Capítulo 45: Darangelus sha'ha me

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Lo primero que se me ocurre es usar mis alas y huir de la arena para no tener que avanzar, pero al mirar hacia arriba descubro que nos encierra una cúpula de alambre de púas.

Nunca había podido decir tan literalmente que me siento como un ave enjaulada: con alas, y sin poder volar.

¿Creíste que Lesath no tomaría medidas luego de descubrir tu naturaleza Cosmo?

—No, Sah, solo creí que esta vez la suerte y yo podríamos ser amigas.

Los alambres y las púas están tejidos entre espacios muy pequeños, como una red, pero incluso así se vislumbran las gradas ascendentes como escaleras donde toda una multitud arrolladora, que podría poblar toda una ciudad, aguarda sentada sin aguardar en realidad. Rugen, levantan banderas que no alcanzo a leer desde mi posición, brincan y siguen gritando cosas ininteligibles.

Soy como una hormiga ante aquellos que mueren por verme matar.

En medio de las gradas hay una plataforma única e independiente de las demás, como una alta torre en cuya cima se encuentra un trono rodeado de asientos exclusivos, pero más insignificantes. Ahí es donde supongo que está Lesath, y junto a él el resto de las voces más influyentes de la ley y la religión de Ara.

Doy un paso hacia el interior del laberinto, y la tierra parece sentir mi presencia porque enseguida se cierran alrededor de mis tobillos unas enredaderas verdes con la contextura y la resistencia de las sogas de las horcas.

El jalón me tumba de espalda, el terreno es tan pedregoso que me abro la cabeza con la caída. Siento cómo mi cabello se llena de sangre que se acumula en mi nuca mientras las enredaderas me arrastran a ciegas, rotando y golpeándome con las rocas en los costados y en el rostro.

No sé hasta dónde me quiere llevar, pero no tengo mucho interés en descubrirlo. Saco uno de los gladios de mi cinto y corto con dos tajos las enredaderas poseídas.

Al levantarme me siento magullada, adolorida y muy desorientada, pero alcanzo a escuchar algo cerca. No importa qué fue lo que oí, cuando estás en una arena con el público aclamando tu sangre cualquier indicio que no provenga de ti mismo es una amenaza.

Me agacho y pego la espalda a una de las piedras bajas que tengo cerca, no me oculto detrás de las más grandes porque eso sería lo obvio.

Espero, espero.

Siento el corazón en la boca, creo que estoy a punto de vomitarlo. Mi alimentación los últimos días tampoco fue muy buena como para mantenerme en pie, alerta y con la energía suficiente para enfrentar cualquier amenaza. Necesito mi poder.

No me uses tan rápido o perderás la ventaja -me aconseja Sah.

Vuelvo a escuchar algo... No son pasos, no son gritos... Parece una respiración y sé que está muy cerca de mí, tal vez pegado a la piedra que me resguarda. Pero no, no es una respiración, este sonido cuenta con más vibraciones. Parece un...

Ronroneo.

—Lo siento, prefiero perder la ventaja que la vida.

Invoco a Sah, aunque ella se resiste, y tengo que combatir el dolor en mi espalda y su negativa mientras corro lo más lejos posible de aquel ruido animal.

¿Qué si me salta encima y no estoy lista para luchar?

Caigo un par de veces pero sigo avanzando mientras mis alas se materializan a mi espalda y dejo de oír la voz de Sah para empezar a sentirla en mi piel.

Solo me detengo cuando he llegado al propio centro de la arena, y no soy la única.

Somos ocho participantes en juego, aunque solo alcanzo a ver cuatro justo ahora en medio de la arena. Diría que me preocupan, pero mis ojos no se apartan de un hecho todavía más alarmante que dos pares de asesinos letales y sin empatía que necesitan hacer rodar mi cabeza para conservar las propias: dieciséis Sirios caninos.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Where stories live. Discover now