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Al pensar en lo que esto significaba, Camila se quedó helada.

Eran más de las cinco y el crepúsculo caía sobre la pequeña parte de terreno que Lauren Jáuregui podía ver desde la oficina de Wheatley, donde estaba sentada observando el cielo su inquietud iba en aumento. No le gustaba perder de vista a Camila cuando caía la noche.

-Debo hacer una llamada telefónica -le dijo al jefe de policía.
Wheatley, que ya había pedido comunicación con el jefe de correos de Louisville para averiguar a quien pertenecía esa casilla, lanzó un gruñido. Había estado sondeando despiadadamente a Lauren respecto a cualquier recuerdo que pudiera rescatar acerca de las anteriores cartas firmadas "eternamente tuya"... que eran unas quinientas. Hasta entonces no había obtenido las respuestas que buscaba.

-¿Estás segura de haberte deshecho de todas? -insistió Wheatley, evidentemente disgustado, mientras miraba a Lauren por debajo de las cejas.

Lauren asintió con un gesto.

-Estoy segura. No tenía ningún objeto conservarlas. ¿Ha oído lo que dije? Debo hacer una llamada telefónica.

El policía frunció los labios y entrecerró los ojos. -¿A quién?

-A Camila. Está oscureciendo. Quiero decirle que no salga hasta que yo llegue. ¿Acaso tengo que pedir una autorización firmada antes de poder usar el teléfono?

El jefe sonrió con acritud y empujó su teléfono por encima del escritorio.

-Adelante.
-Gracias -repuso Lauren. Alzó el auricular y marcó el número del hospital. Atendió Sinuhe-. Hola señora Cabello, habla-Lauren. ¿Puedo hablar con Camila un minuto, por favor?

Escuchó un instante y sintió que se le helaba la sangre. Alzó los ojos para fijarlos en los de Wheatley; tapó el auricular con la palma repentinamente sudorosa.

-No está allí -dijo con voz ronca-. La dejé en el hospital hace más de una hora y no está allí. No llegó siquiera a la habitación. 

En el Verano (Camren Gip)Where stories live. Discover now