Capítulo Veinticinco

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15 de mayo

16:45. Hay un viejo dicho que reza “Para una madre no hay hijo malo, a lo mucho desgraciado”… creo que yo no soy la excepción y sino la regla. Soy una persona que goza de una suerte realmente muy desgraciada.

Quiero que quede claro que no me estoy victimizando, es solo una verdad demasiado contundente. Paso a contar la espantosa situación por la cual estoy pasando…

Resulta que ayer sábado, Claudio llegó muy temprano con la camioneta para proceder al traslado de mis cosas al departamento… mm…

Eran las 9:00 AM y con mis padres estábamos acarreando todas las cosas. Principalmente mi cama, y menudencias personales. Pensábamos que el resto de las cosas podríamos irlas llevando de poco a poco.

A eso de las 14:00 PM por fin terminamos de subir todo. Y nos dispusimos a almorzar, para después emprender el vuelo.

A las 15:00 subí al auto con papá. En el camino me contó los pormenores de la librería. Me contaba que la empresa inmobiliaria les está poniendo trabas y más trabas. Dice que al resto de los locatarios les ha dado tres meses para firmar el documento de venta, sino tendrían todas las de perder con la empresa constructora. Papá dice que no sabe si su salud soportara todos los embates que se vienen. Yo lo entiendo, no quiere perder la librería y honestamente yo tampoco deseo que eso suceda.

Mi padre me ha pedido que lo ayude haciéndome cargo de la librería. Pero ¿con qué tiempo?... me dice que solo será de papel, dice que yo me sé imponer más y todas esas choradas y que así no estará tan solo. Le respondí que la librería era de él aún, pero si requería más de mi presencia solo tendría que habérmelo pedido antes.

Bueno… cuando íbamos cerca del cerro Santa Lucía, cortamos el tema y a mi se me puso un nudo en el estómago de pura emoción.

Al llegar al edificio había un camión, que parecía haber llegado hacía solo cinco minutos antes. La gente que descargaba comenzaba a bajar del vehículo. A mi me pareció emocionante no ser la única nueva en el edificio. Demás que podría estrechar algún lazo con la o las personas recién llegadas… uf… me acuerdo y me dan ganas de arrancarme la cabeza…

La cosa es que yo le dije a papá que me esperara un rato, antes de comenzar a subir las cosas. A mi, se me ocurrió primero subir al departamento para echar una ojeada y quizás ver si había que hacer un poco más de aseo antes.

Entré en el edificio, subí por las escaleras y cuando llegué al departamento me llevé una enorme sorpresa. Había un hombre muy alto, vestido de jeans y camiseta color azul piedra, parado con unas cajas buscando algo. De pronto se dio vuelta y casi me muero de espanto al ver que tenía en frente a… Arturo Mollins. Me habría caído por las escaleras de no haber estado agarrada… me parece que a él le paso algo similar, porque se puso blanco como papel al verme.

-Hola… pero qué sorpresa – dije.

-Si, vaya que sorpresa…

-Si… ¿vienes a visitar a alguien? – pregunté

-No… vivo acá… hoy me estoy cambiando…

-Ah… en serio… ¿en qué piso?…

-Pues… en este mismo… ¿y tu? - debo decir que ese piso solo tiene dos departamentos, el mío y el del vecino de enfrente.

-Mm… pues yo también vivo acá… y en este piso…

-No me digas… seremos vecinos… - dijo sonriendo.

-Así parece… ¿ese es tu departamento…? - le pregunté apuntando al de enfrente.

-No… es este… - dijo apuntando el mío.

Yiyi, La peor de todasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora