• Ya me hiciste mal •

4.8K 701 2K
                                    

Algo entendí ese día, algo que hasta el día de hoy no puedo arrancarme: no me permitiría confiar en las personas otra vez.

Solo una amenaza en ellos y era hora de cortarlos de tajo. Ni loco sería capaz de volver a soportar ese dolor.

Depresión.

No sé qué concepto tan pendejo tenía de mí o de ti, la verdad.

Insomnio y yo éramos como uña y mugre. El alto y el bajo. El relajado y el serio. El Insomnio y la Depresión. Los cuates que parecían hermanos. O no sé, eso pensaba de nosotros, crecimos juntos pero en lugar de volvernos uno creo que solo nos dividimos.

Hacíamos hoyos en la tierra cuando estábamos aburridos, y robábamos huevos de la cocina para echarlos ahí y fingir que hacíamos un batido de tierra y huevo. A veces jugábamos con la pelota, o nos subíamos a la misma bicicleta para ver quién se caía primero.

Nuestras madres organizaban pijamadas, nos duchaban en la noche mientras aventábamos juguetes al agua, luego nos servían leche con chocolate y unos sándwiches de queso mientras veíamos un documental de ballenas. Entonces caíamos dormidos.

El niño caparazón dejó de dormir, y el princeso se deprimió. Admito que fue mi error no darme cuenta de muchas cosas, pero, ¿por qué estar triste fue mi error?

¿Por qué tengo que equivocarme siempre? ¿Por qué eres así? ¿Por qué, Dep?

-Me sobrepasé, ¿sí? No decías nada y ya sabes, a veces soy un idiota -suspiró, su tono se oía rasposo y fuerte, cansado-. Te digo, solo dame un tiempo, ¿de acuerdo? Quisiera que no me hablaras mucho e intentáramos la menor interacción posible. Es lo mejor para ambos.

Insomnio continuó hablando, ya llevaba varios minutos haciéndolo aunque mi vista solo se llenaba del suelo y parte de sus tenis moviéndose. Estaba sentado sobre alguna caja, y aunque las voces de sus amigos se escuchaban lejanas no me atreví a confirmar sus posiciones porque sabía que me observaban. No habían dejado de hacerlo desde que entré, como si por fin Insomnio se hubo abierto con ellos y contado la situación.

-Si quieres hablar de lo que pasó con tus papás, hazlo. Como sea, puedo sobrellevarlo. -Su voz ambientaba la pequeña sala de poca iluminación.

Polvo en el suelo. Mis rodillas cubiertas de la tela del pantalón. Y calor. Me sentía un poco sofocado por el espacio reducido. Estar sentado en una caja también era raro.

-Pero bueno, así quedamos. Será mejor que termines de comer y regreses a casa tempra...

-¿De verdad lo entiendes? -Le interrumpí, tan centrado en mis rodillas y zapatos que el silencio que vino después se sintió tan frágil como mis emociones.

-¿Qué?

Despegué mi mirada del suelo y reparé en él de inmediato. Me sorprendió haberle preguntado eso, me sentí culpable al ver su rostro. Insomnio lucía demacrado, y aunque su voz era vaga su mirada se llenó de preocupación, como si no entendiera lo que yo decía.

Aunque era eso, yo también acababa de darme cuenta de que muchas veces nadie entendía lo que decía. Nada.

-¿Qué cosa? -Susurró, mirando con nerviosismo detrás de mí a sus muy buenos amigos o quienes fueran.

Escuela para trastornos y enfermedades. {DISPONIBLE EN FÍSICO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora