Estar solo.

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Creía que debíamos ser personas flexibles, estar preparados para un rompimiento o un nuevo empleo que requiera el abandono de nuestra ciudad y vida.

El crecimiento que obteníamos como personas. Prueba y error. Deconstruir para aprender y construirlo mejor.

Pero, en ocasiones lo rompía todo, y olvidaba cómo volver a unirlo. Miraba mis manos y en lugar de ver a una persona flexible me había vuelto un inhumano que deseaba controlar un juego sin saber que él mismo había impuesto las reglas.

Gale.

La soledad que yo mismo establecí crecía como el silencio estático de las noches. Primero lejano, luego daba un par de pasos hasta cruzar las orejas con forma de caracol, y se resguardaba allí como el eco de el mar hasta que terminaba por revolcarme en la arena.

Quería dejar de protegerme de algo que yo mismo ocasionaba, por eso... cambié un poco.

-Oye, Gale, no puedo dormir.

Abrí un ojo, observando la silueta de Denis quien rozaba sus dedos contra mi brazo, esperando a que despertara por completo. La única luz era la de la avenida que entraba por sus cortinas, y el silencio que desbordaba la noche permitía que iluminara más.

-Yo sí, hasta mañana. -Sonreí a secas antes de darle la espalda.

-No mames. -Oí su voz enchilarse aunque no pude ver su expresión.

-¿Qué quieres? ¿Tienes hambre? -Negó a mi exclamación. Suspiré frustrado, los ojos me dolían sin mis lentes-. Pues ponte a barrer si estás tan despierto.

-¡Gale! -Se molestó más por no encontrar otra solución. Sentí que tiraba de mi brazo-. No puedo dormir, estoy preocupado por Adie.

-PUES LLÁMALE, PUTO.

-NO, HIJO DE LA VERGA. Estará durmiendo, pero igual lo extraño.

Distinguí su perfil a contra luz, portaba una mueca mientras veía con preocupación el techo. Adie, su marido desde hace un mes, debía presentarse en la colonia de estrellas para hablar sobre sus planes futuros, también aclarar que se había casado sin la intención de tener hijos, también aclarar que su matrimonio fue con alguien del sexo masculino para que no tuvieran el ojo tan encima de él.

Era peligroso que alguien con bacterias residuales se involucrara con los demás, sobre todo románticamente hablando.

Yo, la verdad, me sentía fatal pues mis tíos organizaban diversas colonias, distintos apellidos, pero era un asco imaginar que seguíamos perteneciendo a la misma rama.

La culpa en ocasiones me hacía tomar decisiones terribles. Como ceder a la insistencia de mi mejor amigo de dormir en su casa porque no le gustaba estar solo.

-¿Quieres que te abrace? -Pregunté junto a un bostezo, jalando su brazo hasta que reparó en mí.

-Gracias, te quiero mucho. -Habló el hongo, rodó a mi pecho para llenarme con su abrazo.

La primera vez que conocí a Denis, en ese tiempo Depresión, pensé que era un imbécil que no sabía diferenciar mi ropa de un electricista, hasta que leí sus notas que organizaban sus días de terapia y sus comentarios entre el calendario que lo alentaban a pararse cada mañana junto a alguna actividad que mejorara su estado psicológico.

No era la primera vez que conocía una depresión, pero sí fue el primero en mostrarme que unos no veían la necesidad en explotar sus emociones, sino que les hacía sentir bien controlarlas. Fue impresionante.

Escuela para trastornos y enfermedades. {DISPONIBLE EN FÍSICO}Where stories live. Discover now