XXV. FORTUNE'S FOOL.

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-¿Cómo fue la noche? –me preguntó sin rodeos-. Lamento haberte avisado con tan poca antelación, pero Patrick nos pidió que guardáramos su sorpresa.

Se me secó la garganta al recordar cómo había sido toda la noche. Mi mente no pudo evitar volar hacia ese momento que habíamos tenido R y yo bajo las mantas, en cómo me había hecho sentir en esos momentos, como si nada hubiera cambiado entre nosotros…

Sacudí ligeramente la cabeza y me centré en lo importante: cómo había sido mi noche con Patrick.

-Fue… estupenda –reconocí-.  Me llevó a cenar a un sitio precioso y…

Mi madre se inclinó hacia mí y noté la urgencia en su mirada.

-¿Y su regalo? –inquirió entonces.

Noté el peso del anillo justo cuando lo mencionó. No había tenido tiempo, ni siquiera se me había pasado por la cabeza, el quitármelo mientras me cambiaba para reunirme con Kendrick; saqué tímidamente mi mano de debajo de las mantas y se lo mostré a mi madre, que sonrió encantada. Davinia, a su lado, taladró con la mirada el anillo que me había regalado Patrick.

-¿Eso quiere decir…? –el interrogatorio de mi madre prosiguió, dejando en aquella ocasión la pregunta en el aire.

La palabra «compromiso» se enroscó en mi garganta al pensar en ella. Patrick me había prometido que aquello podía ser un regalo de cumpleaños y que, si así yo lo decidía, podía convertirse en un anillo de compromiso. En aquellos momentos no sabía lo que quería, me encontraba confundida y las presiones que recibía, tanto por parte de R y por parte de mi familia, tampoco me ayudaban mucho a aclararme.

-Es algo… precipitado –me atreví a responder, evaluando la reacción de mi madre con cuidado-. Patrick y yo estamos de acuerdo en… esperar un poco.

Aquel año Patrick terminaba la Academia y se embarcaba en la vida universitaria. A mí aún me quedaba un largo año antes de hacerlo también, aunque cada vez tenía más dudas sobre mi futuro; mi familia estaba empecinada en acelerar las cosas y ese anillo era la prueba de ello. Apenas había cumplido los diecisiete años y ya querían verme prometida… ni siquiera quería pensar en lo que me esperaba al cumplir los dieciocho; yo quería ir a la universidad, conseguir mi propio trabajo pero… al parecer, mis planes de futuro era bastante distintos a los que tenía en mente.

Los labios de mi madre se fruncieron con fuerza, claramente enfadada por la decisión de querer esperar un poco.

-Patrick empezará la universidad este año, querida –dijo con retintín-. ¿Y qué pasará si conoce a alguien más? ¿Para qué habrá servido todo este esfuerzo que hemos hecho tu padre y yo?

Ahí estaba: mi madre por fin había decidido poner las cartas sobre la mesa, dejándome bastante claro lo que mi familia esperaban de mí en aquella relación. Sopesé la pregunta que me había hecho en primer lugar, ¿qué sucedería si Patrick encontrara a otra chica que pudiera hacerle más feliz que yo? Había empezado a sentir algo por Patrick, sí, pero no le había contado toda la verdad a R, no le había dicho que mis sentimientos hacia él eran mucho más fuertes, para mi desgracia.

-Patrick me quiere –le aseguré-. Y, si se diera el caso, sería su decisión. No puedo obligarle a que esté conmigo cuando no lo siente…

-Qué criatura más inocente –bufó mi madre-. Cielo, tienes que aprender que, en esta vida, el amor verdadero no existe: tienes que aprovechar cualquier buena oportunidad que se ponga en tu camino. ¿Cómo crees que los Clermont hemos conseguido prosperar? Evidentemente, no gracias a los caprichos adolescentes sobre el amor verdadero…

Aquello me sentó como si me hubiera abofeteado. Siempre había creído que mis padres se habían casado por amor… una historia de amor demasiado trágica, pero con un bonito final feliz. ¿En qué más cosas me habrían mentido? Me sentí herida en lo más hondo al comprender que, para mi familia, era un instrumento, una herramienta que usaban para conseguir ascender en la escala del poder.

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