—Contigo tonto. Peyton mencionó que partimos en la tarde ¿no?

Gabe maldice por lo bajo dejándome confundida. Parece balbucear algo pero termina sin decir nada.

—¿Está todo bien? si hay algún problema no hace falta que vaya, yo...

—No, claro que no es eso, cielito. Me hace sentir muy afortunado el que decidas venir conmigo —hace una larga pausa—. Solo... que hay un detallecito...

—¿A qué te refieres?

—Mejor espero a decírtelo en persona... así no tienes tiempo de arrepentirte...

Eso último lo murmuró para luego colgar, dejándome con la palabra en la boca.

Ni siquiera tiene sentido lo que dijo.

¿Arrepentirme de que?

12 horas más tarde.

—¡¿Dejaste que tú hermana venga con él?!

Gabe tapa sus oídos por mi grito. El depósito no es un buen lugar para desquiciarme pero en este momento James está allá fuera con la hermana de Gabe demasiado cerca suyo.

—¡No pude evitarlo a tiempo! —dice con notable culpabilidad en la voz—. Además, creí que dijiste que el era lo bastante mayorcito como para decidir solo.

—¡Estaba enojada con el! ¿Que se supone que iba a responder?

Chillo al espiar por la endija de la puerta. James aún no sabe que yo llegué aquí antes que él pero tampoco parece acordarse de mi existencia al lado de ella.

La muy sinvergüenza está sentada sobre una mesa quedando a la altura de el, arreglando despeinados mechones del cabello de James.
El no está prestandole mucho atención pero tampoco está alejándola.

—Estas roja —dice Gabe acercándose a ver lo mismo que yo.

—Explotaré por culpa de tu hermana.

—Tranquilízate —me voltea obligando a qué lo mire—, nada pasará entre ellos y de todas maneras a ti te servirá que el este presente. Podrías reconciliarte con el.

—¡¿Está loco?! Si James hubiese querido que todo esté bien entre nosotros ¡no hubiese aceptado ser su acompañante!

—Ya, deja de gritarme. Me siento muy maltratado y nada tengo que ver con esta situación —dice limpiando lágrimas invisibles en su rostro—, suficiente tengo con lo atacado que me sentí frente a tu padre hoy cuando fui a buscarte.

Suspiro cerrando la puerta para prestarle atención a Gabe, desisto de seguir viéndolos, me subirá la presión.

—No te atacó. Solo estaba inseguro, nunca antes le había presentado a un chico y ahora resulta que no solo lo hago si no que también me iré fuera de la ciudad con el.

—Pues a mí me pareció que apretó mi mano un poquito de más.

Me muestra su palma como un niño pequeño lastimado, sacándome una sonrisa.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora