Capítulo 43.- El más rápido

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―Te dije que no entrases, abogada. ―La voz de Jimmy se proyecta desde el fondo de la fábrica como si fuera un teatro cruel.

―¿Puedes regañarme luego? ―me quejo llorosa.

―Mejor que lo haga ahora, Ada, porque va a ser el último momento que tengáis juntos ―me dice Sullivan con crueldad y voz suficientemente alta para que él lo oiga, aunque supongo que la suya también se proyecta en esa dirección.

Sigo sin ver a Jimmy, por cierto. Oigo sus pasos en la oscuridad, pero no le distingo. Me pregunto cómo lo ha hecho Sullivan para saber que estaba aquí.

―¿Dónde está Kitty, Eileen? ―pregunta Jimmy a la chica.

Quizá ha estado buscándola y por eso ha tardado tanto en entrar, ¿no? Tal vez si estaba por detrás (como parece indicar la dirección por la que viene) ni siquiera sabía que yo estaba dentro. Me pregunto si va a rescatarme o a intentarlo, o tiene tanta rabia dentro que le da igual lo que me pase a mí. ¿Me llevará por delante en su venganza? Si no se esfuerza por salvarme lo tendrá muy fácil para...

La pistola.

Me doy cuenta de golpe. Jimmy no va armado porque ha salido corriendo y yo tenía su arma. ¡¿Cuál es su plan entonces?! ¿Ha entrado desarmado a enfrentarse a Sullivan y Eileen? ¡¿Qué va a hacer?!

―¿Por qué te importa tanto esa puta retrasada, Jimmy? ―le pregunta ella rabiosa.

―¿Ves como está celosa, Sullivan? ―murmuro, volviendo a mi plan. Quizá se maten entre ellos―. Estoy segura de que quería matarla incluso antes que a Jennifer. Pero no os gustaba, ¿no? Porque Kitty es como una niña y a vosotros os gusta que entiendan la tortura a la que las sometéis. Estoy segura de que quería matar a Christal también desde el principio... Y, luego, sería el consuelo de Jimmy. Por eso se lo tiraba incluso cuando estaba contigo ya, Sullivan.

―¡Eso no es verdad! ¡No puedes creer las cosas que dice, Sullivan, amor mío! ―Eileen se acerca con intención de golpearme, pero Sullivan le apunta con la pistola y ella se para con brusquedad.

La verdad es que no sé si se acostaba con Jimmy. Ella insinuó que sí, pero me da igual la realidad si me vale para lo que quiero, y parece que funciona. Sullivan no sabe qué hacer, sigue sujetándome, pero apunta a Eileen.

―Te las dejaré a las dos, pero tienes que quitar al tirador de la puerta para que yo me vaya ―le dice Sullivan a Jimmy.

―¡No puedes hablar en serio! ―grita Eileen.

―Esto no es una negociación, Robinson ―le responde Jimmy con calma―. Voy a mataros a los dos.

―Pues Ada morirá conmigo, Burnside ―le amenaza Sullivan.

Cojo aire cuando la pistola vuelve a mi sien. Al menos ni me he desmayado ni me he meado encima. Aún. Jimmy no responde y me parece que no va a hacerlo. No sé a qué espera para actuar. Parece que le da igual llevarme por delante en su estúpida venganza. ¿Por qué no lo hace de una vez, entonces?

―Joder, Ada, te dije que no vinieras ―se queja Jimmy finalmente, con un resoplido.

Luego camina hacia el punto más iluminado de la fábrica. Falta un cartón en una ventana superior y un rayo de sol impacta directo en él. Parece un héroe de película. Salvo porque Jimmy no es un héroe, nunca lo ha sido. Ni siquiera es inocente.

Pero sus ojos, de ese color miel tan extraño casi amarillo se desvían a mí solo un instante y sé que está sufriendo. Se divide entre lo que cree que debe hacer y lo que él desea. Y, en realidad, no quiere hacerme daño, quiere protegerme, pero no está armado y dudo que sepa cómo salir de esta situación.

El fuego no siempre quemaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt