Rosas color sangre.

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— ¡Cariño! ¿Dónde estás? –Gritó apaciblemente, haciendo que en las habitaciones por las que pasaba la Sra, resonara el eco.

Buscaba y buscaba pero ya se le habían agotado las ideas de dónde podía estar su niño. En el jardín no, en la sala no, en la cocina no había nada, y la piscina estaba vacía; por lo cuál, no tenía con qué jugar.

Bufó en una leve mueca y se dirigió al último lugar, porque ahí tenía que estar, sí o sí.

La puerta estaba abierta, la luz encendida, el sonido del agua chocar contra el piso y llenarse hasta lograr salir de esa zona.

Pisó cautelosamente y frunciendo las cejas debido a su notable molestia por el terrible acto que provocó quién estaba hablando solo en el baño. No quería caer así que tardó en incorporarse por completo a la habitación llena de tonos azules.

— Dios mío. —Pasó una de sus manos por su rostro totalmente frustrado. —Cariño. ¿Por qué hiciste todo este desastre?

Fue a cerrar la regadera, que seguía lanzando agua en grandes cantidades, pero el sonido cesó. Sólo quedó el del agua de la tina estando a su máximo cupo y derramandose al suelo.

— La piscina estaba vacía. Yo quería jugar ahí pero papá no me dejó acercarme.

— Hace frío, bebé. ¿Por qué querrías jugar ahí? Te vas a congelar.

El niño negó rápidamente e hizo un puchero, en lo que su madre lo ayudaba a salir de la bañera.

Por suerte sólo tenía en el agua, sus piernas y las manos con las cuales jugaba con los barcos.

— No hace frío. Se siente bonito el agua en mis manos, yo no tengo frío.

— Te puedes enfermar, no me gustaría repetirlo muchas veces. —Se quedó un rato pensando en lo que iba a hacer, porque realmente era un desastre por doquier.

— Dame tus juguetes, los voy a guardar hasta que aprendas que no debes jugar con el agua, no puedes controlarla. Está fuera de tu alcance, cielo. —Trató de ser lo más comprensible que se podía, no quería herir al pobre niño.

— No quiero. No te los voy a dar. —Se volvió a acercar a la bañera, en donde estaban sus juguetes.

— Sabes que detesto repetir las cosas. Dame tus juguetes, ahora. No puedes estar un rato solo, porque aunque ya no seas un bebé, no puedes evitar crear un desastre.

Al parecer sus palabras lograron herir el orgullo del menor, porque se aferró aún más a sus juguetes.

— Dame tus juguetes, última vez. —Demandó poniéndose completamente recta.

Su madre empezó a acercarse decidida, y tomó los juguetes de plástico con fuerza, esperando que el niño cediera finalmente.

Pero el menor le clavó una mirada retante y que sobrepasaba los límites del agua fría.

Se jaló un poco lejos de ella, con todo y sus materiales apreciados, intentando deshacerse del agarre de su mamá. Y mirándola agresivamente.

— ¿Por qué me regañas tanto? ¡No hice nada! ¡Déjame jugar sólo!

Se asustó al ver a su mamá irse contra él, y dio varios pasos equivocados hacia atrás, y dándose un golpe en la cabeza, cuando tropezó al chocar con la pared, que lo dejó con un sonido agudo en el oído, y sin poder distinguir bien lo que veía.

Un sonido horripilante lo asustó aún más, percibiendo que era una voz masculina y grave, quién se acercaba a fuertes pasos.

— ¡Hyena! ¡Cielo! ¡¿Qu- ¡Reacciona! Por favor, por favor, cariño, por favor reacciona. —Los sollozos se hicieron presentes.

El señor mantenía el cuerpo sin vida de su esposa entre sus piernas, mientras la sangre se mezclaba con el agua derramada por el suelo del baño. El abdomen de la mujer estaba expulsando más sangre cada milisegundo, todo estaba borroso.

El más chico fue corriendo al ver a su mamá en ese estado tan deplorable y a su papá con las manos ensangrentadas, tocando el rostro de su amada y queriendo reanimarla.

El mayor se dio cuenta de la presencia del menor y lo tomó rápidamente del rostro, importandole nada si manchaba su suave piel de un líquido rojizo.

Quería hablar pero las lágrimas que rodaban por sus mejillas y la escena frente a él, le bloqueaban todos sus sentidos. Sólo podía ver el rostro de su hijo asustado y con la respiración irregular, y seguir llorando.

El niño no pudo evitar sentir sus ojos pesados y caer en un profundo sueño...

El olor de la sangre, y el sabor metálico que rozaban sus labios, empezó a marearlo hasta quedar aturdido.

Derrumbándose por completo hacia un lado.

Tic, tac, tic, tac.

Las manecillas del reloj colocado en la pared, y con números romanos, marcaron las 12 pm con un estruendo torcido.

Clack.

— Jeno.

El mencionado volvió a parpadear, dándose cuenta que su voz favorita lo llamaba.

— ¿Qué pasó?

— Jisung quiere hablar contigo. Está allá abajo, vamos, rápido.

Jaemin lo tomó de la muñeca, jalando su cuerpo para bajar las escaleras e ir a hablar con el mejor amigo de su pareja.

Pero algo tuvo ese cuadro de una rosa roja derritiéndose encima de las teclas de un piano.

Ese cuadro que estaba colgado fuera de la habitación de Jae, casi llegando a las escaleras, el cual nunca había visto y hoy lo atrajo como una droga.

Se quedó pensando por unos largos minutos, mientras su cabeza hacía preguntas y otras voces interrumpían el habla, para responder mismas preguntas. Sólo él escuchaba esa pequeña discusión entre interiores.

— ¡Jeno! Si me quieres ignorar, sólo vete. No es necesario que te distraigas tanto para no escucharme. —Ji abultó sus labios y le dio un manotazo al mayor.

— Mmh lo siento. ¿De qué hablábamos? —Rió avergonzado y se centró en las palabras que el menor le decía.

"¿Por qué me regañas tanto? ¡No hice nada! ¡Déjame jugar sólo!"

I'll be by your side - nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora