50. "Adiós."

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Levantarme esta mañana es una de las cosas más duras que me ha tocado vivir. Trato de buscar alguna otra razón por la que se me es tan complicado abrir los ojos, pero la cara de Harry es la única que se aparece en mi cabeza. Está dormido a mi lado, lo sé aún estando todavía con los ojos cerrados porque su respiración es lenta y pausada. Su pecho sube y baja debajo de mi cabeza y sus dedos están enredados con la piel desnuda de mi cadera. No abro los ojos. Espero no hacerlo durante todo el día.

Es tan duro. Y sé que suena de lo más egoísta decir que deseo que se quede conmigo, pero es así. Lo deseo. Lo deseo con el alma. Separarme de él por tercera vez es como si estuviera arrancándome la piel... o probablemente el corazón. Y también se que suena egoísta decir que lo único que podía retenerlo en Londres era que yo estuviese embarazada y, ahora que está claro que no lo estoy, también eso se nos ha desvanecido de las manos. Todo se ha ido; las posibilidades, la esperanza... él.

Y lo peor de todo esto es que estoy convencida de que él va a volver cuando termine sus estudios, pero que no puedo obligarlo a hacerlo si al final no quiere. Me lo ha prometido, pero todos sabemos bien cuán sobrevaloradas las promesas en el siglo XXI. Como el amor. O la honestidad. No estoy diciendo que él no me quiera, o que él no sea sincero conmigo, sino todo lo contrario; somos de lo más afortunados por haber conseguido lo que todo el mundo busca hoy en día: amor, honestidad, promesas.

Mi mente repasa rápidamente los sucesos de la noche anterior y mis labios esbozan una sonrisa dirigida a la nada misma. Ésa fue nuestra despedida. No hicieron falta las palabras, o los "te amo" innecesarios, porque los dos ya sabemos lo que sentimos por el otro y que esta relación es lo mejor que tenemos, sin espacio o lugar a dudas. Porque siempre ha sido así.

Abro los ojos y me doy cuenta de que la habitación está sumida en la oscuridad; todavía es de noche. Todavía me queda un trocito ínfimo de eternidad junto a él. Levanto un poco la cabeza y lo miro, para después volver a colocarla en su lugar. Mi oído está a apenas unos centímetros de su corazón, pero igual puedo escucharlo latir dentro de su pecho cubierto de historias que contar. El mío late junto al suyo, sincronizado, como si se tratara de algo mágico y que está destinado a ser así. Y por un momento me alegro de que sea de esta forma. Me alegro de que su corazón esté activo, bombeando sangre a cada uno de sus sistemas. Estoy agradecida de que esté vivo, por más que se sienta como si ya estuviese a millones de kilómetros de mí, porque sé que el resultado del accidente, por poco, podría haber sido muchísimo peor. Lo sé. Lo sé con cada célula del cuerpo y este es el momento en el que más agradezco que su corazón lata junto al mío.

Vuelvo a cerrar los ojos con el rítmico latido de nuestros corazones presente en cada fibra del cuerpo.

Laten. Juntos. Siempre juntos.

(...)


Al cabo de lo que parecen un par de minutos, me vuelvo a despertar sintiendo el vacío dolor de la soledad a mí alrededor. Esta vez ya es de día y él está sentado en la cama, dándome la espalda y agarrándose la cabeza con las manos. Los arañones que le hice en los omóplatos son bastante visibles, pero a él parece no importarle lo que mis uñas le hicieron a su piel la noche pasada mientras se levanta de la cama en bóxers y sale de la habitación. Suspiro mientras me revuelvo en la cama y después me levanto para vestirme. En realidad simplemente me coloco la ropa interior y la camisa que él estaba usando la noche anterior y me vuelvo a meter en la cama, abrazando la almohada con su olor.

Harry entra en la habitación al cabo de veinte minutos con una toalla colgando alrededor de las caderas, el cabello castaño rizado húmedo y una bandeja en las manos. Le sonrío mientras dejo el móvil sobre la mesita de luz y me incorporo. Me da un casto beso en los labios como saludo y se aparta de mí para quitarse la toalla y ponerse unos bóxers. Cuando vuelve a la cama y se sienta frente a mí yo ya me he bajado de sopetón la mitad de la taza de café.

Over Again. | h.sWhere stories live. Discover now