Día Setenta y cuatro (Segunda parte)

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(...Continuación...)

Por la noche me quedé pegada como mosca a la ventana de mi pieza. Arturo había llamado para confirmar que iba a llagar cerca de las 22:00 y que me había comprado algo. Moría por saber lo que era… esperaba que no joyas, los aros me bastaban. Un CD… si, eso era genial. Un Baby Doll… ¡UF! Muy pronto para ese tipo de compras, pero estaba bien por mí. Aunque, durante el transcurso de la tarde, caí en un punto no menor. Llevada por el deseo y la pasión, olvidé que frente a la lujuria correría el riesgo de traer una nueva vida a este planeta. Cosa que dudo que Arturo tenga planificada para nuestra relación. Personalmente, no quiero aumentar la natalidad nacional aún. Según mis cálculos… esto no podría suceder ¿pero y si sucedía? ¿Qué diría Arturo? Peor ¿Qué diría la madre de Arturo? Lo más probable es que la señora termine pensando que todo esto ha sido un ardid para atrapar a su adorado hijo. No, hablaría con él y lo mandaría a la farmacia más cercana, así esta estuviera en Argentina. Prevenir, antes que lamentar… mm… ¿cómo será Arturo como padre?... ok… sacaré esa imagen de mi cabeza.

Estaba pensando en él, cuando lo vi llegar. Corrí hasta la escalera y puse la cara más inocente que podía. Arturo abrió la puerta, llevaba una caja de algo en las manos. Leticia, estaba cerca para tomar el abrigo, él le pasó la caja, le dio una instrucción y al parecer preguntó por mí ya que Leticia me quedó mirando. Arturo se volteó y lo único que noté que expresó fue un “wow”… genial… primer objetivo cumplido, ahora me faltaba volverlo loco de pasión. Eso sería fácil… las ostras harían una parte…

Bajé las escaleras, esperando no rodar por ellas, y me quedé de pie dos escalones más arriba.

-        Buenas noches Don Arturo Mollins… - dije moviendo mis ahora monumentales largas pestañas.

-        Señorita Yiyi… de gatita traviesa piensa mutar a conejita con esas pestañas tan seductoramente largas…

-        Sip… quizás llegue a conejita Playboy esta noche… - respondí alargando la trompita.

-        Eso… - dijo abrazándome y dándome un largo beso – es muy provocativo, Yiyi. Te extrañé mucho ¿sabes?

-        ¿Por qué andas vestido como día de trabajo? ¿fuiste a la oficina?

-        No. O sea, si.  Tuve… pues… tuve que ir a ver un tema.

-        ¿Pasó algo malo?

-        No, no, no… tranquila. Todo se solucionará en los días siguientes. Algo de último minuto se complicó. Solo… requiere, más trámites, pero tendré que estar más pendiente, eso nada más.

-        El almuerzo ¿cómo estuvo?

-        Aterrador. Pero no quiero hablar de eso ahora… quiero que hablemos de nosotros y de lo que te haré esta noche… después si lo deseas, si queda tiempo, hablamos de todo el resto del mundo… ¿Qué me dices?

-        ¡Ah! Si… pero tenemos un pequeño dilema…

-        ¿Cuál sería?

-        Emm… - cómo le decía lo que estaba pensando que tenía que decirle.

-        ¿Qué sucede? – me insistió.

-        Pues… emm… - dije apretando los labios - anoche, nos portamos muy mal. Y… pues… caí en la cuenta de que fue todo muy rápido… - había decidido jugar con el botón de la camisa de Arturo. La idea y la valentía no cuajaban y me sentía más tarada de lo normal – Y pues… no hubo protección… - creo que justo en ese punto, me puse tan colorada como un pimentón.

Yiyi, La peor de todasWhere stories live. Discover now