Un sueño tan real.

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El ritmo de la canción fue bajando, quedándose tan bajo pero tranquilo, como su corazón.

Anhelaría no despertar de ese sueño.

Se sentía tan vívido, podía tocar su piel, mirar sus oscuros ojos, sus labios gruesos y rosados, sus ojos pequeños y rasgados, sus bonitas cejas y su lindo lunar debajo de su ojito.

Jamás se cansaría de admirar sus increíbles e irreales rasgos faciales.

— Me gustas.

Definitivamente sentía que con dos palabras, podría morir.

Palideció lentamente y los latidos de su corazón, hacían presencia en sus oídos.

Inclinó su cuerpo y bajó su cabeza a la altura del mayor, para robarle un leve beso rápido, en los labios.

El contrario ni siquiera pudo cerrar los ojos durante el pequeño beso, por el asombro que le daba que el menor tomara la iniciativa, así que no debía ser injusto.
Cuando Jaemin se separó unos centímetros, él lo tomó de las mejillas y unió sus labios con los de Jae, haciendo el momento más duradero y ésta vez sí relajó sus párpados.

Acarició su hombro y quería acercarse más a él, esperando que Jaemin captara, y lo hizo.

El menor rodeó su cuello con sus brazos y se dejó llevar por la comodidad que le daban los labios de Jeno. Justamente como los había imaginado.

Jeno se fue recargando en la silla, y el otro se levantó de su asiento, para ahora tomarlo del rostro y seguir con el beso.

Jeno no se pudo resistir a tomar su cintura y acercarla a él, mientras acariciaba su espalda y le daba leves pellizcos. A su vista, era un cuerpo perfecto, demasiado hermoso.

— ¿Entonces...? —Jeno tuvo que alejarse un poco de su rostro para esperar la respuesta de su confesión.

— ¿Acaso esto no es una respuesta? —Rodó sus ojos y de pura frustración, pellizcó sus mejillas.

Jeno se aguantó las ganas de reír, pero su mueca lo delató.

— Me gustas demasiado, Jen. Eres la única razón por la que no querría dejar este mundo.

Justamente dolió su corazón, no pensaba que alguien llegaría a quererlo de esa manera, adorando su existencia y presencia.

— Me siento ridículo demostrando mis sentimientos pero... amaría morir, pero viviría por tí, Jeno. Realmente lo haría.

Jaemin hizo una débil sonrisa al recibir los ojos brillosos de su querido pelinegro, sabía que no podía ni hablar.

— Sal conmigo, hazlo. —Murmuró antes de volverlo a tomar de la cintura y abrazar ésta, mientras miraba directamente su rostro con un puchero adornando sus tiernos ojos.

Jae respondió dándole un piquito en sus labios de nuevo y una sonrisa de por medio. Amaba besarlo, era su nuevo pasatiempo favorito.

— ¿Por qué no lo haría?

Ambos rieron al unísono, pero se separaron al escuchar un ruido fuera de la habitación. Era la mamá de Jaemin.

Tocó 3 veces seguidas y finalmente entró cuando Jaemin dio una respuesta positiva al querer abrir la puerta.

— Chicos... ¿ocupan algo? ¿desean comer? pueden pedir lo que quieran, no me molesta para nada.

— Nos gustaría un poco de privacidad, Sra Na.

Parpadeó unos cuantos segundos cuando Jeno le respondió con un tono algo elevado, preguntándose el porqué ese aura tan imponente del joven.

— Bien, voy a salir. Volveré en unas horas, diviertanse. —Murmuró bajo y finalmente cerró la puerta.

Jeno suspiró y soltó una risita juguetona para luego dirigirle una mirada divertida a Jaemin.

— El ambiente está muy tenso ¿no crees? —se levantó entusiasmado y prendió su teléfono para poner un poco de música de su gusto. —¿Te gusta?

Jaemin asintió sonriendo y sacó un libro raro de color amarillo, por debajo de sus otros libros de filosofía.

— ¿Qué es? —Se fue moviendo al ritmo de la música hasta llegar a con el menor y ver de qué se trataba.

— Son juegos de palabras, sopas de letras, dibujos para colorear, etc. Eso ayuda a despejar mi mente.

— Mmh interesante, bebé.

Bajó su cabeza al escuchar ser llamado por ese apodo tan cursi y tan dulce, sentía que su corazón se le iba a salir. Y al poco tiempo, sus mejillas estaban rojas como un tomate.

— Pero sabes... yo tengo otra cosa para despejar la mía. —Sonrió de lado y sacó de su bolsillo, una cajetilla de cigarrillos. — ¿Quieres, bebé?

— No fumo, pero... gracias. —Abultó sus labios al ver como su, ahora novio, se encogía de hombros y se echaba el cigarro a la boca.

De su otro bolsillo sacó un encendedor y se lo dio sutilmente a Nana, como si fuera un honor.

— Prende el cigarro, amor.

Como su mayor muestra de cariño.

Jaemin hizo caso de inmediato, tomando el encendedor y encendiendolo en cuanto Jeno acercó su rostro a él.

Él ni siquiera estaba pensando en lo que hacía. Debería estar demasiado loco.

Tenía prohibido fumar, y más si el cuarto apestaba a tabaco por cualquier rincón. Su mamá lo mataría.

Pero no pensó en eso con claridad cuando recibió una sonrisa ladina de parte del pelinegro, al darle la primera calada al cigarro recién encendido.

Soltó el humo con alegría y fue a recostarse en la cama del menor, dándose la vuelta para quedar con la cabeza en la orilla y sus pies recargados en la cabecera. Todo mientras seguía fumando y viendo a Jaemin.

Jae escuchó un quejido de parte de Jeno y volteó rápidamente para ver de qué se trataba.

— No me gusta. No me gusta que estudies eso. Medicina.

— ¿Y eso por qué, Jen? —Alzó una ceja para luego seguir poniéndole atención a su libro amarillo.

— Porque no tendrás tiempo para mí. —Arrugó su nariz en tan sólo pensar en eso.

— Que mentira más grande. Siempre tengo tiempo para tí, incluso aunque esté muriendo... mi atención estará en tí.

Jeno tardó un poco mucho en procesar, así que luego volteó su rostro, para encontrarse de nuevo a un Nana concentrado.

— ¿Tanto me quieres?

— Sí, estoy seguro que te quiero más de lo que tú me quieres.

Luego se quejó porque su lápiz se había quedado sin punta, de tantos rayones que marcaba.

— Creo que, yo siendo pianista, tengo menos tiempo disponible, que lo que tienes tú. —Soltó una risa amarga el mayor.

— Lo importante es que quieras verme.

— ¿Puedes acompañarme de nuevo a practicar? Te necesito conmigo.

"Anhelo verte siempre, hasta el fin de tu aliento."

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