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¿Qué se hace en este tipo de situaciones?

Son las tres de la tarde del 1 de septiembre y Jungkook sigue momificado, anclado en la cama de Holland, posiblemente vegetal a estas alturas.

El rubio nunca ha visto a alguien celebrar sus veinte de esta manera, aunque quizá el estoicismo y ventiocho horas de sueño imperturbable sea la manera que tiene Jeongguk de divertirse.

A saber.

Sea como sea, esta meditación infinita y prolongada de Jungkook ya no tiene gracia se mire por donde se mire. Lleva más de tres horas sin cambiar de posición y seguramente el colchón ya se haya amoldado a la forma de sus músculos, engulléndole cada vez más, convirtiéndole en parte de los muelles, de las almohadas, y es que, vaya músculos...

No, Holland, no, no es momento.

A ver, el despertador no ha sonado, de acuerdo, pero esto no es un error de retraso de alarma. Vale, Holland tampoco es que haya sido muy madrugador, y a lo mejor puede culpar a las cervecitas de anoche... ¡Ah, no! De anoche no, de antes de ayer, que acaba de recordar que ha dormido un día entero. Y vale que la noche en la que compusieron juntos hubieran hecho más que buenas migas y hubieran decidido celebrarlo con un poco más de alcohol (como si hubiera sido poco el de la fiesta de Taemin) 

Se acabaron viendo inmersos en temas de conversación para nada trascendentes, de hecho, increíblemente absorbentes: Culinarios (Jungkook le mostró una receta de ramen con huevo  que estaba de muerte y que era su única de manera de sobrevivir cuando los chicos estaban fuera de casa) descubrió, muy para su sorpresa, que Holland, a pesar de ser coreano nativo, aborrecía el ramen y Jungkook se dijo a sí mismo que volvería a ver a aquel chico una vez más con tal de cocinarle y hacerle cambiar de opinión sobre el santísimo ramyun.

— ¿Crees que puede separar al artista de su arte?— preguntaba Holland.

—Pues claro, Holland, solo hay que ver lo bonitos que son los paisajes al lienzo de Adolf Hitler.

En la segunda cerveza y el minuto 1:06 de Neverland, biológicos:

—¿Sabes cuál es el recuerdo más vivo de mi padre?— Holland hablaba sin saber muy bien qué estaba diciendo, a esas alturas ya se había recostado sobre el teclado y había activado con el peso de su cabeza, sin querer, veinte virus informáticos. Pero es que en el momento en el que Holland siente que la química con alguien comienza a fluir, su perímetro hace algo así como chas, algo muy mágico, y desaparece. Dejó de pensar en su invitado como una superestrella y comenzó a considerarle el perfecto acompañante de charlas a medianoche (puesto extremadamente VIP en su círculo social, reservado tan solo a sus personas favoritas) cuando Jungkook le contó anécdotas de su hermano quemando la cocina cuando tenía siete años.

—¿Mhmmmmm?— El maknae estaba ansioso por saber más de él. Jungkook apoyaba la barbilla sobre sus rodillas, medio adormecido, semi drogado, atrapado en la conversación con Holland al cien por cien. Sabía que, si seguía fijándose en el lento e hipnotizador movimiento de labios de Holland y en su voz suave, se quedaría dormido. Llevaba obligándose a sí mismo a llamar a un chófer de Big Hit que pudiera venir a recogerle, pero eran las seis y media de la madrugada, y se estaba tan cómodo ahí....

—Siempre le materializo entrando destrozado por el marco de la puerta, con un montón de peso psíquico en los hombros... — Holland suspiraba y jugaba con el dobladillo del pantalón de pijama de Jungkook. Estaba bien, muy bien, tener a un chico así, para hablar, hablar y nada más, no como con el resto de los que traía a casa, que solo se molestaban en abrir la bocaza para exigir un condón y un polvo rápido y eficiente.

Kookmin's ArchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora