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El concierto se celebró con gran éxito en una carpa enorme, junto al pequeño lago que dividía el terreno del club. Al menos eso le dijeron más tarde a Camila. Ella estaba tan ocupada con sus pensamientos, que apenas si estuvo atenta a una nota.

El sofoco que le provocaron las palabras de Lauren Jáuregui se había disipado en gran medida cuando los elegantes espectadores abandonaron poco a poco sus butacas de trescientos dólares. Su imaginación descarriada había conjurado al ritmo de los acordes de Mozart y Chopin imágenes sudorosas de cómo sería acostarse con Lauren. Había requerido un esfuerzo mental considerable disipar los actos vergonzosamente explícitos que, sin un esfuerzo consciente de su parte, se aparecían en la pantalla de su mente. Fue más difícil aun librarse de la súbita percepción sexual que había henchido sus senos y había avivado sus entrañas. Camila logró rechazar esas ideas, pero al considerar claramente las cosas tal como eran y no como ella deseaba que fuesen. Lauren Jáuregui estaba descartada como pareja sexual, por muy sensual que ella la encontrase. Camila nunca había sido promiscua, y jamás se acostaría con una mujer, por muy atractiva que fuese, no es que fuera homofóbica, mas bien era algo que no estaba en sus planes, ni ahora ni nunca. A su edad, con el ejemplo de su hermana y sus tres hijas, cuando pensara en una pareja debería desear casamiento y bebés. En ese aspecto, las probabilidades de Lauren Jáuregui eran realmente escasas.

Aunque estaba por completo convencida de que ella no había cometido el crimen por el cual se le había condenado, era cierto que era una convicta, como la había señalado la madre de Camila. Ese estigma nunca podría borrarse. Ni tampoco la convicción del pueblo entero de su culpabilidad. Sólo la revelación de la identidad del verdadero asesino podía modificar esa situación, y Camila admitía que tal desenlace era poco probable. Después de ser arrestada Lauren, Camila había pasado mucho tiempo elucubrando tesis alternativas para explicar la muerte de Keana Issartel, con todos los posibles sospechosos en el papel del asesino. El hecho era que no podía imaginarse a nadie a quien ella conociera cometiendo tal crimen, y cada villano que se le ocurría era más improbable que el anterior. Su teoría preferida era que la muchacha había caído víctima de un criminal ocasional. Un asesino en serie, un demente, alguien que atacaba a las jovencitas.

Pero en el adormecido Tylervílle, esa teoría parecía demasiado rebuscada.

Cuando respondió a la carta de Lauren, se dirigía a la Lauren Jáuregui a quien recordaba. Alumna suya, una de las pocas que habían respondido a los libros y a la poesía como ella, por mucho que intentara ocultarlo. Cualquier tipo de lectura a esa edad y entre jóvenes era condenado. Siendo adolescente, esas tendencias la habían avergonzado al extremo de que había ocultado su afición a la letra impresa como un vicio secreto. Pero a veces, cuando Camila la sorprendía lejos de sus díscolos amigos, había podido engatusarla para que hablase de libros y de poesía; a partir de allí, sus conversaciones habían seguido toda clase de rumbos. Personalidades, política, religión... Mientras ella hablaba, Lauren se animaba cada vez más, revelando un lado de su personalidad que, según pensaba Camila, pocos más conocían.

Había algo en ella que la había atraído ya entonces, un atisbo de inteligencia y sensibilidad excepcionales que brillaba como una trémula vela a través de la máscara de burlona dureza que era su actitud cotidiana. Camila se había convencido de que valía la pena dedicar esfuerzo a Lauren Jáuregui. En ese entonces ella había albergado la esperanza de salvarla de la vida que le correspondía por nacimiento y debido a una pobreza aplastante. Más tarde, había deseado poder salvarla de un destino que era mucho peor.

Pero los deseos no siempre se realizan. El comportamiento tosco de Lauren, por el cual ella la había reprendido más de una vez en esos días tan distantes, había favorecido su condena tanto como cualquier prueba sólida. El elemento más perjudicial fue que ella era la única persona que admitía haber visto con vida a Keana Issartel. La jovencita se había escabullido para encontrarse con Lauren esa noche contra los deseos de sus padres. Lauren lo había admitido, había admitido inclusive haber hecho el amor con ella en el asiento de atrás del Lincoin del padre de ella, que se hallaba estacionado en la calzada de acceso. Lauren afirmaba haberse marchado alrededor de las 2 de la mañana, y que la había visto caminar hacia la puerta de atrás de su casa. No la había visto entrar; había montado en su motocicleta y había partido.

En el Verano (Camren Gip)Where stories live. Discover now