Día 88 (Segunda Parte)

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23:25. Creo que el nudo que tuve por semanas en mi garganta, ha decidido decender hasta mi estómago. Mientras Magda hablaba, me fui sintiendo más y más segura de lo que le diría a Arturo, una vez que lo tuviese enfrente. Ahora, que estoy sola, en esta gran biblioteca, mis dudas hacen eco y nuevamente me está atacando la cobardía. Ahora no sé bien qué es lo que hago acá y qué diablos le diré a Arturo cuando lo vea.

He mirado en el escritorio, hay un libro encima: “El sepulcro de los vivos”… mm…

Dejaré el CD que me regaló, sobre la mesa de centro… le dará efecto a la situación… los dramones son lo mío.

23:27. Siento pasos. Dios… la puerta se abre… tengo el corazón apretado.

- ¿Gabriela? – es la siempre tan tranquila voz de Arturo – mi hermana… Magda me ha dicho que has venido… Que… que quieres verme… - No-puede-ser... Arturo viste pantalón negro, chaqueta negra y camisa blanca como la nieve. ¿Este hombre me quiere matar? Con la tenida que trae puesta no puede verse más fantásticamente sexy...

- Si, si… - conseguí reaccionar a penas – . Quiero que te sientes – dije mostrándole el sillón. Yo me quedé de pie. Me sentía mejor con un poco más de altura. Es como cuando uno está en una disertación. Sabes que te miran, pero al bajar la vista, solo ves una masa oscura. ¿Cómo pude pensar que Arturo era una masa oscura cuando estaba convertido en todo un macho alfa, asquerosamente sensual?. Dios, Arturo se sentó y se quedó mirando la caratula del CD que me había dado.

- ¿Lo has escuchado?

- Si.

- Eso… quiere decir que tengo oportunidad de explicarte todo lo que sucedió.

- No – me quedó mirando con mucha turbación –. No quiero escuchar nada de eso. Un día me dijiste que lo de dedicar temas y esas cosas no eran lo tuyo, y me diste esto. Pues yo no soy una persona de grandes expresiones y de andar con los sentimientos a flor de piel. Pretendo hacer mi gesto en todo este asunto… - Arturo levantó las cejas y pude notar su desorientación –. Pero con la condición que no me interrumpas, si lo haces no podré decir jamás lo que quiero decir.

- De acuerdo.

- Prométemelo... - Arturo se mordió el labio y mirando el suelo añadió.

- ¿Vale de algo mi palabra, aún? - hombre sexy con cara de culpa, Dios, Arturo sí me quería matar.

- Bien… - dije sobándome las manos. Me sudaban - Desde hace semanas – comencé – mucha gente me ha dicho, lo porfiada y desconfiada que soy. Algunas personas me han dicho que por no hablar de lo que me pasa, cometo errores. Pienso que es posible que eso sea verdad. Polín dice que yo soy buena para ocultar la información. Yo no lo creo. No lo siento así… lo que me pasa... lo que me pasa es que protejo. Protejo lo que siento que es mío, solo mío – Dios, se me estaban llenando de lágrimas los ojos, más agua para derramar -. Lo que sucedió entre nosotros no he logrado sacarlo. Lo tengo aquí – dije poniéndome una mano en el pecho -, apretado. Sin embargo, cada vez que me acuerdo me pasa esto ¿ves? – dije mostrándole como se me caía una lágrima -. Ese día, en la librería me dijiste que no entendías cómo había permitido que Jeremy volviera a mí y a ti no te dejaba siquiera explicarte. Te dije que fue porque él no había tocado a mi familia. Mentí. Bueno… no del todo… pero si falta agregar algo a eso. Tu… - dije a penas sosteniendo la voz, me dolía la garganta – tu… tu me heriste más, porque… yo… nunca sentí por Jeremy lo que siento por ti – Arturo bajó la mirada al piso nuevamente y cuando la levantó, me sonreía –. Cuando Jeremy me mintió, a penas logré derramar una lágrima y no fue por él, sino por la humillación a la que yo me había sometido, por propia voluntad. Jeremy era un tarado, un tipo promedio, un hombre más, pero ¿tu? ¿tu?... tu no podías ser como un hombre promedio. Para mi tu eras perfecto, el hombre ideal, el Príncipe Azul – Arturo había comenzado a mover la cabeza, quiso decir algo, pero se quedó en silencio -. Con Jeremy nunca me importó lo que hiciera. Sí, me dolió el orgullo. Si, lloré por tener el ego herido, pero no esperaba nada de él. Contigo… - dije moqueando patéticamente – contigo no he parado de llorar, Arturo… cada vez que me acuerdo de ti me baja una pena horrenda que me dan ganas de sacarme el corazón y dejarlo en freezer un rato - me quedé en silencio, apretando los labios para contener las lágrimas. Simplemente, no pude – Dios, Arturo, extraño las conversaciones que teníamos, esa posibilidad de detener el tiempo cuando estoy junto a ti, no logro olvidar el primer beso que me diste, ni tus caricias, ni tu risa, ni el aroma de tu perfume, ni como hueles cuando duermes, ni cuando me abrazas mientras hacemos el amor… quiero… quiero…- Arturo se había puesto de pie y se acercaba a mi. Yo comencé a alejarme, quería terminar de decir lo que tenía guardado – quiero… que apoyes mi cabeza contra tu pecho que me abrah, abraces – había comenzado a hipar de nuevo -… y… yh… que me digas queh, queh todo va a estar bien… y quiero quedarme allí… escuchando cómo late tu corazón, porque me calma, me da paz, me lleh, llena de alegría y me hace sentir que nah, nada es más importante en el mundo que estar conh, conth, contigo…

Yiyi, La peor de todasWhere stories live. Discover now