La verdad

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Capítulo Veintiuno

Unos movimientos bruscos en mi brazo me despertaron de golpe, mi vista enfocó a Brais que estaba ligeramente angustiado.

Algo sucedió.

—Ale, abre la puerta —la voz de mi madre me alarmó haciéndome sentar de golpe en el colchón.

—Estuvo tocando hace poco —susurró él.

—Debes meterte al baño.

—Sospechará, debajo de la cama es mejor.

—¡Lo que sea pero date prisa!

—¿Con quién hablas, hija? —trató de abrir pero no pudo gracias al bendito seguro—. Alejandra, abre la puerta.

Lindo día para desear desaparecer.

Brais tomó la sábana y con ella se cubrió debajo de la cama, procuré cubrir los bordes de la cama con mi frazada hasta que chocase con el suelo, abrí la puerta simulando una cara de cansancio y fatiga.

Es mi momento de ser actriz.

En sus manos tenía la canasta con ropa limpia y planchada, su informe está perfectamente libre de arrugas lo que indica que me perdí el desayuno.

No suele pasarme esto.

Mi sueño no es tan pesado.

—Escuché una voz varonil —avisó dejando la canasta cerca de la ventana.

—Chris me llamó y estaba en altavoz.

—Pensé que había alguien contigo, por un momento me asusté.

—¿Un chico, aquí? —solté una risa nerviosa—. Alucinas mamá.

—Ya estás en edad de tener una pareja y vida sexual...

Sacudí mis manos en el aire.

No es el momento.

—¡Basta mamá!, no es el momento de esas pláticas.

—De todas formas debes cuidarte, mañana iremos a tu revisión con el ginecólogo.

—¡Mamá! —cubrí mis ojos con las manos, no puede estar pasando esto, no ahora.

¿Por qué mamá?

¡Qué vergonzoso!

—Tienes que ir para ver que todo marche bien, nada de peros, iremos sin falta —apuntó a la canasta—. Ya está planchado, listo para guardarse.

—Gracias mamá.

Besé su mejilla y otra vez cerré con seguro en cuanto salió, me dejé caer contra la puerta sintiendo como si mi alma volviera a mí.

Él salió limpiando su ropa y me miró sonriente.

Últimamente está sonriendo más, ya no lo hace sólo cuando patina.

Es... feliz.

—Así que una cita con el ginecólogo.

—Es muy temprano para burlas —sentí las mejillas ardientes.

—Mira el lado bueno, alegraste mi día.

—¿Irás por tus cosas? —cambié de tema.

—Ariana las llevará a la escuela.

—Entonces desayunamos y tomaremos el bus —me levanté dirigiéndome al baño—. Puedes bajar, me daré un baño y te alcanzo.

—¿Te bañas? —hice una mueca.

Atril de SonreirWhere stories live. Discover now