Capítulo Sesenta y tres

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02 de Agosto

16:09. Mm… hoy ha pasado algo realmente extraño. Y para que yo encuentre algo extraño, tiene que serlo de verdad.

A eso de las 11:00 mi anexo comenzó a sonar, miré el visor y salía el anexo de Arturo Mollins. Me asusté. La última vez que me llamó conocí a la remilgada y estirada de la abogada, tuve que contar toda la historia de cómo di con el departamento. Cuando contesté, Arturo Mollins me dijo que por favor le llevara el manual de apoyo a su oficina. Mm… ¿el manual? reconozco que me pareció una petición extraña. El manual lo tenía en formato Word, digitalizado. Se lo mencioné, pero fueron tantas las “eee” que escuché desde el otro lado del auricular, que pensé que quizás era una simple excusa para hablar un tema mucho más serio. Cuando habló se escuchaban de fondo gritos de niños, como si llamara desde un jardín infantil. No pregunté nada más, colgué, busqué el respaldo físico del dichoso manual y partí a su oficina.

A medida que me acercaba se escuchaban más y más fuerte gritos de niños y piececitos corriendo por la sala. Cuando le dije a Ximena, la secretaría del don jefe supremo, que él me había llamado me dijo que pasara que me estaba esperando.

Al abrir la puerta, me recibió una pequeña niña, mulata, con unos entretenidos cachirulos y unos ojazos color pardo que eran dignos de envidia. Un poco más alejado había otro pequeñuelo, mulato también, dándose vueltas hasta casi vomitar. La niña no me apartaba la mirada, y me comencé a sentir igual como cuando Arturo Mollins me queda observando.

De pronto la niña me preguntó “¿Eres la novia de tío Arturo?”… ¡¿QUÉ?! Casi me dio ataque surtido al escuchar eso. Le respondí que no, que yo trabajaba para él, que era su empleada. Luego miré hacia donde se encontraba sentado Mollins, colgado al teléfono. De pie junto a él había una mujer con una ancha falta y cargada de collares dorados. La mujer miraba su agenda y daba tachaduras con una decisión y fuerza que creí que la agenda se partiría por la mitad.

Mollins me hizo señas con la mano para que me acercara. La niña de ojazos pardo me seguía mirando, pero ahora me sonría. Yo le devolví la sonrisa. El niño que se estaba dando vueltas se detuvo y ahora tenía dos pares de ojazos pardos mirándome fijamente. Era intimidante. El niño le preguntó a la niña quién era yo y ella le dijo “es la novia de tío Arturo”, “Que no”, salté yo, “No soy su novia, solo trabajo para él”. En eso Arturo Mollins colgó el teléfono y le pasé el manual. La mujer que estaba parada junto a él, levantó la vista de la agenda, les dijo a los niños que no me molestaran y me quedó mirando como si hubiese visto un fantasma. Se dirigió a Arturo y le dijo “¿Es ella?, ¿ella es?”, él le respondió  “si”, la mujer le sonrió a él y luego a mí.

-       Hola – me dijo estirándome una mano – mi nombre es Magdalena, soy la hermana de Arturo. Tú debes ser Gabriela. Arturo me ha hablado muchísimo de ti…

-          ¿Si? - ¿hablan de mí?, pensé.

-          Si, me ha contado lo del departamento, lo de la librería de tu padre y que es tu jefe. El destino es un poco extraño ¿no lo crees?

-          Mm… si, tiene un extraño sentido del humor… - ella me volvió a sonreír y descubrí que tenía la misma sonrisa que Arturo Mollins.

-          Tabita, deja de mirar a la niña así – le ordenó a la niña.

-          Mami, mami, mírale el cabello… - dijo la pequeña con todos sus cachirulos - ¿lo puedo tocar? – me preguntó con siete dedos en sus labios ocultando una risita.

-          Claro… - respondí poniéndome en cuclillas delante de ella y pasándole mi trenza, la cual acariciaba y se reía mirando a su madre.

Yiyi, La peor de todasWhere stories live. Discover now