51. Despedida

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—¿Quieres ir a pasear? No hay nada que podamos hacer ahora, tenemos hasta la tarde

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—¿Quieres ir a pasear? No hay nada que podamos hacer ahora, tenemos hasta la tarde.

—Sí, está bien.

La muchacha permanecía aturdida viendo por la ventana. El cielo estaba gris y para ella lucía negro. Densas nubes cubrían el sol, permitiendo que solo pequeños rayos acariciaran el suelo como ráfagas luminosas. Los árboles acomodados simétricamente en las veredas aparecían y desaparecían ante sus ojos a causa de la alta velocidad a la que iban. Aquello empezó a marearla, así que desvió el rostro hacia Nicolás, quien permanecía impasible.

—No estés triste —trató de animarla cuando pararon en un mirador.

—Es que, siento que no aproveché los últimos momentos con él. Había tantas cosas que quería decirle...

—Eso no importa, estoy seguro de que él ahora lo sabe. —Le sonrió y la arrimó más hacia él. Permanecieron quietos y tranquilos unos momentos, luego salieron a tomar aire. Se aproximaron al barandal que prevenía que cayeran a un acantilado. Recostados sobre él observaron la ciudad. Para ellos el tiempo parecía haberse detenido al ver como la vida continuaba agitada e impasible. Thaly comenzó a sentir vértigo; el estar en conflicto con sus emociones le afectaba, estaba tan decaída que sólo quería descansar. Nicolás lo notó y decidió llevársela a casa.

La ayudó a recostarse en la cama y se acomodó a su lado, acariciándola y sonriéndole. Aquello la reconfortaba y le irradiaba optimismo.

Como cada ocasión en la que estaba triste, necesitaba sentir que él la amaba; posiblemente como un anhelo tardío por la falta de afecto que había carecido cuando niña. Sentir que alguien la besaba, acariciaba o simplemente se interesaba por consolarla era algo que solo experimentaba con él. Se había desahogado muchas veces con Daniel, pero con Nicolás era diferente, no podía comparar ambas sensaciones, el amor que les tenía era distinto. Nicolás era más que un amigo, era su amante y deseaba que lo fuera por siempre.

***

El teléfono los despertó después de una hora; ya era más de medio día y el sol entraba intensamente por la ventana. Nicolás apretó fuerte a Thaly entre sus brazos, sin deseos de levantarse. Recordó lo que sucedía de repente. Podría ser importante así que se levantó perezosamente. Thaly despertó al sentir que la soltaba, lo vio levantarse y bajó la mirada ruborizada; todavía no se acostumbraba a verlo caminar por ahí desnudo o en ropa interior.

—Era Sara, dice que está todo listo, el entierro será mañana. ¿Quieres ir al velorio?

Thaly lo pensó un momento ocultándose bajo la sábana. La verdad no quería ir, no sabía si podría soportarlo.

—¿Soy una mala persona por no querer ir? —preguntó como si fuera una nena chiquita.

—Claro que no. —Se acercó a ella y la destapó, notando su expresión de tristeza—. Si quieres vamos directamente al entierro.

Después de clases (DDC1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora