12 Las penas y el alcohol no se juntan

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Abrí otra página la cuál me llamo la atención al instante. Era más coloridas que las demás y se debía a que había un dibujo batante...raro, por no decir feo.

Mi pequeño es maravilloso, me hizo un dibujo.
Lo estoy preparando para el negocio, pero también trato de que se divierta un poco. Quiero que sea el mejor en esto, y que pueda cuidar a Pandita cuando yo y su madre no estemos.

¡Estoy segura que cuando se conozcan
se llevaran muy bien!

Él no a podido conocerla todavía, pero yo si la he visto un par de veces. Hana siempre me habla de ella e incluso me muestra fotos. Es realmente hermosa, a Heeseung le vendría bien una flor tan bella a su vida, sólo tiene amigos hombres.

Avance hasta las últimas páginas y leí sintiendo un nudo en mi garganta. Los recuerdos con mi madre, su letra, la forma en que expresaba sus pensamientos empezaba a afectarme rápidamente.

Oh, Hana. ¿Si volverás, no?
Te extraño mucho, ¿Dónde estas?

Le di un gran trago a la botella y cerré el diario con los ojos cristalizados. ¿Qué había pasado? Tenía muchas dudas y pareciera que nunca iba a resolverlas, no quería pensar que Hana fuera la razón de la tristeza de mi madre en sus últimos años de vida, pero el diario me hacía dudar.

No debí leerlo.

Pase mis manos por mi rostro con frustración y salí a la terraza de mi habitación a tomar aire. El alcohol mezclado con la pena no me agradaba. Me hacía sentir enfermo, débil, pero igual tomaba. Era como una adición.

Jay tenía razón, era adicto al dolor.

El frío viento de la noche acarició mis mejillas enfriándolas y cerré los ojos para sentir aun más el tacto de este en mi rostro. De repente, el recuerdo de las manos de Pandora tocando mi cuello se coló y luego, llegó su llamativo rostro. Fino, con algunas manchas café por su vitilígo, sus labios rojos y gordos por naturaleza, su mirada brillante que embolinaba y su sonrisa inocente.

Solté un suspiro involuntario y me dirigí hacía la puerta de mi habitación caminando con pasos tranquilos y algo vacilantes hasta llegar al pasillo. Sentí un leve aroma a cigarrillo. Pensé que alguno de los chicos debía de estar despierto a estas horas y trate de hacer silencio hasta llegar a la puerta de Pandora.

— La caja de Pandora...—susurré con una media sonrisa recordando el mito.

Apenas abrí la puerta un suave aroma a vainilla me recibió atontandome. La luz de la luna caía directamente sobre Pandora quien se hallaba durmiendo plácidamente en su cama. La habitación la había decorado con un santuario elegante y de muñecas. No tenía comparación con las desastrosas habitaciones de los chicos.

Me acerque a ella y antes de despertarla, parecí recobrar mi cordura.

Mierda. ¿Qué estaba haciendo?

Me gire torpemente y avance hacía la salida de la habitación a pasos apresuradaros chocando con la manilla de la puerta. Solté un par de groserías y me apoye en la puerta con una mueca de dolor que se transformó rápidamente en una de pánico al escuchar la voz de Pandora a mis espaldas.

Vaya que tenía el sueño liviano.

Me di vuelta a confrontar a la chica. Al verme se levantó de la cama y se dirigió hacía mi somnolienta, rascando su nuca.

— ¿Heeseung...?, ¿Sucedió algo? —pregunto con una voz ronca, arrugando un poco su nariz al sentir el olor a alcohol en mí.

— Eh... No, sólo quería asegurarme... asegurarme. Escuche algunos sonidos y pensé que podrías estar en peligro... —Balbuceé enrojeciendo involuntariamente y Pandora elevo la comusira de sus labios formando una suave sonrisa.

— ¿Estas borracho? —preguntó y negué intensamente hasta marearme.

— Mírame, ¡Estoy muy bieen!—Sonreí tropezando con la nada misma. Pandora dejó salir una risita con discreción y me tomó suavemente del brazo sentándome en su cama.

— No deberías tomar alcohol a estas horas, podría ser peligroso. —Acarició mi hombro y ladeé mi cabeza para sentir su mano nuevamente en mi rostro, cerrando los ojos inconscientemente.

Pandora vio mi acción con curiosidad pero no dijo nada. Me recostó en su cama tapándome y me observó en silencio por unos segundos.

— ¿Cómo esta tu herida?, ¿Te sientes mejor? —pregunto con un tono suave y ni siquiera respondí. Estaba volando bajo. Me arrepentía de haber tomado las botellas del alcohol fuerte, ahora estaba bajo los efectos de esa basura y no podía actuar con claridad.

— ¿Me estas ecuchando? —cuestionó y tome de su mano acercándola a mí. Esta se sentó a mi lado y me observo con intriga. De seguro que era la primera persona borracha que veía en toda su vida.

— No te preocupes, yo prometo cuidarte. —La abracé  respirando el dulce aroma corporal que desprendía.

Mi madre también solía tener un aroma dulce cuando la abrazaba. Esa era la razón del porqué no me gustaban los abrazos, me recodaban a ella, a su amor, su maternidad, la compañía femenina que era escasa en mi vida.

Me aparte de Pandora y borre mi sonrisa apenado.

— Pensé que no te gustaban los abrazos —susurró algo colorada rozando su mano con la mía y negué ligeramente.

— No, no me gustan.

— ¿Por qué no? A mi me gustan mucho, mi madre siempre me daba a brazos. —Sonrió con nostalgia y la acompañe.

— Qué curioso... —susurre para mí mismo.

Me levante de la cama y Pandora me siguió con la mirada. Me di vuelta quedando al frente de ella y me incliné acariciando su cabello y besando su mejilla con lentitud.

—Yo te protegeré de todo, y si es necesario morir, lo haré.

Dicho esto, me fui de la habitación con una sonrisa amplia en mi rostro y me acosté en mi cama quedándome dormido casi al instante.

DIE FOR YOU / HEESEUNGWhere stories live. Discover now