10. Un móvil muy poco oportuno.

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10. Un móvil muy poco oportuno.

El despertador sonó puntual a las diez de la mañana interrumpiendo un dulce sueño. En él seguía en Nueva York, tenía mi vida aburrida y tranquila de siempre, y Chuck estaba a mi lado sonriente mientras me sujetaba las bolsas tras una jornada de compras en la quinta avenida con mis dos mejores amigas. Incluso sonaba moonriver como banda sonora. Todo era perfecto.

Pero nada más lejos de la realidad, estaba en medio de los campos de maíz de Colorado, con un aspecto horrible todavía a causa de las secuelas del maldito baile, con un caos en la cabeza que se me antojaba imposible de resolver, y muy lejos de mis mejores amigas, aunque en realidad dudaba que pudieran entenderme. Ellas seguían dentro de su zona de confort.

No podía entenderme ni yo. Si los domingos ya eran los días de dudas existenciales, aquel era un súper domingo. Como la propia Audry Hepburn describe en Desayuno con diamantes, mi película favorita de todos los tiempos, un día rojo. Uno de esos días en los que ni siquiera tienes fuerzas para salir de la cama a enfrentarte con el mundo.

Además la cantidad de trabajos y deberes, además del examen de química del martes no me incentivaban mucho a salir a la realidad y abandonar mi cómoda cama.

Finalmente hice un esfuerzo abisal para levantarme de la cama, la química no era precisamente mi fuerte, y tendría que dedicarle bastantes horas. Un pinchazo de dolor recorrió mi cuerpo cuando recordé que Robert había ofrecido ayudarme con química aquel domingo. ¿Seguiría en pie la invitación o me evitaría cómo hizo ayer en el baile? Me había cargado nuestra amistad simplemente por un estúpido impulso en un momento de enfado. ¿En qué momento me haba parecido bien besar a Robert? ¿En dónde tenía la cabeza últimamente? Una cosa era haber abandonado mi zona de confort, y otra buscar problemas continuamente. Tenía que relajarme un poco si quería salir viva de ese internado al final de curso.

Salí de mi pequeña celda para encontrarme de bruces contra Ian, aún en pijama, haciendo los deberes en aquella enorme mesa de la peculiar sala de estar, de la aún más peculiar habitación que compartíamos los tres.

—Buenos días dormilona. —Me saludó levantando la vista de aquel papel lleno de ecuaciones para dedicarme una sonrisa. ¿Dormilona? ¿Hoy tocaba estar amable? Me había propuesto entender los cambios de humor de Ian, pero por ahora él era todo un misterio para mí. Era incluso peor que convivir con una chica.

—Hola. — Dije fríamente mientras me calzaba mis botas hunters color verde botella. No tenía ningún interés de entrar en un drama-Ian aquella mañana.

—Menudo espectáculo ayer, ¿verdad? —Continuó el chico sin perder su sonrisita. Era obvio que no notaba la frialdad ni la sequedad de mis comentarios, o al menos parecía que había decidido pasarlos por alto.

— Tu novia estará encantada. —Respondí forzando una sonrisa irónica. Ahora mismo, Lizzie no era precisamente el centro de mis pensamientos. Aunque por una parte me enfurecía saber que le había dado en bandeja a Lizzie otra oportunidad para reírse de mí.

— Precisamente ella no, no le gusta que le roben el protagonismo. —Comentó el chico dejando el bolígrafo azul sobre la mesa para posteriormente incorporarse. — Creo que su vestido no revió toda la atención que ella esperaba.

Solté una risotada, y vi cómo Ian esbozaba una sonrisa de satisfacción. Pero yo no me estaba riendo precisamente de su broma. De lo que me estaba riendo era del chiste de relación que tenía él con Lizzie. ¿Cómo podía estar burlándose de su novia con su peor enemiga?

—No entiendo cómo puedes estar saliendo con ella, y decir eso. —Respondí con una sonrisa burlona.

—Salgo con Lizzie. Sé perfectamente cómo es. —Al ver mi cara de asco Ian continuó. —Ella no es mala. Solamente es difícil... Cómo tú.

Jo no es nombre de chico(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora