Capítulo Setenta y dos (TERCERA PARTE)

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CONTINUACIÓN...

Arturo se veía horrendamente maravilloso, enfundado en un smoking. Elegante, aún más distinguido que con su típico traje de oficina. Me miraba boquiabierto. O así me lo pareció. Ya que he dicho que cuando me mira así, me asusta. Al igual que yo, él también tenía una copa de champaña en su mano. Marcela se acercaba a gran velocidad, hasta donde se encontraba de pie. El muchacho que me había llevado hasta ahí estaba parado, a su lado izquierdo, con una sonrisa medio boba. En realidad, quería saber por qué me miraban tan estúpidamente. Necesitaba un espejo urgente para saber que tenía pegado en el rostro. Ya era una situación de vida o vergüenza eterna. Más vergüenza que decirle a Arturo, medio afiebrada, “Estúpido y sensual Mollins”… oh… me acuerdo y dan ganas de hacer un hoyo y morir enterrada en él…

Al lado derecho de Arturo, estaba su hermana. Me pareció que le decía algo al oído. Ella se lo quedó mirando con asombro y luego le sonrió. Arturo se dirigió al muchacho y este casi corrió hasta donde yo estaba, de pie, pensando lo peor de mi misma. Cuando llegó a mi lado, me susurró al oído que lo acompañara. Diablos… de seguro que me llevaba al baño, pensé. Marcela había tomado del brazo a Arturo y mucha gente se los había quedado mirando ¿Estarían discutiendo a causa de mi presencia en la fiesta?

El muchacho, mi esclavo, me llevó a una pequeña salita donde había una mesa, dos sitiales, y  un arreglo floral de hermosos colores violeta. Me quedé esperando, hasta que apareció Arturo. Con ganas de morderme las uñas, aunque fuera la de los pies. El nerviosismo me estaba matando.

De pronto, se abrió la puerta y Arturo ingresó. ¡Oh! Demonios… ¡se veían tan lindo! Me quedó mirando fijamente. Me miró de arriba abajo. En serio que me sentí mal. Aunque creo tenía la sonrisa más enorme que le había visto desde que nos conocemos.

-           Hola – dije para romper el hielo – llegué.

-           Así veo… y lo han visto muchos más.

-           Si… ee… ¿por qué todo mundo me mira como si estuviera sin ropa?

-           Porque… pues porque te ves realmente... – no encontraba la siguiente palabra. Eso no era bueno.

-           ¿Horrible? ¿gorda?... ¡Uy! Les dije que este vestido era muy malo para mí. Sabía que se me saldría el rollito. Yo sabía que no me vendría, este no es mi estilo…. Además, el maquillaje, fue demasiado exagerado… ¿Parezco puerta verdad? Dilo… Arturo, no me mientas ¿parezco puerta?

-           No, no, no… - dijo riéndose Arturo y luego acercándose donde yo estaba rabiando -, cálmate. Te ves realmente hermosa, Gabriela. Por eso te miran. Adentro todos se comenzaron a preguntar quién eras. No me extrañaría que los periodistas de afuera ya no sepan que una desconocida de largo y sedoso cabello azabache, ha llegado vestida con un atuendo color plata y que ha sembrado muchas dudas…  Por eso he pedido que te trajeran aquí. Me pediste que no te presentara a nadie…

-           Lo sé… y está perfecto ¿Me puedo quedar acá?

-           ¿Acá? Aquí guardamos los abrigos – dijo divertido –. Además, no me parece justo que te escondas viéndote tan bella como hoy estás…

-           Me conformo con sembrar la incógnita…

-           Estás segura entonces… - dijo acercándose. Otra vez ese brillo en sus ojos…

-           Segurísima…

-           Te ves más alta… - dijo ladeando la cabeza y mirándome de arriba abajo.

Yiyi, La peor de todasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora