10. Inocente Anna.

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Me sentía como una completa perdedora. Una total y completa perdedora que se negó a dar su segundo beso con el chico por el cual se ha muerto de amor durante más de diez años.

Corrí a casa con la esperanza de ver a mamá y contarle lo que había pasado, a veces un buen consejo de mamá era lo que necesitaba para poder solucionar las cosas. Pero ella no estaba en casa y tampoco lo estaban los gemelos. Lo único que encontré fue una nota encima de una caja de pizza grande.

"Los gemelos y yo decidimos vivir una aventura de último minuto, volveremos mañana por la mañana. Le mande un mensaje a la mamá de Niall y ella dijo que no tendría ningún problema en dejarlo dormir en nuestra casa. Sé amable con él, te amamos."

Lo único que me quedó por hacer fue tomar el helado del congelador y llevarlo a mi cuarto con una cuchara del doble de grande que mi boca. Quería llorar y comer helado. Ese era mi rutina cuando estaba muy triste o me sentía dentro de un maldito hoyo.

Me metí dentro de mis sabanas y me tapé la más ligera para poder respirar correctamente. Dejé el bote de helado en el suelo mientras estiraba mi mano con la cuchara en ella para poder comer mientras lloraba.

Definitivamente esto no le ayudaría a mi autoestima y tampoco le ayudaría a mi salud, pero no me importaba en lo absoluto, solo quería que este dolor se esfumara de mi pecho.

Me senté en mi cama cuando sentí por un momento que me comenzaba a ahogar. Estiré mi cuerpo para poder alcanzar el control remoto y encendí mi pequeño televisor color gris. A penas este se encendió me mostró la escena más empalagosa de The Notebook donde Rachel McAdams y Ryan Gosling se besaban bajo la lluvia y se confesaban el uno al otro que se amaban.

Ver aquello me hizo llorar incluso más fuerte que antes.

Dejé la cuchara caer y me tapé con la sabana gigante para poder llorar a gusto.

- ¿Anna? –escuché detrás de mí.

Toda mi piel se escarapelo. Deje de sollozar y destapé de un solo movimiento mi cabeza para poder ver de quien se trataba. Tomé en un acto reflejo mi almohada de corazón y la puse en frente de mí, intentando protegerme.

Como había lágrimas acumuladas en mis ojos tuve que parpadear tres veces para poder aclarar mi vista, pues solo podía divisar una figura masculina parada en mi puerta.

Pasé mi muñeca por mis ojos con la esperanza de poder ver de quien se trataba y cuando lo hice el alma me volvió al cuerpo.

Se trataba de Niall, quien llevaba sus manos en los bolsillos y me miraba atentamente con sus enormes orbes azules.

- ¡Niall! –grito.- Me diste el susto de mi vida, no había reconocido tu voz.

- Anna ¿Qué paso? ¿Por qué estas llorando? –dice desesperadamente preocupado.

Volví a relajarme soltando mi almohada y volviendo a mi posición fetal de antes, tapándome completamente de pies a cabeza.

El área libre al lado de mí no tardó en hundirse. El aroma tan rico y familiar de Niall se hizo presente y la mano de él se encargó de descubrir mi rostro en llanto bajando las sabanas.

- Anna... -murmuró.- Dime que paso.

Negué con la cabeza arrugando la nariz.

- ¿Ese idiota intentó propasarse contigo?

Volví a negar con la cabeza.

- ¿Te humilló?

Apreté los labios y volví a negar. Yo sola me había humillado prácticamente.

Té para dos |H.S. & N.H.|Where stories live. Discover now