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Erick despertó esa mañana con la garganta completamente seca. 

Había pasado la noche casi en vela, escuchando escándalo en la habitación de Joel. Sin embargo, él no se levantó en esa ocasión. Ya le avisó. Si se jodía la vida era su problema. 

Noah no estaba en la cama cuando despertó. La tormenta seguía pronunciada y potentes copos de nieve acentuaban el cristal de las ventanas como si estuvieran chillando por atención. 

Era domingo. Para descansar y relajarse. Él llevaba tiempo trabajando todos los días, pero con el dulce comezón de que descansaría por un tiempo prolongado después. 

Salió de la habitación con el pantalón del pijama y una sudadera. Su cabello seguía algo húmedo de la ducha que se dio anoche, así que pasó los dedos por ahí con la intención de domarlo. 

Al llegar al salón descubrió que estaba desierto. Caminó dos pasos más y se encontró en el umbral de la puerta, con el corazón de pronto acelerado. 

Joel estaba sentado en una de las sillas, con la capucha de su sudadera puesta. Noah estaba a su lado. Ambos estaban muy concentrados dibujando y pintando como para darse cuenta de que Erick entreabrió sus fauces en la entrada. 

Seguía enfadado con Joel. 

Carraspeó la garganta. Se quedó estoico en su lugar al tiempo que ambos alzaban la mirada hasta él. 

La mandíbula de Erick cayó cuando Noah dibujó una sonrisa en sus labios. 

—¡Papá!

El niño se levantó de su asiento y corrió hacia él, alzando los brazos para que Erick lo cargara. 

No podía expresar con palabras la forma lenta en la que sus ojos se humedecieron, ni la mirada que le dio de cerca cuando lo cargó y rodeó su mejilla con la mano derecha. 

—Hola, mi vida… 

—Joel me ha enseñado a pintar sin salirme. Tienes que verlo, vamos. 

Erick lo dejó en el suelo y lo siguió raudo con la mirada cuando Noah corrió de vuelta hasta su asiento, subiendo y extendiendo los dibujos sobre la mesa para él. 

Tragó el nudo que se afianzaba con espinas a su garganta y se encaminó hacia ahí anhelando la falta de saliva. Necesitaba otra ducha y un café. 

Joel lo miró desde su posición, con la cabeza sujetada desde su mejilla por una de sus manos. Su rostro reflejaba la resaca más maligna, pero no se quejó en lo absoluto cuando Noah habló sobrepasado de emoción. 

Erick miró los papeles. Habían varios intentos, aunque se veía un progreso notable. También habían dibujos increíbles, trazados con precisión y profesionalidad. 

Alzó la vista hasta Joel, que seguía en silencio sosteniendo su rostro. Después miró a Noah y le regaló una pequeña sonrisa. 

—Está genial, Noah… 

Los ojos del niño brillaron sin sonrisa. 

—¿De verdad, papá?

—De verdad. Lo colgaremos en el salón. 

—¡Sí! 

Erick le regaló una sonrisa y se inclinó para dejar un beso en su frente. Removió su cabello con cariño y lo miró con adoración. 

—¿Por qué no vas a ver dónde podemos ponerlo mientras te hago el desayuno? 

Noah asintió una sola vez y estiró sus brazos en busca de ayuda. Erick le ayudó a bajar de la silla y lo siguió con la mirada una vez que el niño salió corriendo de la cocina. 

Arkhé || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora