Cap. 21º: "Introducciones."

45.6K 2.7K 261
                                    

—¿Cómo dices? —su voz era contenida y lentamente se giró a verme.

Oh, no.

—Yo... ¡No me dejaste otra opción! —dije de pronto siendo presa del enojo y en parte la ansiedad— Se supone que tenías que haberme traído contigo y me dejaste plantada en casa ¿Qué se supone que había tenido que hacer? No conozco esta ciudad y apenas si pude guiarme con el GPS y de no haberlo traído no hubiera podido presentar la prueba— dije subiendo cada vez más el tono hasta terminar en un gritito casi histérico.

—¿¡Estás loca!? —explotó al igual que yo, tal vez incluso más— ¿Sabes qué me hubiera hecho tu padre si te pasaba algo? ¡Pudiste haber tenido un accidente! ¡Y en mi puto auto! ¿Sabes a quién hubieran hecho responsable? ¡A mí! —dijo ahora que lo tenía frente a frente.

Podía sentir su cálido aliento golpear con mi cara. No pude evitar sentirme completamente pequeña.

—Pero a ti eso no te importa ¿No? —prosiguió respirando con dificultad, con los puños bien apretados a cada costado de su agitado cuerpo— Solo eres una niñita más, caprichosa y berrinchuda que sólo quiere...

—Cállate —dije con un hilo de voz, sin poder siquiera mirarlo a los ojos.

—¿Piensas que tu vida es difícil porque te has tenido que mudar con tu papá? —continuó ignorando mis palabras— Pues sorpresa, muchos lo tienen peor.

—¡Ya basta! —grité mirándolo de golpe a los ojos.

Alexander me miró perplejo por unos segundos y se separó ligeramente de mí, pero inmediatamente yo me encargué de acortar la distancia.

—No sabes absolutamente nada acerca de mí o mi vida —dije colocando mi dedo índice en su fuerte pecho. Me costaba respirar y las palabras salían entrecortadas de mis labios— Es verdad, me gusta tener en control ciertos aspectos de mi vida, pero eso no quiere decir que lo haga a costa de los demás. A diferencia de ti, yo no me pasó el día buscando las palabras que van a hacer sentir peor a los demás por el simple placer de hacerlo.

Alexander apretó con fuerza los labios y entrecerró sus verdes ojos hasta convertirlos en dos pequeñas rendijas. Abruptamente me separé de él y negando con la cabeza me alejé hacia la puerta principal.

¿Cómo alguien podía ser maldito y bipolar al mismo tiempo? No lo entendía, en verdad que no.

—¡Kate! —lo escuché gritar a mis espaldas.

Enojada y exasperada me paré en seco y comencé a rebuscar en mi bolsa, hasta sentir los bordes de las llaves de Alexander. Podía escuchar como sus convers golpeaban contra el piso de grava.

—Kate... —dijo a mis espaldas.

Sin pensarlo dos veces me giré a verlo antes de que pudiera posar su mano en mi hombro y le arrojé las llaves al pecho, pero ágilmente las alcanzó al vuelo y yo me di la vuelta lo más rápido que pude.

—¿Cómo piensas regresar? —dijo mientras se volvía a colocar a mi lado. Su tono de voz era neutro.

—A pie.

—Estas siendo ridícula, Kate. Vamos ¿Quieres escucharme?

—¿Escucharte? —dije parándome en seco provocando que Alexander chocara con mi hombro— Creo que lo llevo haciendo los últimos minutos, y he escuchado perfecto.

Alexander se llevó las manos al alborotado cabello obscuro con frustración.

—Carajo, entiende —dijo posando abruptamente sus manos en mis hombros— Si tu padre se hubiera enterado me mata, me corta los huevos, yo...

—¿Es sólo eso, Alexander? —dije elevando una ceja y separándome de él, haciendo que sus manos cayeran a sus costados— Porque creí que era solo yo tratando de hacerte la vida imposible a ti y al resto del mundo porque soy una completa egoísta— grité la última frase sin poder evitarlo.

Sin decir nada, Alexander cerró la boca y mirando hacia otra dirección la volvió a abrir.

—Es porque conozco a las chicas como tú.

—¿Qué? —lo miré perpleja.

Oh, cielo santo, aquí iba otra vez a insultarme.

—La niña buena que intenta hacer todo perfecto, que quiere tener la vida perfecta, el novio perfecto, el trabajo perfecto y al menor cambio de vientos se tira al piso a llorar por ella misma —no pude evitar mirarlo con la boca abierta.

Su mirada ya no era venenosa, si no seria y un tanto... ¿Lánguida? Tragué saliva. No podía creer que me etiquetara de esa manera, quiero decir, claro que me había dolido tener que cambiar de planes y venir a vivir a Inglaterra, pero jamás había permitido que eso me hiciera tirarme al piso a lamentarme por mí misma.

—Entonces queda claro que falta mucho para que llegues a conocerme —fue lo único que me fui capaz de oír decir.

Alexander sostuvo mi mirada y se limitó a asentir levemente con la cabeza.

Solté un suspiro, con este sujeto no sabía cómo arreglar las cosas. Nos encontrábamos en un interminable estira y afloja que me dejaba totalmente agotada, pero al final de cuentas yo había tomado su auto sin permiso y no quería tener que dejar las cosas sin resolver.

—¿Qué te parece si empezamos de cero? —lo miré— Me llamo Kate Hastings, ladrona de autos profesional, y un poco obsesiva compulsiva— bromeé con una pequeña sonrisa en los labios al tiempo que le extendía mi mano.

Y a continuación, fui testigo de algo que nunca antes había visto en aquel rostro, y fue la sonrisa más deslumbrante y encantadora que jamás había visto. Me quedé atónita por unos momentos.

—Alexander Wayland —estrechó mi mano— Dios de la música, sex symbol, IQ de 185 y ejemplo de la modestia —dijo esto ultimo con un guiño.

Sin poder evitarlo me eché a reír a carcajada limpia ¿Por qué no podía ser así siempre?

***

Good Girls love Bad BoysWhere stories live. Discover now