Mi pesado corazón.

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Mentiría si dijera que no estaba llorando hace un rato, por "cualquier cosa insignificante."

— Jaeminnie, ¿ya terminaste tu tarea?

Su madre se estaba asomándose por la puerta de su habitación, notando que su hijo se encontraba acostado y con la cobija hasta el cuello, mientras miraba hacia el lado contrario.

— Espera... ¿por qué estás acostado? —Alzó un poco más la voz y terminó por abrir completamente la puerta.

Jaemin bufó y se tapó por completo con la cobija.

— Te estoy hablando.

Estaba apunto de ir y quitarle de encima el cobertor y regañarlo hasta quedar afónica pero Jaemin no podía dar explicaciones de porqué tenía los ojos hinchados y rojos.

— Ya terminé mi tarea. Si quieres verificar, está en el segundo cajón de mi escritorio.

Su mamá frunció ambas cejas y mordió sus labios mientras dudaba en hacerlo.

— Bien, te creo. Y más te vale que sea así.

— ¿Me dejas descansar un tiempo?

Hizo un ruidito de asentimiento y se fue rápidamente.

Al no escuchar ruido alguno, optó por destaparse y respirar adecuadamente.

— ¿Hasta cuándo me dejará en paz? —Murmuró en un tono no entendible para sí mismo.

Estaba muy agotado.

¿De qué? Ni él lo sabía, porque no se había parado para nada de la cama, lo de la tarea era todo una mentira.

No tenía ganas de comer, ni de hablar, por eso su celular estaba guardado en un cajón, y tampoco tenía ganas de estar respirando.

Pensaba que ni siquiera le importaba al mínimo ser humano en este mundo, porque nadie trataba de buscarlo y ofrecerle su ayuda. ¿Es que acaso no lo notaban?

Estiró sus brazos por toda la cama, y notó las marcas rojizas y recientes en sus muñecas.

¿Qué sentido tiene eso para mí?

3 toques fuertes en su puerta lo hicieron volver a la realidad, de soñar despierto.

— ¡Pasa!

Abrió la puerta rápidamente y soltó un chillido emocionado al ver a un Jaemin sentado en la orilla de la cama.

— Jaeminnie, tienes visita. ¿Por qué no me contaste que tenías un nuevo amigo? Dios... tendrás que contarme después de esto.

El mencionado hizo una mueca de extrañeza, ya que él no esperaba a nadie, realmente.

— Pasa, querido.

Su madre se hizo a un lado y dejó pasar a un pelinegro de tez pálida, con una linda sonrisa amable y un lunar debajo de su ojo derecho.

Jaemin se quedó estático y con los ojos abiertos hasta no más. Luego se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y se echó hacia atrás y se tapó con la cobija hasta la cabeza mientras soltaba un grito.

— Te ves tan lindo. —Soltó una risita juguetona y cerró la puerta en cuanto la madre de Na se fue.

Jaemin no respondió, sólo se escuchaban sus suspiros.

— Tu cuarto es lindo, también. —Empezó a vagar por toda la zona, viendo su escritorio y la cantidad de libros que estaban detrás de éste.

Tenía una ventana abierta, que daba vista a la parte trasera de su casa.

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