Capítulo 25: Una noche.

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La empatía podía resultar muy dolorosa para algunos, una cualidad o una tortura.

No sé, mi puta abuela, me sentía malito por esa gente súper empática. Terminaban llorando por problemas que no les correspondían o usaban los sentimientos de los demás a su favor. Era medio complejo y medio culero.

Pero había cierta belleza en ella, eso me enseñaron los demás.

Cáncer.

La verdad estaba cansado de aquellos que lo daban todo, de aquellos que lo sufrían todo, de quienes daban sin esperar nada a cambio y perdonaban sin recibir disculpas.

Me caían de la verga porque casi nunca eran recompensados, pero también quería darles algo.

No sé en qué momento sentí que debía seguirlos, al menos para dejar un buen recuerdo en los demás.

Comencé a soñar con la preparatoria, todas las cosas que no hice y las que pasaron realmente. A mi yo adolescente, con una pala en pleno cementerio, ayudando a una tipeja con cabello de chicle, solo para sacarle la cosa esa maldita que le metieron bien profundo. Fue la primera actividad que hice por alguien.

La mera neta, la preparatoria me ayudó un chingo. Pero no podía ocultar algunas cosas, que en el momento me eran indiferentes, ahora no sé porqué soñaba tanto con ellas.

Recuerdos nada graciosos.

Con mi propia imagen burlándome de los demás, escupiendo, golpeando, haciendo chistes horribles de cosas de las que no me habían permitido reírme. De haber pasado de largo cuando amenazaban a Depresión, por no haber aconsejado bien a Insomnio, por no tomar en cuenta los sentimientos de mis compañeros.

Epilepsia, un tipo retraído de cabello cenizo, nunca me dirigió la palabra, solo se retorcía mientras yo me ponía de rodillas y fingía que estábamos honrando su muerte. Entonces el día de la graduación, cuando me retiraba feliz, allí estaba observándome desde la primera fila, con palabras expresadas en su mirada:

"No quiero volver a verte jamás".

Pegué un grito que me levantó de la cama, sentía que algo mordisqueaba mis órganos, otra vez. No supe si alucinaba o de verdad me pudría en el interior, porque ni la morfina que aplicaron horas antes evitaba que despertara en la madrugada con quejidos.

Ya habían cancelado los exámenes médicos y los ensayos clínicos, la atención para darme comodidad era lo vital, sobre todo privacidad. Pero mi hermana que dormía en el asiento frente a mí se levantó asustada cuando me vio correr al baño de la habitación, aterrada por verme escupir y lloriquear con fuerza sobre la taza de baño.

Y los gritos ya ni los escuchaba yo, aunque salían de mi garganta.

La cogida que no me dieron en la escuela me la da mi pinche cuerpo, a la verga.

-Cán, por favor, señala el dolor. -Rogó Demy, sosteniendo mi cabeza para que no me desvaneciera en el inodoro-. O al menos dime si está peor...

-No lo sé. -Balbucí, apretando los puños y sintiendo mis rodillas ponerse tiesas. Sentí una agitación inhumana de escapar del cuarto pero no podía ni levantarme.

Escuela para trastornos y enfermedades. {DISPONIBLE EN FÍSICO}Where stories live. Discover now