Capítulo 1: La marcha de Lauren

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Vivir o morir, no veo la diferencia. Salvo que vivir ya lo he probado, dudo mucho que la muerte sea peor que mi vida.

Mofletitos me observa estático, desde su lugar privilegiado en mi cama.

—No me mires así —comienzan los temblores por el miedo, sé lo que viene.

No estoy loca, sé que no va a contestarme. Es solo un muñeco sucio que tengo desde pequeña, aunque es mi único amigo. La última vez que utilicé esta palabra tenía 13 años. Actualmente solo me comunico con mi padre, demasiado misterioso para tener una conversación sincera. Mi hermano, un tío legal, pero con muchas aspiraciones. El abuelo, lo único que queda de mamá y mis libros de Stephen King. También está mi tía, que casualmente es una de mis encantadoras psiquiatras en el centro privado de recuperación mental en donde me obligan a asistir algunas veces.

Hoy se acabó.

Ahogamiento (Demasiado sufrimiento)

Sobredosis (¿Cuál es la cantidad adecuada?)

Disparo (Conseguir pistola, muy difícil)

Cortar venas muñeca (Tiene que ser profunda)

Puñalada vena carótida (Segura)

Aquí estoy, escribiendo en una hoja roñosa las diferentes formas de morir. No es tan sencillo como puede parecer. Lo he intentado dos veces, ninguna ha funcionado, quizá no he sido valiente. Solo tengo que coger un cuchillo y trazar una línea en la cruz de mi cuello.

Vuelve esa sensación de estar perdida en tu propio cuerpo, como si fueras un extraño que no puede reconocerse. Me ahogo queriendo escapar de todo, solo hay una manera, solo una...

Manos ensangrentadas, sudor frío recorriendo mi cuerpo. Tengo sueño, mucho sueño y frío, me fallan las fuerzas, caigo sobre la cama. La colcha llena de flores silvestres dibujadas por cualquier artista con un sueldo nefasto y sueños frustrados. Suelto el aire con grandes dificultades, vuelve esa imagen. Una sombra con forma de mujer, el viento meciendo su cabello, no consigo verle la cara, la imagen es borrosa. Seguro será un efecto secundario de morir. He de reconocer que no es algo nuevo, la he visto en los anteriores intentos y estoy segura que no es mamá, pero en cierta forma me sana, proporciona paz a esta mente perturbada.

Alguien aporrea la puerta, me aseguré de cerrar con pestillo antes de hacerlo. Papá grita mi nombre, pero ya estoy perdida.

Todo se vuelve negro. Por fin hay paz, eso es...

🖤🖤🖤🖤🖤🖤🖤🖤🖤🖤🖤🖤🖤🖤

—Un, dos, tres, fuera

—Un, dos, tres, fuera. Ritmo sinusal, la tenemos —se escucha una voz que no reconozco, aunque pronto vuelvo a la oscuridad.

Una luz atraviesa la ventana y hace que abra los ojos a regaña dientes. Estoy en una habitación, no es la típica de un hospital. La cama tiene mi colcha violeta, los peluches encima de una cajonera, y varios jarrones de flores decorando el lugar.

—¿Dónde estoy? —pregunto a quién me esté escuchando.

—Vaiolet, estoy aquí —papá me ofrece su mano callosa.

Está sentado a mi lado, en la típica silla de madera, de las que rechinan al moverse. Giro la cabeza con enfado y vergüenza, ¡no lo he conseguido!

—Se ha acabado, vas a quedarte interna. Ya me he encargado de traer tus cosas y la tía va a cuidar de ti. Está visto que yo no soy de ayuda.

No puedo creer que me haga esto. Hace que quiera intentarlo de nuevo, de otra forma y con garantías de llegar a un fin.

—No, por favor —suplico y lloro como una niña pequeña.

Incorporándome de la cama con un fuerte dolor de cabeza, papá proporciona un fuerte golpe sobre la cama.

—Ya está decidido. Este ha sido el último intento, no voy a seguir jugando a los médicos Vaiolet.

Observo sus ojeras, le llegan varios centímetros debajo de los ojos, el pelo oscuro está cubierto de canas sin un orden y la mirada triste me provoca una sensación dolorosa que no quiero sentir.

—Papá, estoy tan perdida, ¿no lo ves —lloro y balbuceo de forma desproporcionada.

—¿Quieres dejar de luchar y esperas que lo permita? ¡Eso nunca! —grita, levantándose y propinando de nuevo un fuerte chirrido contra la cama.

Estas palabras me hubieran venido de fábula cuando mamá se moría.

Acerca sus brazos a mi cuello y me abraza. Siento como mi frente se humedece por sus lágrimas. No quiero que sufra, aunque gran parte de mi ser le odie por no habernos cuidado.

Tres días después...

Esta cárcel es peor que el infierno. Lo único que hago es tirar bandejas de comida que me dejan las enfermeras con sumo cuidado al pie de la puerta. También he escrito letras de canciones escalofriantes, dudo que alguien las escuche alguna vez.

Mi hermano Lauren no ha venido, esta vez no. Eso me cabrea más que cualquier otra cosa, así que he decidido empezar una guerra contra él: Nada de conversaciones y llamadas de teléfono expresando mis sentimientos. He prohibido a mi padre que hable sobre mí, sé que lo hará igualmente, pero al menos quiero dejar constancia de mi rechazo.

Pocos días después, mi tía vino a buscarme y me obligó a comer en la sala común. Creerá que de esta forma puede controlarme.

En ese lugar, estaba infectado de jóvenes perturbados. Además odiaba cómo me miraban, como si fuera un bicho raro, teniendo en cuenta que nací con un peculiar síndrome, llamado Alejandría.

He sido muy afortunada en tener este gen. Mis ojos son de un color violeta nauseabundo. Mi piel es blanca, totalmente pálida y sin vello, como si fuera un asqueroso extraterrestre. En algún lugar, hace 19 años, los planetas se alinearon el día que mi padres decidieron engendrarme.

Tras conseguir comerme un trozo de hamburguesa y unos guisantes fríos, la enfermera se acercó con un vaso de plástico en cada mano. Sé de qué se trata, uno es agua y el otro antidepresivos. Son neurotransmisores con serotonina, norepinefrina y dopamina, unas pastis muy divertidas, si no fuera por los efectos secundarios; Náuseas, vómitos, trastornos del sueño y no hablemos de la inhibición sexual, aunque a decir verdad, el sexo no es algo que me interese.

Me quedan dos meses de terrible estancia en la casa de la esquizofrenia. He decidido fingir locura transitoria, fugarme y correr hasta que mis pies no sepan dónde están o matarme de la forma más original posible, aún no lo tengo claro.

De momento, voy a meterme de lleno en mis letras y soltar el lastre que cargo en está mochila tan pesada que llevan mis hombros e intentaré parecer lo más normal posible.

¿Qué es ser normal?, lo que el resto de la sociedad decida qué es...

¡Hola a tod@!

Soy JennMor y está no es una historia más. Me gustaría conocer qué opinan en cada capítulo y me hagan participe de vuestros sentimientos al leerlos.

Vaiolet y Jhonas tienen mucho que aprender, ¿estás dispuest@ a vivir una montaña rusa?

Portada realizada por --> @SophieSzs

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YUANFEN, MI SALVACIÓNWhere stories live. Discover now