Comencé a negar rotundamente al ver sus ojos cerrarse y mi llanto histérico apareció al ver como la mujer que me había dado la vida, la que me había criado con amor y dado de comer se iba al frente de mis ojos de manera trágica e injusta.

— Mamá... Ma, por favor, vamos, por favor, no me dejes... —rogué, abrazando su cuerpo mientras lloraba desconsoladamente.

No podía entenderlo, no podía sopórtalo.
Parecía una verdadera pesadilla, la más horrible que podría haber imaginado.

Unas sirenas a lo lejos llamaron mi atención y la voz de mi madre pidiéndome que corriera lejos de ahí volvía a mi mente. Le dí un pequeño beso en la frente lleno de amor y tristeza,  tomé la navaja de su mano inerte y la guardé junto a la tarjeta en mi bolsillo. Me limpié las lágrimas que no paraban de salirme con la manga de mi chaqueta y me fui de ahí, sin antes decirle un último "te amo" a la persona que más amaba en el mundo.

Llegué a casa con mi respiración agitada y mi rostro completamente acalorado. Tomé un bolso negro del mueble de la entrada y mientras lloraba en silencio, comencé a guardar mudas de ropa y algunos snacks apresuradamente.

Apagué todas las luces y me dirigí a la puerta para salir, cuando unos sonidos de vidrios rompiéndose en la habitación de mi madre me alertaron.

Estaban entrando a mi casa, venían ahora a por mí.

Me apresuré en salir y corrí lo más rápido que pude lejos de ahí. Llegué hasta el metro más cercano sudando y asustada, me encerré en uno de los retretes del baño de mujeres.

¿Qué estaba sucediendo?
¿De quiénes hablaba Mamá?
No entendía nada, tenía demasiadas preguntas, demasiadas dudas, todo había pasado tan rápido que no podía procesarlo en ese momento correctamente.

Forme un puchero con mis labios y me limpié rápidamente las lágrimas que comenzaban a invadirme instantáneamente. El dolor era demasiado, tanto que llegaba a sentirlo en mi corazón con fuerza. No podía creer en la situación que me encontraba; estaba completamente desorientada, destrozada y sola.

Me pasé todo lo que resto del día y la noche entera en ese baño llorando completamente desconsolada.

Cuando amaneció salí de ahí ya sin lágrimas y sin vida, observando con dolor la tarjeta que me había entregado Mamá. Estaba arrugada y manchada con su sangre; sin embargo, aún así se podía leer claramente la dirección escrita junto a un nombre que desconocía.

"Calle Eun Young, 1111, Daegu, Corea del sur."
"Estaré aquí para lo que necesites, con amor,
Lee Misuk."

Mi rostro, mi cabello y en verdad todo lo que tenía o llevaba puesto en ese momento estaban mojados producto a la fuerte lluvia que había comenzado ese día y no parecía querer parar

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Mi rostro, mi cabello y en verdad todo lo que tenía o llevaba puesto en ese momento estaban mojados producto a la fuerte lluvia que había comenzado ese día y no parecía querer parar.

Y para ser sincera, no me importaba; ni siquiera el hecho de que parecía una verdadera vagabunda. Parecía haberme ido con mamá, me sentía completamente muerta.

Lo único que me hacía sentir algo "mejor" de toda esta maldita desgracia, era que después de pasar la peor semana de mi vida buscando y sobreviviendo en la calle con lo poco que tenía, había llegado a la dirección.

No me manejaba en la ciudad.
Usualmente mamá se preocupaba de eso. Yo me sabía los caminos, pero no los nombres de las calles, por lo que tuve que preguntar varias veces para poder guiarme y si era honesta, en este momento no me sentía completamente segura de que me encontrara en la dirección correcta. Mamá no era de tener amigos con dinero, y la apabullante casa al frente de mis ojos me hizo dudar por minutos en tocar ese timbre dorado. Cuando lo hice, me contesto una voz masculina preguntándome quién era.

— Soy Kim Pandora... Una amiga de Lee Misuk me dio esta dirección... —murmuré con mi voz raspada, y la voz detrás del citofono se tomó un tiempo antes de contestar al escuchar tal respuesta.

— Espera en la puerta.

Entonces, la reja de la gran entrada comenzó a deslizarse a un lado y entre caminando lentamente hacía unas escaleras negras que daban directo a la entrada de la lujosa mansión frente a mis ojos.

Espere ahí pacientemente, mientras observa los pinos al alrededor de lo que parecía ser una tranquila residencia privada.

La puerta se abrió llamando mi atención y me dejo ver un atractivo chico que parecía tener mi edad.

— ¿Pandora? —El chico me miró de arriba a abajo tratando de ocultar su sorpresa al ver mi estado y las manchas de mi rostro producto al vitiligo—. Toma asiento por favor, ya vendran a atenderte...

Me señalo con su mano un sofá de cuero y asentí en silencio, mientras este desaparecía por una de las tantas puertas que había en la mansión.

Me senté en el sofá y observé la mesita de cristal que tenía al frente. Tenía una bandeja plateada llena de licores y vasitos de vidrio junto a un bello cenicero.

Una voz masculina tarareando una canción llamó mi atención y mi mirada se fue hasta el chico de cabello rubio que apareció de repente por un pasillo, descalzo y en pijama. Cuando esté se dió cuenta de mi presencia, paro en seco y se fue corriendo por donde había aparecido.

Carraspeé con incomodidad y bajé la vista hasta mis botas llenas de barro. Me di cuenta que había ensuciado la cerámica del suelo y trate de limpiarlo, empeorándolo más.

Oí pasos acercándose y alce mi mirada una vez más, encontrándome nuevamente con un chico, el cual a diferencia del anterior; vestía formalmente.

Me observo de arriba a abajo y tomó asiento en el sofa de al frente, sirviéndose licor en uno de los pequeños vasos que había en la mesita.

No me ofreció, ni tampoco hablo. Solo se acomodó en el sofá examinándome con una mirada penetrante, mientras bebía del vaso.

— Uhm... ¿Eres Lee Misuk...? —pregunté en un inseguro murmulló, a lo que esté sonrió a medias, sin quitar su mirada de mi persona.

— No, ella es mi madre. Yo soy su hijo, Lee Heeseung.

Me quede en silencio.
Pensaba que Lee Misuk era hombre.

Heeseung dejó el vasito de licor en la mesita y deslizó su mirada con interés hacía mi ropa y el bolso negro húmedo que traía a mi lado.

— ¿Qué edad tienes? —preguntó.

— Voy a cumplir dieciocho...—Entonces tienes diecisiete.

Nuevamente hubo un silencio y asentí lentamente.

— ¿Por qué pareces haber salido de la basura? —cuestionó de repente, ladeando su cabeza a un lado y frunciendo el ceño, como si eso le molestara.

— Es... es algo complicado de explicar —murmuré, sin expresión alguna en mi rostro.

— ¿Segura que tienes el dinero para comprar sustancias?

— ¿Qué...? —Alcé mi mirada hacía él y este al ver un brillo de confusión en mis ojos pareció tensar su rostro.

— ¿No vienes a eso?

Negué lentamente y Heeseung estiró su cuello, chasqueando su lengua con pesar ante mi respuesta, la cuál claramente no fue de su agrado.

DIE FOR YOU / HEESEUNGWhere stories live. Discover now