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El vapor corría con regueros de humedad por la mampara del baño. Las nubes de calor condensado se mezclaban con el agua férvida hasta dormir la preocupación. 

Erick no permaneció bajo el agua demasiado tiempo, pues de pronto solamente salía líquido gélido que ni de lejos conseguía calmar su constante ansiedad. 

Salió de la ducha y se secó con una toalla fría y rasposa. Era áspera. Casi se había tornado sádica por culpa de la secadora. Sin embargo, la información se desvaneció cuando apoyó las plantas de los pies contra el álgido sueño sin pulir.  

Se vistió rápidamente y agarró la ropa sucia, junto a la toalla con la que ahora se secaba el pelo. 

Al salir, lo primero con lo que se encontró fue con un ligero suspiro no muy lejos de ahí. 

Joel apareció por el pasillo con una mueca en el rostro. Llevaba entre los brazos una sudadera de Erick y un pantalón presidiario. 

—Ya era hora, joder. Me ha tocado robarte el agua caliente en la cocina a ver si te dabas más prisa. 

El ojiverde frenó sus pasos y lo analizó desde su posición. 

Hacía tres días desde la visita de Richard, y Joel no había tenido otra recaída similar. Había momentos en los que parecía enfadado, pero Noah solía pedirle más clases de dibujo y todo parecía pasar. 

Erick alzó una ceja y se apoyó contra la pared cuando Joel pasó frente a él. Agarró la tela de su sudadera y negó con desaprobación. 

—Deberías pedir permiso antes de robarme ropa. 

—Y tú deberías comprar tallas más grandes. Principito enano… 

Ni siquiera se contuvo cuando le pegó un pequeño empujón desde el hombro. 

La sonrisa de Joel fue progresiva, hasta que se perdió dentro del cuarto de baño junto a su portador. 

Erick se movió tranquilo por la casa. Puso una lavadora, limpió un poco el salón, organizó la ropa de su habitación y se preparó un nuevo café en un tiempo realmente asombroso. 

Estaba apoyado en la bancada, con la vista fija en la entrada de la cocina mientras sostenía entre manos una caliente taza de marfil. Escuchó la puerta del baño y, después de algunos segundos, vio ante su vista como la toalla que había utilizado Joel cruzaba la entrada de la cocina. Por último solamente se escuchó el ruido de la puerta de la habitación cerrándose rauda. 

Por supuesto que chilló y montó un débil escándalo ante el comportamiento rutinario del militar presidiario que hibernaba junto a él. 

Oh, había que destacar que la cellisca ya había pasado. Erick ya podía llevar a Noah a clase. Ese era el primer día, de hecho, después de mantener prisioneros a miles de habitantes en la ciudad de Londres durante poco más de una semana. 

Estaba perdido en una nube humeante de sus pensamientos. 

El aroma amargo del café se deslizaba sutil hasta sus fosas nasales. Tal vez podría comprar una radio para escuchar las noticias ahí también… 

Un ruido tintineante llenó de escándalo la casa entera. 

Erick, a consciencia de quién era, dejó veloz la taza sobre la bancada y se encaminó hasta la puerta principal. Miró hacia el pasillo mientras caminaba, pero afortunadamente nadie salió de ninguna habitación. 

Al abrir, Zabdiel lo recibió con un ceño fruncido que a él ya le resultaba familiar. Tapaba su cabellera dorada con una capucha opaca. Llevaba las manos resguardadas también. 

Arkhé || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora