Cap. 16º: "El intruso."

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—¡Largo de aquí! —fueron las primeras palabras en salir de mi boca después de haber pegado un tremendo grito.

Recuperándose del aturdimiento, Alexander cubrió ligeramente sus ojos con la palma de su mano y fue lo bastante discreto como para darse la vuelta, pero el maldito no salía del cuarto.

—Lo siento —dijo mientras yo luchaba por alcanzar la toalla que había dejado colgada en un perchero cercano— no creí que fuese a estar ocupado.

—¿Pero qué dices? —bufé molesta— ¡Este es mi baño!

—Bueno... —comenzó a decir Alexander— se podría decir que es un baño compartido, querida hermanita.

Al momento de escuchar aquellas palabras, no pude evitar sentirme transportada a aquél horrible sueño que había tenido por la mañana. Involuntariamente, me torné más roja de lo que seguramente ya estaba.

—¿Qué quiere decir eso? —dije una vez que me encontré envuelta en la toalla blanca y me quedaba como de piedra a un lado del jacuzzi.

—Qué como seguramente acabas de descubrir hace unos momentos, este baño tiene dos puertas —dijo al tiempo que giraba un poco la cabeza y descubriendo que no tenía nada que mostrar, se giraba por completo a verme— la de allá —señaló con la cabeza la puerta por la que yo había entrado— que conecta con tu habitación, y esta —dijo apuntando hacia la que tenía detrás de él —que conecta con mi habitación.

Esto tenía que ser una broma.

—Y si sabías todo eso, ¡¿por qué no has tocado?! —bramé.

—Lo he olvidado —dijo encogiéndose de hombros, al tiempo que se dirigía hacia el lavabo y abría el espejo donde pude notar, se encontraban todas sus cosas de baño almacenadas.

Anonadada y sin saber exactamente qué hacer, pude ver como Alexander sacaba una pasta dental y un cepillo de dientes y comenzaba a lavar su boca como si yo no estuviera ahí. Después de escupir en el lavabo, pude ver como sus ojos se encontraban con los míos a través del espejo. Inmediatamente desvié la mirada.

—¿Piensas quedarte mirando ahí todo el día? —dijo con una sonrisa sarcástica, la cual me daban ganas de borrarle a golpes de la cara.

—¡Tú eres el que me está interrumpiendo! —dije indignada, aferrándome con fuerza al borde de la toalla para que esta no se cayera por ningún descuido— No puedes entrar así ¡Y menos si vas a compartir baño conmigo!

Mientras decía todo aquello, Alexander había terminado de enjuagar su boca, y ahora me sonreía con una sonrisa de comercial.

—Tranquila, Gatita —dijo girándose a verme— no vi nada que no haya visto antes.

Sin pensarlo, tomé entre mis manos lo primero que tenía a mi alcance, y se lo aventé a la cara.

—¡Largo de aquí!

Riendo entre dientes, Alexander caminó hacia su puerta y se giró una última vez para verme.

—¿También me puedo quedar con esto? —dijo al tiempo que me mostraba aquello con lo que lo había atacado. Un brasier negro.

Quería que me tragara la tierra en ese mismo instante. Ardiendo de vergüenza acorté la distancia que nos mantenía separados el uno del otro, y con un solo movimiento de manos le arrebaté de entre sus dedos mi ropa interior.

—Eres un maldito engreído, loco pervertido.

—Wow —exclamó Alexander sin borrar su amplia sonrisa— Tú fuiste la que me aventó al rostro eso.

—Fuera —dije simplemente al tiempo que lo fulminaba con la mirada.

Sin más que decir, Alexander se giró para desaparecer por dónde había llegado, no sin antes haberme dedicado un guiño de ojo. Azoté la puerta delante de sus narices.

Este chico me iba a volver loca. No cabía duda.

Lo único bueno era que al parecer no seguía enojado conmigo por lo de la noche anterior, aunque por el poco tiempo que llevaba de conocerlo, nunca se podría estar segura, teniendo en cuenta su grave problema de bipolaridad.

***

Después del incómodo evento en el que me había visto envuelta, decidí que lo mejor sería acomodar mi habitación un poco y hacerla parecer un poco más mía y no la de un cuarto de hotel totalmente monótona.

No es que hubiera llevado cuadros o pósters qué colgar en las paredes, pero el hecho de ver mis cosas organizadas en los muebles me hacía sentir un poco mejor.

Lo más hermoso de todas mis posesiones eran mis libros, claro que no había podido traer todos, pero con tener mis favoritos era suficiente. Me encontraba ensimismada acomodándolos en el librero que formaba parte del escritorio de madera, cuando el característico sonido de mi celular inundó la habitación.

Aturdida, me acerqué a la mesita de noche donde lo había conectado la noche anterior, y sin pensarlo dos veces presioné el botón verde.

—Hola, mamá.

—¿Cómo has estado, tesoro? —dijo al escuchar mi voz.

—Bien, Ma ¿Y tú, ya conseguiste trabajo? —pregunté preocupada por la situación tan complicada en la que se encontraba.

—Sí —soltó un suspiro— En Virginia.

—¡Eso es estupendo! ¿Cuándo comienzas? —pregunté aliviada.

Tal vez después de todo Cameron tenía razón y podría transferirme a la Universidad de Florencia en un año, cuando mamá lograra estabilizar sus cuentas.

—La próxima semana —respondió.

—¿Pasa algo? No te escuchas muy feliz.

Otro suspiro se hizo oír del otro lado de la línea.

—El sueldo... no es exactamente lo que esperaba —dijo finalmente— Voy a tener que hipotecar la casa, Kate.

Una leve punzada se hizo presente en la boca de mi estómago. Sabía lo que ese montón de ladrillos representaba para las dos, y aunque sólo se trataba de eso, no dejaba de ser un lugar en el que atesorábamos nuestros mejores recuerdos.

—¿No hay otra opción? —dije lentamente.

—Parece que no. He conseguido un apartamento en Virginia y estoy comenzando a hacer la mudanza.

—Me gustaría estar ahí para poder ayudarte —me lamenté.

Siempre había estado con mamá y el hecho de que se las tuviera que arreglar sola me preocupaba en gran medida.

—Descuida, Kate —dijo en un tono de voz un poco más animado— Saldremos de esta, pero ¿cómo estás tú?, ¿has visto algo de la universidad?

Y de pronto el corazón se me detuvo. Oh, mierda la Universidad.

—Mamá, tengo que colgar, he olvidado que tenía cosas qué hacer —dije atropelladamente, al tiempo que tomaba una chaqueta y salía disparada de mi habitación.

—Oh, está bien, cariño yo...

—Te amo, adiós.

Y antes de que mi madre pudiese contestar algo más di la llamada por finalizada.

***

Good Girls love Bad BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora