01. El diario de Génesis

3.5K 127 5
                                    


Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


・✧・

0̶6̶:̶9̶6̶ ̶a̶m̶.̶

07:46 AM.

Hogar Keiki para niños abandonados. (ya lo sé, no se curraron el nombre)

Philadelphia.


Querido diario,

soy yo otra vez. Es el día 5507.

Me siento nostálgica. Ayer encontré el libro con el que aprendí inglés hace ya cuatro años, y me ha traído memorias.

Memorias de como llegué aquí. De lo poco que he vivido en esta vida aburrida.

Cuando tenía apenas días me dejaron en la puerta de este sitio. Todavía conservo la cesta en la que llegué en una esquina de la habitación. No la uso para nada. Me parece fea.

Llevo aquí desde entonces. Solamente ha habido una familia que mostrara un mínimo interés por conocerme. Aunque alguien debería de haberle dicho a mi yo de 9 años que lo de la adopción es un sueño ridículo, y que no merece la pena ilusionarse sabiendo que nadie querría jamás una hija como yo.

No me malinterpretes, mi comportamiento es ejemplar. Puedo considerarme lista, porque leer es lo único que me mantiene más o menos cuerda, y también soy creativa. Pero tengo un defecto. Uno demasiado grande como para ignorarlo.

Algunos en este orfanato de mierda lo llaman "muerte humeante roja". Yo lo llamo telekinesis.

A nadie parece importarle que no sea mi culpa haber nacido con una habilidad que no posee nadie más a mi alrededor. Desde que tengo memoria me temen, hacen burlas crueles que he aprendido a ignorar, y tratan mi condición con rechazo.

Te lo explicaré de manera simple: es una especie de aura color vino de sale de la piel de mis manos. Me permite hacer levitar cosas, siempre que las haya tocado antes alguna vez, y también puedo derribar objetos o personas, si me concentro bastante... O si por el contrario pierdo el control.

Solo me ha pasado una vez. Hace años, muchos muchos años.

De vez en cuando aún sueño con la cara de aquel niño. El niño al que casi asfixio, por perder los estribos. Él y sus amigos me provocaron demasiado... y yo no pude evitar explotar.

Nadie les echó la bronca por lo que hicieron. Pero todo el mundo me culpó a mí por lo sucedido. Después de tanto tiempo todavía hay empleados y niños que no se atreven a acercarse a mí.

No me importa. Tampoco quiero que se acerquen.

Estoy mejor sola en este cuarto. Tengo a Potter, a Holmes, y al viejo raro ese... ¿Gan... Gandalf? Sí, ese, el mago.

Tengo libros. Todo es mejor con libros, ¿no? 

No necesito a nada ni a nadie


—Eh, tú. Tienes una visita. 

La voz interrumpió la escritura en el cuaderno. Los ojos color __ de la huérfana se agrandaron con rapidez, sorprendida. El sonido de la puerta abriéndose la alertó. Se incorporó y trató de acomodar su holgado vestido blanco y peinar su pelo largo con las manos.

Un hombre con el pelo gris, un monóculo y un traje de aspecto intelectual entró por la puerta segundos después. 

—¿Esta es? —preguntó a la mujer de su lado, empleada del orfanato. 

La albina de moño desaliñado asintió. El viejo observó a la chica con visible desagrado. 

—Mi nombre es Sir Reginald Hargreeves. 

La huérfana esbozó una sonrisa curiosa.

—¿Eres psicólogo? Tienes cara de psicólogo.

Reginald torció la cabeza, casi extrañado de que la niña se hubiera atrevido a hablar.

—No lo soy —respondió cortante—. Vengo con la intención de acogerte en mi academia. He oído que eres un tanto... —Buscó la palabra adecuada.— peculiar.

¿Peculiar?

La peli__ frunció el ceño y entrecerró los ojos, cruzando las piernas en un gesto de escepticismo. 

—¿Qué-

—No te he dado permiso para alzar la voz y tomar la palabra.

Las sábanas blancas se arrugaron cuando los puños de la chica se apretaron con algo de molestia. 

—Disculpe.

—Enséñame lo que puedes hacer, por favor.

Sin una respuesta, la menor obedeció de inmediato. Si aquella era una remota posibilidad de salir de aquel lugar, de aquel falso hogar, la tomaría encantada.

Con un suave gesto de su mano derecha hizo que levitaran un par de libros y los atrajo hasta ella. 

—¿Naciste con esa capacidad?—cuestionó Reginald, sin parecer nada fascinado.

Ella estaba confusa y terriblemente intrigada. ¿Por qué este hombre no mostraba signos de estar asustado de ella, como el resto de gente?

 Acomodándose el monóculo, el señor Hargreeves habló:

—Respóndeme.

—Sí... Sí, nací así. —Un suspiro largo.

La trabajadora del orfanato se mostró sorprendida y observaba la interacción.

—¿Tiene limitaciones? La telekinesis.

La huérfana soltó una media carcajada. El señor raro llamaba al poder igual que ella. No de manera denigrante ni desagradable. 

—No lo sé, nunca he puesto a prueba mis límites.

—¿No has salido de aquí? 

—No, señor —contestó al segundo la fémina.

No podía negarlo, una chispa llameante de esperanza estaba brotando en ella, y tintando sus mejillas de rosa vívido.

—Tu nombre.

—No-

—Tu nombre a partir de ahora será Número Ocho.

Número Ocho. || [ᴄɪɴᴄᴏ ʏ ᴛᴜ́] ♥︎Where stories live. Discover now