13. La semana universitaria.

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13. La semana universitaria.

- ¿Mamá, que estás haciendo aquí?

Mi madre tan elegante como siempre, contrastaba con el resto de adolescentes uniformados, con su abrigo de piel marrón y sus Manolos recién comprados. Y por supuesto, sus enormes gafas de sol, a pesar de estar a mitad de octubre.

-Pasaba por aquí, y decidí hacerte una visita. ¿No te alegras de verme, cielo?

- No me creo que tu pases casualmente por los campos de maíz de Colorado, a muchos kilómetros de cualquier centro comercial u organización benéfica mamá. - Le contesté a la defensiva. Que mi madre viniera sin avisar al internado era obvio que no eran buenas noticias.

- Cierto.-Concedió mi madre sonriendo con superioridad mientras se quitaba el abrigo dejando ver un vestido negro sumamente caro.- Estoy aquí porque quiero y valoro a mis hijos.

- ¿Es algo de nuestra custodia?- Pregunté poniendo los ojos en blanco. Mamá solía usar la baza de cuánto quiero a mis hijos en las reuniones con los abogados.

-Por favor, Jo, no hables tan alto. - Dijo volviéndose para vigilar que nadie hubiese podido oír mi comentario.

-Tranquila mamá, tu puesto como madre del año no peligra. - Le contesté fríamente. Sabía que estaba siendo demasiado dura con ella, pero no podía controlar mi enfado. Había huido de allí para alejarme justo de aquello: la custodia, los abogados, los líos familiares...

-Cariño, no seas tan melodramática, eres tú la que ha decidido sola mudarte a este decrepito lugar. - Añadió mi madre mientras miraba alrededor esbozando una mueca.

-Claro, era mucho mejor aguantar como os echáis cosas en cara en Nueva York, y mientras fingir que todo es perfecto.

ù Te he dicho que no hables tan alto Jo.- Contestó mi madre en voz baja, sin alterar ni un solo musculo de la cara, que seguían contraídos en una artificial sonrisa muy característica suya (milagros del botox en señoras a partir de cincuenta años) , a pesar de que yo estaba hablando en un tono normal, suficientemente algo como para que nadie se enterase. Y además la gente estaba centrada en otro tipo de cotilleos, a nadie le interesaba cómo me reencontraba con mi querida madre en el hall del colegio.

- ¿Qué haces aquí mamá?- Repetí la pregunta con calma. Todavía tenía esperanza a que el verdadero motivo fuera yo, y no algún escandalo familiar.

-Tu padre me ha pedido que nos reunamos, y el internado nos ha parecido un lugar acogedor. Podríamos llamarlo, terreno neutral.

- ¿Ahora también vais a llevar vuestras broncas aquí?- Pregunté alterada. ¿Qué no habían entendido mis padres al mudarme a más de mil klómetros de distancia? Necesitaba alejarme de Nueva York, de las discusiones, de los convencionalismos, de los eventos sociales, de la superficialidad..... Y parecía que todas aquellas cosas me perseguían hasta Colorado, reunidas en el cuerpo de una mujer, mi progenitora.

-Creo que es mejor que tomemos un café.-Sugirió mi madre ladeando la cabeza en busca de una cafetería o alguna señal de restaurante dentro del propio internado.

Dudé antes de asentir. Puede que mi madre o fuera la madre perfecta, pero se merecía al menos una oportunidad para explicarse. ¿Y qué clase de hija sería si no se la concediera? Puede que mi madre pareciese una víctima en todo el royo de la infidelidad de mi padre y sí que lo había pasado mal. Pero Mia Queen no era ninguna niña inocente.

-Aquí no hay café, pero si quieres algo de intimidad, quizá sea mejor dar un paseo por los alrededores.

Mi madre frunció el ceño, era una gran aficionada al cuidado de su jardín de la casa de los Hamptons, y le gustaba dar paseos, pero aquel día llevaba sus manolos nuevos y la idea de mancharles de verde no le hacía gracia. Al final, para mi sorpresa, aceptó. Lo que me tenía que decir era más importante de lo que creía.

Jo no es nombre de chico(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora