Cap. 2º: "Un giro de 180º"

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—Espera, ¿Tu madre qué?

Inmediatamente después de salir de la biblioteca, marqué el número de Cameron y al tercer "bip" me contestó con voz adormilada. Lo cierto era que había perdido la noción del tiempo mientras hablaba con mi madre, pero la urgencia de ver a mi mejor amigo me hizo ignorar por completo que era alrededor de la una de la mañana.

En pocos minutos nos encontramos en las canchas de tenis, donde acostumbrábamos a charlar por horas en lugar de hacer ejercicio. Cameron llevaba una sudadera roja y los pantalones a cuadros del pijama, mientras que yo, seguía vestida con la misma ropa que había escogido la mañana anterior para ir a la escuela.

—Le hicieron firmar su renuncia —dije al tiempo que soltaba un enorme suspiro.

—Pero... ¿pueden hacer eso? Quiero decir, no pueden hacerle una mala jugada a nadie, ¡y menos a una abogada! —exclamó.

Le dediqué una sonrisa cansada.

—Gracias por la empatía, Cam, pero ya está decidido.

—¿Y qué van a hacer ahora?

Sin poder evitarlo me llevé las manos al rostro, y por unos instantes fui presa de unas tremendas ganas de ponerme a llorar ahí mismo sin importar nada, pero no lo hice. No era el fin del mundo, o al menos eso me trataba de decir la parte racional de mi mente.

—Mamá dice que tiene un amigo en Virgina que la puede ayudar a conseguir algo allá —le expliqué— Y yo...

—Te vas con tu padre —finalizó Cam por mí.

Lo miré frunciendo los labios con fuerza y asentí.

—Ay, Kate... —susurró al tiempo que apretaba mi hombro con afecto— Pero en parte esto es bueno, ¿no?

Cameron había sido testigo de las innumerables veces que había tratado de buscar a mi padre sin éxito alguno, y lo cierto era que una diminuta parte de mi Ser se aferraba a la posibilidad de que algún día se presentara en nuestra puerta como por arte de magia.

Sin darme cuenta había derramado unas cuantas lágrimas que me apresuré a borrar con el dorso de mi mano.

—No me desagrada el hecho de conocer a Ezra —dije su nombre de pila— Pero no quería que fuera de esta forma, ¿sabes?

—Lo entiendo —asintió— Pero si lo piensas, podría ser peor.

Solté una especie de bufido combinado con un suspiro.

—Ya lo sé, Cam —lo miré casi suplicante— Pero tú mejor que nadie sabe cuánto me esforcé por entrar a la universidad de Florencia, incluso le rogué a mamá que viéramos la forma de conseguir una beca, pero ella...

—Ya tenía todo resulto —finalizó mirándome con pena.

No pude más que asentir.

Mi madre se había puesto en contacto con papá por primera vez probablemente desde que se habían divorciado, y en poco tiempo todo había quedado resuelto sin siquiera consultar mi opinión al respecto. En unas semanas viajaría a Plymouth, la ciudad natal de mi padre, ubicada al suroeste de Inglaterra, para ir a vivir con él y su nueva familia, y honestamente no sabía como sentirme al respecto.

—Ve el lado positivo, Kate —dijo mi amigo— Tienes la doble nacionalidad e irás a unas de las mejores escuelas públicas. No tienes que preocuparte por nada económicamente hablando, y mientras tanto, tu madre ya ideará una forma de salir de los números rojos. Tal vez hasta puedas transferirte de vuelta a Italia después de un año —se encogió de hombros con sencillez.

—Lo sé —susurré.

—¿Pero...?

—¿Qué pasa si no le agrado, Cam? —lo miré con los ojos empañados por las insistentes lágrimas que amenazaban con volver a salir— ¿Cómo se supone que me tengo que comportar con él?

Cameron me dedicó una sonrisa amable.

—Estaría completamente loco si no le agradas, Kitty Kat. Eres la mejor persona que conozco en todo el mundo.

Sin poder contenerme, me abalancé a sus brazos y hundí mi cabeza en su hombro.

—Por favor, ven conmigo —supliqué con la voz amortiguada.

Cameron soltó una risa contenida.

—Ojalá pudiera, pequeña, pero alguien tiene que hacerse cargo de la abuela.

Cameron era hijo único, sus padres al igual que los míos se habían separado desde que él era tan solo un niño, y su madre lo había dejado al cuidado de su abuela cuando se había vuelto a casar con otro hombre. Para Cam, su abuelita era más una figura materna que su propia madre, y ahora que los papeles se habían invertido, y era él quien tenía que hacerse cargo de ella, había decidido quedarse en la universidad local en el programa de ingeniería en sonido.

Antes de que pudiera decir nada, Cameron me separó de su abrazo para mírame directo a los ojos.

—Pero cualquier cosa, sabes que soy capaz de tomar un avión que me lleve al otro lado del mundo —dijo en tono serio.

Poco a poco comencé a sonreír.

—¿Qué haría sin ti, Cameron Fellon?

***

Así fue como mi vida acababa de dar un giro de 180 grados en cuestión de unas cuantas horas. Ni siquiera hubiera podido imaginar todo lo que me esperaría al llegar a ese desconocido país. 

Good Girls love Bad BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora