guerra, muchos de los pueblos se preguntan el porqué de esta guerra y habíamos hecho un tratado de paz.

La respuesta es que, se perdió el pedazo de pergamino que tenían en Aphulka, bueno, en realidad no se perdió. Yo lo robé.

Fue una mala idea hacerlo, pero es una profecía sobre mi y todo el mundo sabe más que yo. Me parece injusto, se que no era la manera de, pero no encontré otra forma.

Ya en las tierras de Aphulka, dejé al caballo amarrado cerca de un pequeño riachuelo y bastante zacate para que comiera mientras yo no estaba.

Comencé a caminar rápido por lugares donde no me vieran. Pero sin parecer una extraña, la gente se miraba asustada y buscando provisiones, sabían que si Spryn ganaba, se morirían de hambre un tiempo.

Ya no habían soldados ni caballos, el castillo se veía tan solo sin guardias, solo uno que otro, pero nada con lo que yo no pueda.

Camino hacia el despacho que estaba en un tipo cueva, para llegar había que pasar un túnel, en el suelo había algún tipo de alfombra de un tono carmesí. Normalmente hay dos o tres guardias en esta entrada, pero no hay ninguno. Sospecho.

Me adentré en el túnel, caminando lo más rápido posible. Cuando ya estaba por llegar a la entrada del despacho, caminé un poco más lento para fijarme si habían guardias, y si, habían dos.

Eran altos, cabello negro y de ojos rojos. Igual a los de Cassian, estos eran un poco más rellenos. Sus mejillas se veían más regordetas.

Hice dos bolas de hielo, lo suficientemente pesadas para noquear a alguien. Se las lancé y ambos quedaron inconscientes en el suelo.

Me adentré lo más rápido que puse, el mismo truco que la última vez, entré al despacho y estaba todo tal cual lo había dejado. Pero había algo que no me agradaba, fue muy fácil entrar.

Quizás porque ya había entrado antes o esta vez me lo facilitaron.

—¿Qué haces aquí, mocosa?—Cassian se encontraba de brazos cruzados mientras se recostaba en la pared.

Todo cobró sentido.

El castillo de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora