8. Feliz cumpleaños

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Admitía que Martha se veía hermosa, llevaba un vestido rojo ceñido al cuerpo que delineaba sus caderas anchas y un grande y bien formado busto

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Admitía que Martha se veía hermosa, llevaba un vestido rojo ceñido al cuerpo que delineaba sus caderas anchas y un grande y bien formado busto. Thaly bajó la mirada hacia su propio cuerpo y comenzó a compararse; al contrario de Martha sus caderas eran angostas, su cuerpo muy delgado y su busto pequeño, no era ni la mitad que el de esa hermosa mujer. Siguió observándose, le parecía que su figura era muy infantil, ni siquiera parecía el de una chica de dieciocho. Alzó la vista y se encontró con un par de ojos azules que la miraban a escasos centímetros de su rostro. No pudo evitar sonrojarse, no se había dado cuenta de que estaba siendo observada.

—¿Qué mirabas? —le preguntó Nicolás sin apartar su rostro.

Dudó un momento en contestarle, finalmente se hizo a un lado.

—Este ridículo vestido que me hicieron poner —intentó sonar disgustada y segura.

—Yo creo que te ves muy linda con él —la alagó al tiempo que le entregaba un obsequio y le daba un suave beso en la mejilla, ocasionando que el leve tono rosa que tenía antes en las mejillas se tornase en un rojo intenso. Solo atinó agradecer y rasgó el envoltorio con impaciencia. Encontró una casita de cartón en la cual se encontraba un perrito café de peluche con un gran moño rojo alrededor del cuello.

—Me contaron por ahí que te gustan los perritos, y pues no se mucho de peluches, pero este me dijo que quería venir contigo —él no sabía bien qué decirle, la verdad era que había pasado toda la tarde anterior mirando miles de perros de juguete hasta encontrar el mejor de todos; había vuelto loco al vendedor haciéndole sacar hasta los peluches que tenía en el depósito y forzándole a dejar la tienda abierta más allá de la hora de atención mientras inspeccionaba indeciso a cada perro. Thaly pensó que era el mejor regalo que le habían dado; tuvo el impulso de gritar emocionada y abrazar a Nicolás; pero eso era de niñas tontas, pensaba, así que se limitó a dar unas tímidas gracias mientras abrazaba al peluche.

Ella no desprendía la vista del regalo y Nicolás la miraba atentamente. Se veía muy tierna y tranquila, a diferencia de cuando estaba en el colegio buscando pelea. El vestido también era un cambio grande en ella, la hacía verse más delicada y femenina; su cabello suelto lucía suave y hermoso por cómo caía sobre sus hombros, era la primera vez que él la veía con el pelo suelto dado que siempre lo llevaba sujeto en una cola alta. Sus brazos al descubierto delataban varios garabatos en su antebrazo. Números escritos con marcador que ni en varias lavadas habían salido por completo. Por un momento Nicolás se distrajo intentando descifrarlos. En su muñeca izquierda se veía el número 303. Más abajo estaba uno completamente indescifrable y al lado un 267 tachado en medio. Ya antes había notado esos números, mas nunca se había atrevido a preguntarle qué eran. Le resultaba entretenido adivinar.

Permaneció hipnotizado contemplándola hasta que ella volvió a dirigirle la mirada, entonces salió del trance y decidió comentar algo.

—Qué bonita fiesta.

Después de clases (DDC1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora