Capítulo Treinta y ocho

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15 de junio

17:25. ¡LO SABÍA! ¡LO SABÍA! ¡LO SABÍA! 

Yo sabía que tras ese silencio se tejía una fría manta de venganza y cólera que no demoraría mucho en ver la luz. Yo me sospechaba que tras la menor provocación explotaría y dejaría ver su real rostro horrendo, vil y ponzoñoso… ok… esto último me ha salido un poco a Shakespeare, pero es la pura y santa verdad…

Hoy tuvimos una reunión, de esas aburridas, donde toda la oficina debe abandonar sus labores para ir a escuchar de los avances en diferentes proyectos, que a nadie realmente parece importarles.

En la sala grande nos congregamos todos. Yo me puse junto con las chicas pero muy cerca de la puerta por si me daba ataque de tos. Mi resfriado ha evolucionado positivamente, ahora no solo tengo este molesto moquillo sino que además una tos horrible. Mamá me ha dicho que tome palto miel. En fin… Jeremy llegó casi de los últimos y se sentó al lado de don Pelmazo que en ese minuto conversaba animadamente con Daniela y la Cote. Luego hizo su arribo Arturo Mollins con Isabel y la estirada (no sé que hacía allí la verdad, debería estar viendo lo del departamento con mi hermano), se sentaron en la cabecera y como es lógico Arturo Mollins causó lo mismo de siempre. Suspiros y miradas de allá para acá, con caras coquetonas. Carla sonreía como una colegiala y Berenice lo tenía en puros calzoncillos en su mente.

La reunión comenzó… una lata… cuando presentaron a la estirada, el ambiente femenino se puso bastante tenso. Todas y todos la recordaron un poco de la farandulilla que se había tomado hacía solo unas semanas los pasillos de la empresa. Ahora estaban comprobando quién era la que tenía el corazón de su idolatrado Arturo Mollins.

Cristina se me acercó al oído y me susurró “debe venir a cotizar el ganado y a rayar la cancha”.

Insisto en que no sé a qué había ido esa mujer a la reunión. No fue ningún aporte, se sentó y nos quedó mirando como un búho en la noche mientras hace guardia para cazar a su presa. Quizás Cristina tenía razón y asistió solo para demostrar que ella era real y que Arturo Mollins era su hombre.

Hablaron de las nuevas tecnologías que estaban por llegar, el cambio de computadores, felicitaron a la gente de ventas porque estas iban en aumento aunque hicieron el llamado a no confiarse, etc., etc. y luego Isabel dijo que había avances significativos en relación a la idea de hacer evaluaciones a nuestros jefes y supervisores.  Dijo que se estaba trabajando con un grupo de psicólogos laborales y que esperaban a fines de julio subir la plataforma y hacerla efectiva a toda la empresa de Arica a Punta Arenas. En ese minuto Marcela se volteó lentamente hacía Arturo Mollins y le dijo “¿de qué está hablando?”

Antes de que Isabel finalizara su intervención, la estirada la interrumpió.

-          Isabel… disculpa pero ¿Cuál es el objetivo de esa evaluación?

-          Lo principal es aumentar el Feedback entre los equipos y sus jefaturas.

-          Pero eso ¿cómo lo harán?… es imposible que los equipos puedan evaluar el trabajo de sus jefaturas cuando estos tienen una presión diferente y manejan rangos estipulados dentro del propio escalafón… esto es como si nosotras le dijéramos a Arturo lo que tiene que hacer…

-          Eso es lo mismo que yo les dije – intervino don Pelmazo

-          Si entiendo tu punto, Marcela – replicó Isabel – pero fue un consenso al cual llegamos en una reunión pasada, todo el equipo se mostró a favor y el propio Arturo impulsó la idea… - la estirada de giró hacia el involucrado.

Yiyi, La peor de todasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora