Atril de Sonreir

Ataque Nocturno

Capítulo Ocho

Maldita resaca.

La cabeza me retumba como nunca.

Ariana se tapó hasta la cabeza con las sábanas evitando la luz, a mi costado vi la cabellera morada de Tam quién disfrutó de un solo colchón.

—¿Qué hora es?

—Once —respondió Ari.

—No me puedo mover —la voz de Tamara era roca debido a que tomó muchos tragos fríos.

Una por una se fue duchando, lo mínimo que podía hacer era café, no soy buena en la cocina.

Ari bajó corriendo las escaleras y tomó un vaso de agua tan rápido que casi se ahoga.

—Mierda no llego, no llego.

—¿Por qué tanta prisa?

—Foto familiar, almuerzo, ¡Carajo, no encuentro mi teléfono!

—Está en el sofá —le recordé.

Lo metió dentro de su bolsa y salió, apenas entendí lo que dijo pero por la prisa que lleva seguro es algo importante.

Bueno, más café para mi.

Las imágenes de anoche fueron llegando a mi mente. No pudo creer que haya hecho mención de una luna con gafas.

Ese baile me divirtió mucho, creo que bailar sin seguir pasos fijos me hizo sentir más libre.

—¿Porqué esa sonrisa de boba?

—Por nada —se sentó frente a mi—. Te veo desanimada.

—Nadie se acercó a mi ni para pedir la hora, el maquillaje extravagante y el disfraz de Sombrerero loco no sirvieron.

—Eso es imposible, tu siempre captas la atención de los demás.

—Pero esta vez no fue así, creo que estoy perdiendo el toque.

Agachó la cabeza.

—Vendrán por mi.

—¿Quien, tu padre?

—Máx, un chico de la escuela, es muy guapo.

—Pensé que estabas con Lucas.

Tomó su teléfono.

—No somos compatibles. Y qué hay de ti, Ale.

—Todo bien, creo.

—¿Ningún interés amoroso?—apreté la oreja de la taza.

—Nada de nada.

—Brais y tu...

—Para nada, somos amigos.

—Él y su hermano son sexis pero te aseguro que si los viéramos en la calle jamás nos hablarían.

—Hace tiempo que no hablas de Sharon.