Capítulo 1

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Cuatro meses después.

Laura terminó de peinarse apresuradamente mientras vigilaba el reloj. Se le estaba haciendo tarde. Aquella mañana se le habían pegado las sábanas. Apenas había podido dormir en toda la noche ya que, como venía siendo habitual, las pesadillas la asaltaron inmediatamente después de cerrar los ojos. Así resultaba imposible conciliar el sueño.

Dejó de peinarse abrumada por los recuerdos. Reposó sus manos en la pica. Inspiró y cerró los ojos en un vano intento de tranquilizarse.

—Te permito que me impidas dormir, pero no que afectes a mi rendimiento —musitó para después volver a aferrar con fuerza el cepillo.

Bajó las escaleras corriendo y se adentró en el metro que en aquellas horas se encontraba atestado. Laura agradecía el poder vivir en el centro de la ciudad. Eran pocas las paradas que tenía que hacer. Mientras, decidió dedicar su tiempo para repasar la clase que en pocos minutos debería realizar.

Avanzó presurosa por entre los peatones hasta alcanzar la escuela. Volvió a mirar el reloj para comprobar la hora. Faltaban diez minutos para que su clase empezara. Corriendo saludó a todos los compañeros que se iba encontrado de camino. Sus pequeños alumnos, de cuatro años, ya se encontraban esperándola dentro del aula.

—¡Muy buenos días! —dijo mientras entraba y cerraba la puerta—. Hoy jugaremos a un juego muy, muy divertido.

Se escuchó cómo los niños gritaron entusiasmados. ¿Qué mejor manera de aprender un idioma que jugando?

***

Una vez acabadas sus clases y finalizadas sus tareas diarias de inglés, llegaba el momento preferido de Laura: darse su capricho diario. Nunca faltaba a la cita que tenía con su Starbucks habitual en el cual invertía una hora acompañada de su té preferido, un apetitoso dulce y las partituras de piano. A esas horas el lugar se encontraba casi desierto, y la tranquilidad y calma que se respiraban en el ambiente eran un placer añadido.

Sin embargo aquél día el sol irradiaba con fuerza, y la calle parecía más acogedora que el interior de la famosa cafetería. Laura decidió entrar dispuesta a llevarse su encargo a un tranquilo parque cercano. Hoy tocaba revisar las partituras al aire libre. Sonrió mientras esperaba pacientemente a su turno, le gustaba aquella idea. No siempre sus tardes tenían que ser rutinarias.

Tras la barra, como siempre, el sonriente Michael la saludó con una cálida sonrisa, dejando entrever su perfecta dentadura. Laura le devolvió el saludo. El chico se quedó sorprendido ante el cambio de Laura.

—Así que parece que dejas de ser fiel al Chai tea Latte.

—Sólo por un día —comentó ella—. Hoy me apetecía algo más fresco. Hace sol, algo de lo que una no puede disfrutar todos los días en Londres.

Michael asintió.

—En unos segundos lo tendrás. Que lo disfrutes Laura, y por cierto hoy me dejaré caer por el bar. Hace mucho que no voy a visitarte.

—Como agradecimiento te invitaré a una copa —prometió ella y se despidieron.

Estuvo esperando a su bebida taciturna. Había tenido una inspiración para una nueva canción que estaba desarrollando en su cabeza. No veía el momento de sentarse tranquilamente en el parque y apuntarla. Cogió su pedido sin prestar atención a su alrededor cuando de repente chocó con otra persona. Derramó toda su bebida en la camiseta de aquel extraño.

—Oh, lo siento mucho —balbuceó apurada—. Lo siento de verdad, no te había visto —volvió a disculparse.

Levantó la mirada y se encontró con unos profundos ojos azules que la estudiaban con detenimiento.

—No pasa nada, tampoco es que me gustara mucho esta camiseta —comentó con una sonrisa—. Además, he tenido suerte que no era una bebida caliente —añadió.

—Pero está toda manchada, soy una patosa. Estoy muy avergonzada —se llevó las manos a la cabeza. Parecía que la tarde no podía empezar de peor manera.

—De verdad, no pasa nada —intentó tranquilizarla el muchacho—. Simplemente es una camiseta. Peor fortuna han tenido tus pertenencias.

Laura lo contempló. La mirada del chico había descendido hasta el suelo donde se encontraban desparramados todos sus papeles.

—Oh, mierda. Mis apuntes —comentó en español agachándose para recogerlos. Una mueca apareció en su rostro al comprobar que estaban sucios por la bebida —. Maldita sea.

El muchacho rubio se agachó con ella y la ayudó a recoger. Laura se lo agradeció con un leve asentimiento de cabeza.

—No tenías por qué molestarte.

—No pasa nada. Aquí los tienes, espero que no fueran muy importantes.

Michael apareció entre ellos. Llevaba una fregona para limpiar al suelo y se preocupó por ambos.

—Ha sido todo culpa mía —dijo inmediatamente al verlo aparecer—. No estaba prestando atención y... —Laura aún no acababa de dominar el idioma y a causa de los nervios no lograba expresarse con claridad. Se volvió a llevar las manos a la cabeza, frustrada.

—Derramaste tu bebida en su camiseta —intervino Michael—. No pasa nada. Os serviré una nueva a los dos. Invita la casa —ofreció.

—Ya invito yo —se ofreció a su vez Niall. Michael asintió y marchó tras el mostrador a preparar las bebidas—. Por cierto, me llamo Niall, mi camiseta y yo estamos encantados de conocerte —se presentó con una sonrisa tendiendo la mano a Laura. Ella se la estrechó suavemente.

—Yo soy Laura. No tienes por qué pagar mi bebida.

—Me apetece hacerlo.

—Bueno, entonces lo menos que puedo hacer es pagarte la camiseta —empezó a rebuscar en el interior de su bolso—. ¿Cuántas libras te irían bien?

- No, no quiero que me la pagues por favor, fue un accidente. Aunque si realmente quieres hacer algo por mí para arreglar el tema de la camiseta, podrías dedicarme un poco de tu tarde, si te apetece claro —añadió un tanto nervioso.

Laura lo miró indecisa. Parecía un buen chico, y era lo menos que podía hacer después de lo sucedido. Asintió y una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Niall.

Minor Heaven (Niall Horan) //Editando//Where stories live. Discover now