PUÑALES I

33 7 19
                                    


Lux

La carretera parecía más bien un pozo negro, oscuro e interminable que sería el fondo de mi abismo de no ser por los destellos que iban y venían a mi alrededor, fugaces y totalmente ajenos, cada uno llevando su propia historia. Había conducido por horas, mis ojos resentían ya el esfuerzo, mis piernas acalambrabas suplicaban por un respiro pero estando tan cerca, no me lo permití, llegaría a mi destino cuanto antes, buscaría donde quedarme y asistiría a la cita que había pactado con la persona que supuestamente me habría de revelar toda la verdad, mi supuesta abuela.

Tuve mil veces el impulso de hablarle a Lucas, me sentía terrible por irme de la forma en que lo hice, era como si con cada kilómetro que avanzaba en el camino lo apartara más de mí y tenía miedo de que cuando regresara él ya se hubiera ido, la sola idea me arrugaba el corazón, pero sabía que mis decisiones estaban causando esos efectos. Ansiaba escuchar el sonido de su voz, él se había convertido en alguien tan especial para mí, su sola presencia me transmitía paz, estar en sus brazos me hacía sentir segura, como si nada en el mundo pudiera afectarme, quería hablarle y que me dijera que todo iba a estar bien, pero siendo honestos era muy poco probable que eso sucediera, tal vez en estos momentos estaba sacando su ropa de mi apartamento, tal vez este último arrebato iba a quitarme a Lucas definitivamente, ¿valía la pena? Vale la pena, lo vale ¿verdad? Trataba de convencerme.

Tras horas de conducción por la vía al fin había llegado, estaba cerca de las coordenadas del hotel donde sería mi reunión, eran las 3 de la mañana, solo tenía un par de horas hasta la hora pactada. A pesar de haber alquilado una habitación no pude estar en ella más de 15 minutos, salí a buscar comida y me quedé sentada en la vieja cafetería frente al hotel Tiuna con una taza de café en mis manos y el teléfono sobre la mesa con el número de Lucas en la pantalla, quería llamarlo, quería hacerlo en verdad pero no pude, solo me quedé allí viendo el teléfono y tomando café tras café hasta que las dos horas que me separaban de mi encuentro se agotaron.

Crucé la calle e ingresé en la recepción del pequeño hotel que tenía como entrada una puerta giratoria y un enorme tapete desteñido, dentro la decoración era sencilla, muebles de cuerina que parecían ser más viejos que el edificio conformaban la sala de espera del recibidor, una vitrina con un vidrio agujerado enmarcado en madera desgastada me separaba de la pequeña mujer recepcionista que se encontraba atendiendo una llamada cuando llegué.

—Buenos días, bienvenida al hotel Tiuna, ¿en qué puedo servirle? —la pequeña mujer me saludó entusiasta a pesar de la hora.

—Buen día, veré a alguien en la habitación 404—la mujer pareció recordar algo y pronto exclamó

—Ah, por supuesto, la están esperando ya señorita—la mujer me dio la espalda y tomó una llave electrónica que deslizó por el medio del vidrio de la vitrina—a la derecha está el ascensor, cuarto piso—estaba desconcertada, quien fuera que me estuviese esperando había dado indicaciones muy claras para mi llegada, esto me asustaba un poco, sentía que estaba totalmente indefensa ante quien fuera que me había contactado, esto era peligroso, si algo me pasaba nadie iba a saber donde buscarme, quizá soy muy estúpida por ponerme en riesgo de esta forma pero para mi todo vale la pena con tal de conseguir la verdad.

Fui al elevador y oprimí el botón del número 4 y finalmente tras unos pocos pasos me encontraba frente a la puerta de la habitación 404, tomé la tarjeta y la deslicé para abrir la cerradura, de inmediato una luz verde me indicó que podía ingresar, giré la perilla y empujé la puerta. El lugar estaba aparentemente solo, era una habitación enorme, con un tapete viejo que olía a polvo, dos camas sencillas perfectamente arregladas, una puerta al fondo que asumí era el baño, un viejo escritorio, un televisor y un armario. Recorrí el lugar con la mirada y caminé hasta el baño para cerciorarme de que efectivamente no había nadie, me dirigí hacia la ventana que daba hacia un parqueadero prácticamente vacío y tomé mi celular esperando que el mismo número desconocido me enviase un mensaje o diera señales de vida. Habían pasado al menos unos 10 minutos y nadie aparecía en la habitación, decidí echar otro vistazo en búsqueda desesperada de algo que me indicara que esto no había sido una pérdida de tiempo, revisé los cajones, debajo de las almohadas, los armarios y finalmente descubrí un sobre blanco sellado sobre la mesa de noche que separaba las dos camas, ¿cómo no lo había visto antes?, me apresuré a abrirlo.

Bala PerdidaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon