Ella se encoge de hombros, simplemente restándole importancia al hecho de que últimamente inventa cada mote para mí. Hace unos días fui una mariquita, luego gorrión y ahora escarabajo. ¿Qué será mañana? ¿Araña? ¿Escorpión?

Cierro mis ojos y descanso. Escucho el ruido de las agujas chocar, la respiración tranquila de mi abuela y las risas de fondo de papá y Amy. Esto simplemente es vida. La familia te recarga al completo en un segundo. Lo único que me hace falta es... mi teléfono vibra bajo mi trasero. Frunzo el ceño, molesta por la interrupción y levanto mi cadera para sacarlo. Abro un ojo para ver a quién demonios se le ocurre molestarme un domingo por la tarde cuando estoy plácidamente descansando en... es un mensaje de Darian.

Oh, Dios mío, mi novio.

Mi novio <3:
¿Quieres venir a ayudarme? Tengo mucho que empacar y no sé por dónde empezar.
Te compraré un helado cuando terminemos, ¿sí? Pero ven...

Sonrío, a la vez que niego con la cabeza. Es imposible decirle que no cuando me lo imagino con su bonita carita haciendo un puchero. Joder, a veces es irritante estar enamorada.

Me levanto de las piernas de mi abuela y le doy un beso. Voy a la cocina para avisarle a mi papá que saldré y que además me llevaré el auto.

—Espera, llévale un poco de pastel a tu novio —dice Amy.

Corta una gran rebanada del pastel que hizo ayer y lo envuelve en una servilleta. Le agradezco y salgo de allí, no sin antes tomar las llaves que están en la mesita de la entrada. Subo al auto de papá y me pongo en marcha a la casa de mi novio.

Si soy sincera, las cosas son un poco incómodas entre Bridget y yo. Por supuesto sigo un poco molesta por haberle roto el corazón a mi padre, pero aun así debo tener une buena relación con ella porque estoy saliendo con su hijo. Demonios, nunca dejo de complicarme las cosas, en serio. Finalmente llego a mi destino, bajo y le pongo seguro el vehículo. Subo las escaleras que me llevan al porche y toco el timbre. Segundos después la puerta es abierta por la señorita Laurent.

—Hola, Nia, ¿cómo estás? —saluda ella amablemente.

—Muy bien, gracias, ¿cómo está usted? —hablo, devolviéndole la sonrisa amable.

—Igual bien, querida, gracias.

—Me alegro. Y le he traído esto —digo, extendiendo el pastel hacia ella.

Ella lo mira, un poco recelosa y luego a mí. No, señora, no lo he envenenado y la novia de mi papá tampoco. Aunque de mi abuela no estaría muy segura.

—Oh, muchas gracias, no te hubieras molestado —acota ella.

Niego con la cabeza, sin dejar de sonreír.

—No es ninguna molestia.

Toma el pastel en sus manos. Doy un paso hacia un lado para que pueda cerrar la puerta y camino detrás de ella.

—Darian está en su habitación empacando. Puedes subir.

—Está bien, gracias.

—De nada, querida. Ha sido un placer saludarte.

—Igualmente —menciono, sin dejar de sonreír.

Subo las escaleras a la segunda planta, directo a la habitación de Darian. Demonios, tenía que ser maestra de literatura. Cada vez que vengo y tenemos la misma conversación empapada de cortesía siento que me transporto en el tiempo y vuelvo a 1950. Pero bueno, es mejor eso a nada.

Toco la puerta de la habitación y al escuchar un «pase» abro la puerta. Mis ojos se abren en asombro al ver el desastre que el lugar es y tengo ganas de regresar a casa. Dios mío, ¿no querrá que le ayude a arreglar todo esto, o sí?

No me gustasWhere stories live. Discover now