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Jimin creció leyendo a Nicholas Sparks,  porque su madre tenía todos y cada uno de sus libros apilados en una esquinita que denominaba como El Rincón Ficticio de la Enamorada.

Jimin le preguntaba por qué le llamaba <<ficticio>> si ella ya estaba enamorada de papá. Y la señora Park se reía. Mucho. Y Jimin no ha entendido el chiste hasta ahora.

Porque los personajes de Sparks suelen darse cuenta de que siguen enamorados de su amor de verano adolescente cuando ya tienen familia y trabajo en el otro extremo de los Estados Unidos, pero recorren la puta ruta 66 para llegar a South Carolina y estrechar de nuevo a su amor entre sus brazos.

Es por eso que (guíado por Sparks) Jimin se sube a la velocidad del rayo a la primera línea de metro quince minutos después de descubrir que es un idol gay, aborrece las tetas y quiere a Jungkook.

Cree ciegamente que al llegar a su parada,  Jungkook habrá confeccionado uno de esos cartelitos de las agencias de los aeropuertos. Uno que diga:

"Te quiero, Park Jimin, mandémos a la mierda nuestra carrera y casémonos"

Sí, será así. Sonríe mientras piensa en ser felices y comer perdices.

Pero cuando se abren las puertas de la línea D-187, Jungkook le arrastra literalmente a la salida agarrándole del brazo, como si le fuera la vida en ello.

Y dice:

—Corre por tu vida.

Y entonces, después de que rompa todos sus esquemas de enamorado, Jimin se da cuenta de que más que Sparks, Jungkook se asemeja a Tarantino.

Porque cuando todo parece ir bien, Tarantino pega un tiro al protagonista, (Pobre Travolta) Así porque sí. Porque quiere y porque puede, y nadie entiende por qué su guión habla sobre cómo llaman al 'cuarto de libra' en el McDonalds francés

Es todo casi tan bizarro y absurdo como que Jungkook le haga correr como si estuvieran en búsqueda y captura cuando lo único que Jimin quiere es... un abrazo.

—¡No me asustes!— grita Jimin cuando chocan contra una viejecita para salir del tumulto. Ajusta su tapabocas se calza aún más su gorra para no ser reconocido en la estación. Aunque Jimin sabe que los tapabocas son inútiles, las ARMY pueden reconocerles incluso por su talla de pie— ¡¿A dónde vamos?!

Se deja arrastrar por Jungkook y no pone nada de su parte.

—Solo una calle más allá...— sopesa Jungkook delante suyo mientras suben corriendo unas escalerillas que dan acceso al exterior.

Se encuentran en un distrito aislado, un vecindario pacífico bastante alejado del centro de Busan, pero aún así las estaciones siempre son una auténtica jauría humana. Y desde luego no es lugar para idols.

Jimin no deja de mirar atrás, pensando que alguien podría estar persiguiéndoles, pero no es así. Y al doblar la esquina en una callejuela no concurrida con casitas super monas, se da cuenta de que Jungkook solo estaba dramatizando.

Jimin pone los brazos en jarra cuando Jungkook se apoya contra la pared jadeando y le guiña un ojo sonriente mientras le cae una gotita de sudor por la frente debido a la reciente carrera.

El rubio está tan acostumbrado a los repentes de Kook que ni se molesta en extrañarse. La verdad es que está más concentrado en admirarle. Con esa expresión y el pelo alborotado por no tener estilistas cerca parece recién salido de un anime.

—¿Qué pretendes?— entrecierra los ojos.

—Me he librado de Jun— dice triunfante Jungkook. Su pobre guardaespaldas debe de estar frenético ahora mismo.

Kookmin's ArchWhere stories live. Discover now