Cap. 44º: "Miedo a la oscuridad."

32.4K 1.7K 152
                                    

Conducíamos a más de 120 kilómetros por hora, el paisaje a nuestro alrededor pasaba como un borrón de distintos colores, y yo no parecía en lo absoluto preocupada de la dirección a la que nos dirigíamos.

Miré a Alexander, sus manos estaban tan fuertemente sujetadas al volante que sus nudillos se estaban comenzando a tornar tremendamente blancos. No quería incomodarlo con preguntas innecesarias, sabía que todos nosotros necesitábamos que nos dejasen en paz en situaciones de mayor tención emocional, por lo que me limité a alargar el brazo y encender la radio.

—Kate, yo... —comenzó a decir mi acompañante al momento en que una canción country inundó el pesado silencio del auto— ¿Estás segura de esto?

—¿Segura de qué? —lo miré con una pequeña sonrisa en los labios— ¿De huir de casa con el cantante de rock más codiciado del momento? No lo sé, puede que tuviera mejores cosas que hacer... —bromeé.

Alexander me dedicó una mirada indescifrable, que al instante provocó que la sonrisa de mis labios se borrara de golpe.

Esto no era un juego, y lo sabía, pero ¿de qué otra forma quería que le contestara? ¿Era mejor acribillarlo a preguntas del tipo: "a dónde vamos" "cuál es el plan" "qué demonios estamos haciendo"?

—No eres el único con la necesidad de escapar de esa casa —dije con voz firme— Tal vez nuestras motivaciones sean distintas, pero no pretendo quedarme en ese lugar más tiempo del necesario.

Alexander se limitó a asentir sin despegar la vista del camino.

—Jamás te pediría que hicieras algo que no quisieras —me miró— lo sabes ¿verdad?

—Es bueno saberlo —le sonreí levemente.

—Creo que deberíamos conseguir ropa nueva —dijo de pronto, haciéndome caer en la cuenta de que llevábamos la misma ropa de anoche.

Instantáneamente me comencé a sentir realmente incómoda. La única fuente de ingresos que iba a tener la había perdido al ser despedida de mi primer empleo en Inglaterra.

—No tengo dinero suficiente —comencé a balbucear.

—Tranquila, yo me encargo de eso.

—No quiero que andes por ahí comprándome todo —me apresuré a decir.

Alexander comenzó a sonreír de la típica forma que indicaba que me soltaría un comentario sarcástico.

—Bueno, en ese caso considéralo como un préstamo.

—¿Y qué vas a querer a cambio? —lo miré elevando una ceja— ¿Ser tu esclava por un mes?

Alexander soltó una risa amortiguada y me miró con el ceño fruncido.

—Tú lees muchas novelitas de amor ¿no es cierto?

Inmediatamente todo el color de mis mejillas se multiplicó a su máxima expresión. Definitivamente este sería un largo viaje.

—Olvídalo, prefiero quedarme vestida así.

—Tranquila gatita, ya pensaré en una forma en la que puedas saldar tus deudas —dijo con ese tono de voz tan confidencial que lograba erizar cada centímetro de tu ser.

***

Aparcamos en el primer centro comercial que encontramos a las afueras de la ciudad, el cual por suerte no estaba tan atestado de gente como esperaba, y a la primera tienda que entramos fue a American Eagle, a pesar de mis cientos de protestas.

—Cuando dijiste que compraríamos ropa, creí que te referías a algo básico que nos sacara del apuro, no comprar ropa para renovar tu armario —bufé mientras le pisaba los talones en la sección de chaquetas.

Alexander llevaba las manos cargadas con vaqueros, camisetas, ropa interior y ahora se decidía por una cazadora de color negro, mientras que yo seguía con las manos vacías.

—Katherine, Katherine —comenzó a reír— En serio tienes que dejar de ver películas tan cliché en Netflix.

Lo miré boquiabierta.

—Tú ganas —dije poniendo las manos en alto a modo de rendición— Será a tú manera, pero alguien tiene que administrar los gastos aquí, porque a este ritmo no veo cómo haremos para sobrevivir más de un mes.

—¿Y quién dijo que quiero estar contigo más de un mes? —dijo con una media sonrisa sarcástica.

Lo miré con los ojos muy abiertos.

—Bueno, yo... es que yo pensé...

Al instante Alexander me regaló una sonrisa radiante y con la mano que tenía libre despeinó mi ya alborotado cabello.

—Es broma Kate, debes dejar de preocuparte por absolutamente todo.

Y dicho esto, se alejó dejándome como una cría emberrinchada en medio del pasillo.

***

Después de horas de recorrer la mayor parte del centro comercial, nos encontrábamos sentados en la sección de comida rápida devorando un par de hamburguesas con patatas fritas, rodeados de un centenar de bolsas a reventar de ropa.

—Jamás creí que Alexander Wayland rompería el estereotipo de chico malo que odia ir de compras. —dije después de darle un sorbo a mi bebida.

—Me subestimas, gatita —se limitó a contestar— Todos tenemos una debilidad en este mundo consumista.

—Creí que la tuya eran los autos.

—No puedes culparme por disfrutar de ciertos lujos que antes no me podía dar —se encogió de hombros.

Aquella respuesta logró dejarme en silencio. Honestamente no sabía como había sido la vida de Alexander antes de mudarse a Plymouth con mi padre millonario. Había dado por hecho que de alguna u otra forma, él y su madre siempre habían tenido una vida llena de lujos. Tal vez estaba equivocada.

Me aclaré la garganta.

—Odio tener que hacer las preguntas obvias, pero ¿qué pasará con la banda?

—¿A qué te refieres? —masculló Alexander mientras terminaba el último bocado de su comida.

—¿No tenían un concierto la próxima semana?

De pronto el semblante de Alexander consiguió ensombrecerse lo suficiente como para que pudiera notar que ya había estado pensando en aquello más de lo que le hubiese gustado admitir.

—No planeaba perdérmelo por nada del mundo. —dijo con ironía.

—Ya... Entonces esta es la parte de la conversación en la que te pregunto ¿Cuál es el plan? —dije al tiempo que me recostaba en el respaldo de la silla y me cruzaba de brazos.

—Quiero estar lo más alejado de la mansión, mi madre y todo lo que eso conlleva.

—Eso me queda claro, Einstein. Pero a menos de que conozcas un lugar donde podamos pasar las noches, no le veo mucho futuro a este plan.

La sonrisa de Alexander volvió a reaparecer en su semblante.

—Oh, no te preocupes por eso gatita, conozco el lugar perfecto. —dijo mientras se ponía de pie y se detenía delante de mi silla— Solo espero que no seas de las que le tienen miedo a la oscuridad. —susurró esto último a mi oído.

Me quedé de piedra sintiendo como el corazón me comenzaba a ir a mil por hora ¿Qué rayos quería decir con eso?

***

Andrea. 🖤

Good Girls love Bad BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora