Gárgola:¿Contraseña?

Yo y Harry:¡Dumbledore! -exclamamos al unísono sin pensar, porque era a quien ansiábamos ver, y, sorprendidos, vimos cómo la gárgola se deslizaba hacia un lado, revelando la escalera de caracol que había detrás.
Pero cuando entramos en el despacho circular comprobé que había cambiado: los retratos de las paredes estaban vacíos; no quedaba ni un solo director ni directora en ellos. Por lo visto, todos habían huido, pasando de un cuadro a otro de los que adornaban las paredes del castillo, para ver mejor lo que sucedía.
Miré impotente el vacío lienzo de Dumbledore, colgado justo detrás de la silla del director, y le di la espalda. El pensadero de piedra continuaba en el armario donde siempre había estado; Harry lo cogió, lo puso encima del escritorio, vertí los recuerdos de Snape en la ancha vasija con runas grabadas alrededor del borde. Escapar a la mente de otra persona me produciría alivio... Por muy vil que fuera Snape, ningún pensamiento que me hubiera dejado podía ser peor que los míos. Los recuerdos -plateados, de una textura extraña- se arremolinaron, y sin vacilar, con una sensación de temerario abandono, como si eso fuera a mitigar el dolor que nos torturaba, Harry y yo hundimos la cabeza en ellos.
Caí precipitadamente en una pradera completamente verde, ahí habían dos niñas, una pelirroja, que se parecía demasiado a mí cuando era pequeña y la otra de pelo castaño. Un niño muy flaco las observaba desde detrás de un gran árbol que estaba en una pequeña colina; el niño, de cabello negro y excesivamente largo, llevaba una ropa que parecía mal combinada a propósito: unos vaqueros demasiado cortos, un abrigo raído y muy largo, que le habría venido bien a un adulto, y un extraño blusón.
Me acerqué más: Snape -bajito, nervudo y de piel cetrina- no debía de tener más de nueve o diez años.
Lily acababa de coger una flor caída de un matorral. La segunda chica (Petunia) se acercó a ella debatiéndose entre la curiosidad y la desaprobación; Lily esperó a que su hermana estuviera lo bastante cerca para ver bien, y entonces le enseñó la palma de la mano. En ella aguantaba la flor, que abría y cerraba los pétalos como una estrambótica ostra con numerosos labios. Petunia se la arrebató.

Petunia:¡Eres un monstruo! ¡Le diré a mamá!

Lily corrió colina arriba, en donde estaba escondido Snape detrás del árbol.

Petunia:¡Ven acá!

Snape se atrevió a salir de su escondite, Petunia lo vio, se asustó y salió corriendo. Lily se lo quedó mirando y este, sin decir nada, cogió un pedazito de hierba y de la nada, esta salió volando, aleteando.

Lily y Snape se quedaron mirando, frente al gran árbol.

La escena se desvaneció y al punto volvió a formarse otra diferente: ahora me encontraba en un bosquecillo. Entre los troncos veía fluir un río bañado por el sol y los árboles proporcionaban una sombra fresca y verdosa. Dos niños estaban sentados en el suelo con las piernas cruzadas, uno enfrente del otro. Snape se había quitado el abrigo; el extraño blusón no parecía tan raro en la penumbra.

Snape:...te trata así porque te tiene envidia, porque tú eres especial y ella no.

Lily:Que malo eres Severus-dio una risita.

Ahora estaba de pie detrás de Snape, ante las mesas de las casas, iluminadas con velas y rodeadas de caras embelesadas. Entonces, la profesora McGonagall llamó: «¡Evans, Lily!»
Observé cómo mi madre caminaba temblorosa y se sentaba en el desvencijado taburete. Minerva McGonagall le puso el Sombrero Seleccionador en la cabeza, y apenas un segundo después de haber entrado en contacto con el pelirrojo cabello de la niña, el sombrero anunció: «¡Gryffindor!»
Oí cómo Snape daba un débil quejido. Lily se quitó el sombrero, se lo devolvió a la profesora y fue a toda prisa hacia la mesa ocupada por los alumnos de Gryffindor, que aplaudían con entusiasmo; pero al pasar le echó una ojeada a Snape esbozando una triste sonrisa. Vi cómo un chico que se me hacía familiar dejaba espacio en el banco para que Lily se sentara, di un respingo al comprobar que era Sirius.
Continuaron pasando lista, y vi cómo Lupin, Pettigrew y mi padre se sentaban con Lily y Sirius en la mesa de Gryffindor.

La hermana de Harry Potter 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora