Capítulo 19.- La carretera desértica

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Cuando regreso a la furgo Pool está hablando con alguien por el móvil. Eso no le impide arrancar, por cierto. Conduce con una mano, sujetando el teléfono con la otra. No tengo intención de prestar atención a su conversación, pero no puedo evitar poner la oreja. La carretera no tiene nada interesante, ¿qué otra cosa puedo hacer? Tampoco saco mucho en claro, Pool se comunica con algo parecido a gruñidos.

―Está bien, Blue, deja el coche ahí y vuelve al club, Jimmy quiere que nos centremos en la seguridad de Ada.

Es la frase más larga que ha dicho Pool desde que he subido a la furgo y no sé si escandalizarme o preocuparme. ¿Qué Jimmy qué? Prefiero dejar pasar eso, porque está claro que Jimmy tiene problemas psicológicos graves, y cierta conspiranoia que ahora mismo comparto. Alguien trata de inculparle, no es raro que quiera proteger a la única que puede salvarle de la inyección letal.

―¿Qué pasa con mi coche? ―pregunto.

―Tiene un micro ―me dice Pool tras colgar sin despedirse―. El mecánico va a comprobar el número de serie, a ver si averiguamos quién lo ha puesto.

―¿Es legal?

―¿El micro? ―Me mira como si me hubiera vuelto loca.

―No, el proceso. Vuestro proceso. ¿Hay cadena de custodia, obtención de pruebas...? ―Me interrumpo, porque sigue mirándome como si estuviera loca―. Dile que no lo toquen, Pool. Lo llevaremos a la policía y...

―¿Y si lo ha puesto la policía?

―Pues será ilegal.

―No puedes entregarles lo poco que tenemos.

―¡Eres un cabezón! ¿Quieres hacerme caso? Si lo han puesto ellos mentirán y lo sabremos. Y si no lo han puesto ellos, puede que el asesino se esté descubriendo. ¿Acaso no confías en mí?

―¿Y tú en nosotros? ―replica rápidamente.

―Sí. Estoy aquí, ¿no?

Aprieta los labios un momento. No estoy segura de si le molesta que confíe en ellos. Tal vez tiene un retazo de humanidad de su anterior vida y le preocupa que me ponga en manos de unos pandilleros de esa manera. A mí me pasaría. Acto seguido saca el móvil y se lo lleva a la oreja de nuevo.

―Blue, vuelve al taller, diles que dejen el micro dónde está. ―Guarda silencio unos instantes que yo sonrío como una idiota―. Sí, has oído bien. No, no. Hazlo.

―Gracias ―le digo cuando cuelga.

Él se limita a gruñir de nuevo, pero veo un atisbo de sonrisa en su adusto rostro y no puedo evitar explotarlo. Creo que hemos pasado mucho tiempo juntos en una situación muy rara, porque me atrevo a clavarle un dedo en la mejilla, hundiendo la uña en un pequeño hoyuelo casi oculto del todo por la barba.

―¡Pero si sabes sonreír! ―le provoco.

―Claro que sí. Estate quieta o nos mataremos ―me regaña, dándome un golpecito en la mano para apartarme de él―. Me alegro de que Jimmy te tenga, creo que le haces bien, está menos gruñón desde que aceptaste ayudarle.

Hago una pedorreta y me cruzo de brazos en mi asiento para mirar al frente. Yo también he notado un cambio en Burnside, aunque no voy a reconocerlo en alto. El primer día tenía un aire chulesco e impertinente. Hoy estaba abatido, calmado y confiado a la vez, si todo eso junto tiene sentido.

―¿Por qué no te fuiste tras vengarte, Pool? ¿Por qué no retomaste tu vida?

Se toma un momento para responder, en el que mira por el espejo retrovisor con cara de concentración. Intento mirar atrás también, pero la parte trasera es de chapa, ni siquiera veo la parte de atrás, mucho menos la carretera.

El fuego no siempre quemaWhere stories live. Discover now