Me siento de nuevo, bajando mis piernas de la camilla. Los ojos de Gabe se pierden en dónde mis manos tapan mis pechos. Esa acción me hace sentir tan confundida sobre lo que su hermano mencionó hoy.

—¿De verdad no quieres que siga? —preguntó acercándose, empujando con sus caderas levemente mis piernas para abrirse paso entre ellas.

Mis pensamientos sobre el se derriten al instante cuando sus manos toman mi cintura. El aceite que aún tienen se siente cálido sobre mi.

Dejo escapar el aire sumamente acalorada.
Gabe mueve sus pulgares masajeando mi abdomen, subiendo lentamente hasta que su dedo índice y pulgar chocan la parte baja de mis tetas.

Subo la vista clavando mis ojos en los suyos y Gabe pone su mano derecha en mi rostro, acercándome levemente hacia el.

Un paso más adelante suyo y su cuerpo está pegado al mío. El deja un lento y húmedo beso en mi pómulo y luego otro en mi mandíbula.

Me aferro a los costados de su torso cuando su duro pecho aprisiona el mío. El que Gabe respiré tan pesadamente al sentir mi pecho desnudo contra el me está volviendo loca.

Cuando besa la comisura de mis labios abro mis ojos lentamente. Gabe roza sus labios con los míos a punto de besarme...

y cuando por fin lo hace corro mi rostro.

El se queda unos segundos en la misma posición errática.

—Lo siento —murmura y se aleja saliendo de la habitación.

Me tapo rápidamente con la toalla sintiéndome avergonzada y sumamente culpable.

¿Por qué hice eso?

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Desconecte mi cerebro por completo después de la segunda hora consecutiva en la que la molesta de mi jefa no se ha callado un minuto.

—Y entonces yo le dije que si lo haría y ella me dijo que no me atrevería y me atreví y luego ella—

Asiento con la cabeza como si realmente hubiese escuchado la mitad de lo que dijo.

Trish además de no cerrar nunca la boca parece tener un problema para darse cuenta cuando alguien ya no la soporta más.

Ella para enfrente de un local de ropa y entra aún hablando, al parecer ni ha notado que me quedé parado afuera.

Dios mío, ya no aguanto está tortura. ¿Por qué mierda accedí a venir?

Los hermanos son insoportables a excepción del más pequeño, Zack, que habla tan poco que casi ni lo he oído.

La amiguita de la niña cada vez que puede me mira como si me odiara y Jade...

Chasqueo mi lengua. Jade en este momento está con el muñeco ken con rizos dentro de un puto spa.

Joder.

¿Qué mierda sigo haciendo aquí?

No pienso quedarme más tiempo, no soporto un segundo más ver el show de mejores amigos de los dos.

Ni siquiera puedo ver al maldito rubio ese.
Que incómodo fue despertar con el en la mañana casi abrazados. No estoy dispuesto a pasar nuevamente por eso.

Saco mi teléfono del pantalón y marco el número de Evan.

—¿Me estrañas rayito de sol? —canturrea al atender.

—Necesito un favor.

—Me destroza tu indiferencia, deberías demostrarme amor más seguido, algún día me perderás.

El color de la inocenciaWhere stories live. Discover now