Capítulo Cincuenta y uno

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Domingo 10 de Julio

16:21. Arturo Mollins no me habla y no sé por qué. Hoy le di los buenos días, me lanzó un gruñido y se encerró en su habitación dando un portazo. Odio la gente que da portazos. En serio que me fastidia.  

Luego, a la hora de almuerzo, me dijo que saldría a comer fuera, tomó su chaqueta y aún no vuelve. No sé qué le sucede. Antes de que saliera le pregunté cómo estaba, y sin mirarme me respondió “No quiero hablar contigo. Comeré fuera” ¿Qué le he hecho? ¿Por qué no me quiere hablar? Nunca, del tiempo que llevamos viviendo bajo este mismo techo, me había tratado de esa forma tan cortante. No me gusta que él me trate así.

Bueno… el día viernes, mientras hablaba con Jeremy por correo, sacamos el tema de nuestro último encuentro fugaz. Intenté decirle, suavemente, que había sido un poco veloz para mí. Me preguntó si acaso no lo había disfrutado ¿qué le decía?... en fin, me armé de valor y le dije que yo soy más lenta que él. No me respondió nada durante las dos horas siguientes. Luego me mandó un correo, diciéndome que él no me podía esperar más y que en realidad él tampoco lo pasaba tan bien porque yo era muy fome, que tenía que estarme dando las instrucciones a cada rato. Genial, pensé… o sea, que eso de que había estado tan bien como siempre, era tan mentira como lo mío de decir que lo había disfrutado.

Me dijo que quizás lo que nos pasaba era que estamos muy poco juntos. Que tener sexo una vez cada dos semanas no era bueno, que esto era como cualquier deporte, había que practicarlo. ¿Será verdad? O ¿simplemente se estará asegurando unas horas más por semana?… mm… me preguntó si yo aún sentía cosas por él. Le respondí que por supuesto que sí, que lo quería mucho. Debo reconocer que después que le di “enviar” al correo, lo abrí nuevamente y lo analicé un rato, más o menos largo. O sea, me gusta mucho, lo quiero también… pero, no sé… me he sentido algo extraña las últimas semanas. Mi cabeza está revuelta, y ya no sé qué pensar. Su respuesta fue que entonces, si lo quería tanto, tenía que poner más de mi parte… mm…

Mm… sonó la cerradura de la puerta de entrada.

17:23. Ayer sábado fui a la librería. Estuve atendiéndola con mi padre durante todo el día. Entraron solo tres personas, en todas las horas que estuvimos sentados. Yo aproveché de hacer el catálogo. Es tan linda la librería de mi padre. No es muy grande, pero está atiborrada de libros. Huele a viejo, huele a libertad para mi… le pregunté a papá cómo ha estado su salud y me ha dicho que se ha sentido bien. Sé que miente. Se le puso la famosa arruga horizontal en la mitad de la frente. Me dijo que la semana que sigue habría otra reunión porque tenían novedades que comunicar.

A eso de las cuatro de la tarde, cerramos. Pasamos a comer algo por ahí y después lo dejé en la Estación del Metro.

Llegué justo cuando sonaba el teléfono… era Carla para ponernos de acuerdo de cómo llegar a la fiesta de mi hermano. Le dije que a eso de las ocho nos juntáramos en la Estación Pedro de Valdivia, que de ahí nos pasarían a buscar. Marlon se había ofrecido para ir por nosotras.

Cuando llegué Carla estaba vestida con unos Jeans azules, una chaquetita corta de mezclilla, un Beatle ajustadísimo y unos enormes tacos que en mi vida me habría podido poner. Casi no la reconocí. Estaba muy maquillada, Full producción. Cuando Marlon llegó me saludo con un abrazo que casi me cortó la respiración. Los presenté con Carla, y Marlon quedó encantado con la estatura y el físico de mi amiga. Carla debe medir cerca de 1.70. Es muy delgada, yo siempre la molesto diciéndole que no sé dónde metió a su hijo durante el embarazo.

Cuando llegamos a la fiesta, Polín y Esteban salieron a nuestro encuentro y no dejaban de abrazarme y decirme lo horrible que seguía luciendo. A Esteban también le encantó Carla, aunque la encontró un poco “corriente” para vestirse. Pelador

Yiyi, La peor de todasWhere stories live. Discover now