Capítulo 32. No seas tan cruel

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Ladeo la cabeza, sonrío y asiento.

—Amigos —afirmo.

¿Por qué rayos las personas tienen que hacerlo todo tóxico con sus ex parejas? ¿Por qué no pueden llevar las cosas en paz y terminarlo de una buena manera? Al final lo que a nosotros nos faltó fue comunicación, y aquí estamos, remediando ese problema y haciendo las cosas bien. Derek estira sus brazos hacia mí y esta vez sí soy capaz de reaccionar para rodearlo en un abrazo. Este dura más que el anterior, y al separarnos, besa mi frente, me sonríe y me dice que me cuide. Se aleja de mí y se pierde en la multitud.

De pronto me siento más ligera, como si un peso que no sabía tenía en mi cuerpo se ha disipado en esa despedida. Respiro profundo, llenando mis pulmones del aire nocturno. Con una sonrisa y sintiéndome tan ligera como una pluma, tomo la cámara y me encamino al banco de las porristas; donde hemos quedado con los chicos del periódico.

[...]

Y los campeones de esta temporada son... ¡los Mapaches de Mountain Range! —grita el hombre que ha hecho de comentarista durante todo el partido.

Llevo mis manos a mi boca. No puede ser, ganamos. ¡Ganamos! Josh y yo nos abrazamos instantáneamente. Luego busco a Maia entre las porristas y corro hacia ella para fundirnos en un abrazo de alegría. Sentimos cómo somos rodeadas por otros brazos que le pertenecen a Jacob. Las palabras salen de su boca, pero apenas es capaz de formar una oración debido a la inmensa alegría que lo llena. Los tres nos separamos. Comienzo a buscar a mí alrededor un par de ojos azules. Finalmente lo encuentro al otro lado de la valla que separa el campo y las gradas. Está sonriendo ampliamente, corro hacia él y lo veo saltarse la valla para recibirme en un abrazo. Sin pensarlo, estampo mi boca contra la suya en un rápido, pero significativo beso. Cuando me separo de su cuerpo, veo que su sonrisa es todavía más amplia (como si eso fuera posible) y sus ojos brillan, tanto, que podría jurar que se ven más claros.

La celebración (por lo menos en la escuela) termina. Me despido de Maia y de Jacob, quedando de vernos más tarde en el club para continuar la celebración de la victoria. Darian y yo caminamos de la mano en dirección al estacionamiento. Vamos tan metidos en nuestra burbuja que ni siquiera noto a las personas que están a nuestro alrededor, hasta que una de ellas toma mi mano, obligándome a detenerme. Me giro, encontrándome con Derek. Y en cuanto ve a mi acompañante, suelta mi mano.

—Felicidades —murmura—. Max estará molesto contigo cuando se enteré que ibas con los Mapaches, pero no importa, se lo merecían —y sonríe.

Un poco extrañada (porque no esperaba este asalto de su parte), le sonrío de vuelta y le agradezco.

—Y dile a Max que si no estuviera con la controladora de su novia quizás practicaría más y sería mejor jugando.

Derek ríe y asiente. Se despide de ambos y continúa su camino en la otra dirección. Darian y yo retomamos nuestro camino hasta que llegamos a su auto. Arranca de inmediato, salimos del estacionamiento y maneja en dirección a mi casa. Permanecemos en silencio durante todo el camino. Él parece haber perdido el deseo de hablar y yo no estoy muy segura de sí debería iniciar una conversación. Llegamos a mi casa y se estaciona delante de esta. Sale de inmediato y rodea el auto para abrirme la puerta.

—¿Me acompañas? —le pregunto una vez estoy afuera.

—No, ve tú, yo aquí te espero.

Ni siquiera me mira cuando habla, simplemente cierra la puerta y se apoya contra esta. Comienzo a caminar, pero me detengo antes de siquiera llegar a la mitad del camino.

—Oye, ¿te sucede algo? —inquiero.

—¿A mí? No, ¿por qué? ¿Debería sucederme algo? —devuelve.

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