Capítulo 4

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Astra

La música era muy alegre y las personas bailaban sin cesar. Habían muchas criaturas muy curiosas y sorprendentes, me sentía muy emocionada por hacerles preguntas, aunque no quería incomodar.

Me encontraba sirviéndome un poco de mi bebida favorita "ojo rojo" consistía en una mezcla entre jugo de Jamaica y jugo de naranja, con pedazos de sandía en el fondo y algunos ojos de scrat. Sabía exquisito. Serví en una copa y bebí de ella.

—¿Podrías pasarme un muf? —una voz grave habló a mis espaldas.

Agarré el pastel y me di la vuelta para dárselo....oh no. Es el chico que vi desde las escaleras.

—Acá tiene, majestad—le di el pastel.

La verdad no se quien es, pero por la corona, supongo que es de la realeza.

—Te imaginaba diferente, un poco más alta y menos pálida—le dio un mordisco al muf.

—Lamento no cumplir con sus expectativas, pero usted tampoco es la gran cosa, parece que va para algún funeral, todo vestido de negro.

El me miró por unos segundos y suspiró.

—Es lo que me diferencia del resto—puso mala cara—Además, me veo atractivo.

—¿El parecer un alma en pena, hace que se diferencie del resto? —puse una mueca de confusión, mientras que él puso una de indignación.

—Primero que nada, prefiero parecer un alma en pena a parecer un loquero andante y segundo, ya te dije que me veo atractivo—se encogió de hombros.

—¿Qué es un loquero?—fruncí el ceño.

—No lo sé, lo escuché en el mundo mortal—volvió a encogerse de hombros.

Abrí mucho los ojos.

—¿Has ido al mundo mortal?—lo miré con emoción.

—Si, todos los días ¿Quién no ha ido? —hizo una mueca de obviedad—¿Tú no has ido?

—No, no puedo, aún soy muy chica.

—Pero a partir de los seis años pueden ir al mundo mortal y divertirse con ellos.

—Suena divertido, los mortales se asustan con cualquier cosa, según lo que dicen los libros.

—¿Te gusta leer?—se cruzó de brazos.

—Bastante—sonreí—¿Cómo te llamas?

—¿No sabes quien soy?—preguntó incrédulo, yo solo negué con la cabeza—Príncipe Cassian De la Roux.

—Se que ya me conoces, pero soy Astra Cavendish.

—Ven—hizo una seña para que lo siguiera.

—¿A dónde? —No me genera mucha confianza.

—A dar un paseo, deberías de darme un recorrido por tu castillo y cuando vayas a Aphulka, yo te daré un recorrido por el mío.

—Está bien—lo seguí entre la gente y salimos al jardín.

Caminamos por los grandes arbustos llenos de rosas, habían algunas luciérnagas tóxicas en ellos. Ellas se encargan de mantener con vida a las rosas. El príncipe miraba todo a su alrededor con curiosidad. La nieve cubría el césped y los árboles eran arropados por una gruesa capa de nieve. Vi que en ocaciones él se encogía debido a las frías brisas que soplaban y sus ojos se encendían más en fuego.

—¿Tienes mucho frío?—lo miré.

—No es frío, es mi llama ancestral interna—al ver mi cara de confusión comenzó a explicarme—Todos en Aphulka tenemos una llama interna, que se debilita estando fuera de nuestras tierras y cuando ya llegamos a ellas, nos volvemos más fuertes.

Interesante dato, a mi padre le servirá este pequeño comentario.

++

Cassian De la Roux

Que frío tan infernal hace aquí, las frías brisas no ayudan a mi llama, siento como se debilita poco a poco. Aunque no se va a gastar nunca, pero es lo que hace que seamos más poderosos.

El recorrido por el castillo Cavendish es un dolor de cabeza, la princesa no para de hablar y de preguntar cosas tan estúpidas. Aunque hay algo que me da curiosidad.

Los demás hijos de Laurel, han estado en la frontera y han ido con él a mi reino, pero nunca van con Astra. Y el hecho de que ella nunca salga de su palacio y no que no conozca el mundo mortal, cuando sus hermanos si lo hacen. Es muy curioso.

Da asco venir a Spryn, hace tanto frío y además siempre hay nieve. Todo está congelado y no hay nada que no sea así, a menos de que ellos lo quieran. Tienen el poder de congelar, de manipular el agua y todo lo que en ella abarca.

Tengo una misión y estoy esperando el momento perfecto para que la princesita hable o que agarre más confianza.

Hace unos cien años, un Morteli tuvo una visión, de la cual todos temieron. Él habló de una profecía. Una mujer maldita nacerá en nuestro mundo y será la única capaz de dominar los cuatro elementos. Por supuesto que todo el mundo mágico temió.

Cada uno de nuestros ancestros, los reyes de cada reino en aquel entonces, decidieron hacer una reunión y hablar al respecto. Obviamente acabó mal, cada uno de los reyes rompieron el pergamino y se dejaron una parte de él, hubieron guerras, se perdieron muchas vidas, casas, comida y una gran amistad. El rey Goteg y el rey Drewn, reyes de Spryn y Aphulka en aquel entonces. Se volvieron enemigos a muerte.

Y hasta el momento, mi reino y el reino de Astra, se detestan. Así que a mi padre le pareció muy raro que fuéramos invitados. Pero fue el momento perfecto para llevar el plan acabo.

—Astra...—le hablé a la princesa.

—Dígame—la inocencia y bondad que había en su voz, me hacía sentir como un maldito, pero me encantaba ese sentimiento.

—¿Sabes algo sobre el pergamino maldito?—ella frunció el ceño—En él se habla de una mujer maldita o algo así, no sé muy bien.

Mentí, ella solo me miró con confusión.

—Mmm, mi padre nunca me ha hablado sobre algún pergamino maldito o algo así.

Sonaba tan segura que me molestaba, era una pérdida de tiempo preguntarle a esta niña. Por qué eso es, una niña.

—Oh, entiendo—sonreí apenado—Es que era para un trabajo de clase.

Fue la excusa más absurda que pude pensar. Aunque yo dejé las lecciones hace dos años, pero bueno. Necesitaba que ella me dijera donde estaba el pergamino, pero parece que realmente no sabe nada sobre el.

Una brisa tan fría sopló e hizo se me congeló hasta el alma. Hizo que me encorvara un poco tratando de darme calor a mi mismo. Al perecer Astra notó eso y se giró hacia donde mi. Traté de volver a mi postura habitual, pero se me hizo imposible. Sentí un poco de vergüenza, que me vieran tan vulnerable.

Ella se acercó a mi y me abrazó y raramente, al instante, sentí un poco más de calor. Mi llama creció un poco más. Nos quedamos así unos segundos y me sentí más fuerte por así decirlo. Recuperé mis postura y ahora ella se veía como un hada al lado mío. O yo soy muy alto o ella es muy pequeña.

Ella se separó del abrazo y me miró.

—¿Te sientes mejor?

El castillo de CristalWhere stories live. Discover now