48. "Negociación."

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Harry

Abandono la casa cuando el sol casi se está poniendo. Tengo bastante claro mi rumbo, pero todavía sigo dándole vueltas a la idea. No sé si sus padres estarán de acuerdo, o si a ella le gustará la idea, pero supongo que con intentarlo no pierdo nada.

Le he ofrecido la idea de irse conmigo unas cuantas veces esta tarde y ella siempre la rechazó. Tiene razones fundamentadas, a decir verdad: no quiere dejar sola a su madre, no tiene dinero, tampoco sabe cómo conseguir una beca en la NYU o en cualquier otra facultad de Nueva York, y la peor de todas, es un disparate. Y tiene razón. El hecho de que mi madre haya enloquecido de la noche a la mañana y haya decidido enviarme a los Estados Unidos no significa que yo tenga que arrastrarla conmigo. Ella tiene una vida aquí y no puedo obligarla a que renuncie a ella.

Pero, ¿y si ella estuviese dispuesta a hacerlo, a pesar de todas sus razones? ¿Si encontráramos un equilibrio, una solución?

William Simons, el padre de Lola, trabaja como gerente general en una empresa internacional que tiene sucursales, literalmente, en casi la mitad del globo. Lo que significa que tiene contactos en todo el mundo. ¿Tendrá también contactos en la NYU? Bueno, supongo que pronto sabré la respuesta.

Probablemente William, o Lauren, o la propia Lola, me mandarán a la mierda de una sola patada en el culo. Pero, repito, supongo que con intentarlo no pierdo nada. Estoy convirtiéndome en mi madre poco a poco y no estoy orgulloso de ello, estoy más bien desesperado. No quiero dejarla aquí. Quiero que se vaya conmigo.

La casa del señor Simons está tan pulcra e impecable como siempre. Pauline me recibe con una sonrisa y puedo escuchar a Blair gritando desde la cocina. Intento evitarla pero se me hace prácticamente imposible cuando me aborda en el pasillo rumbo al estudio de William.

–¡Hola, Harry! –me abraza y me da un efusivo beso en la mejilla–. ¿Te acuerdas de mí? –después hace una mueca y abre los ojos–. ¡Dios, lo siento! Seguro que no sabes qui...

La interrumpo, dedicándole una sonrisa falsa. La gente suele hacer eso. No me molesta, de hecho, todo lo contrario, me parece bastante gracioso.

–Sé quién eres, Blair. Nos vimos hace un tiempo, ¿recuerdas?

Porque yo sí recuerdo esa cena en la que Lola enloqueció porque encontró un mensaje de Angie en mi celular. Estábamos en la casa de su padre.

–Oh –vuelve a sonreír–. Tienes razón. Está bien.

–Estoy buscando a William, ¿está aquí?

–Sí, encerrado en su estudio como siempre –señala la habitación con el pulgar–. A veces creo que engaña a mi madre con su propio trabajo. Está tan obsesionado...

–Eso es lo que sucede cuando eres responsable de una de las empresas más importantes en todo el mundo –la regaña Pauline cuando pasa junto a nosotros–. Déjalo tranquilo, Blair.

La castaña rueda los ojos y me sonríe una vez más antes de irse tecleando en su celular.

–Ya le he dicho a William que estás aquí, Harry. Está esperándote.

Asiento con la cabeza y le doy las gracias antes de entrar en el impecable estudio del señor Simons.

–¡Harry! ¿Cómo estás? –pregunta él, poniéndose de pie. Incluso estando en su propia casa tiene la necesidad de usar traje–. ¿Quieres algo para tomar? –señala el bar.

Asiento con la cabeza y él se pone a servir dos vasos de whiskey. Al principio trato de convencerme de que he aceptado ese trago más por cortesía que por el hecho de que voy a necesitar alcohol si le pediré al padre de mi novia que me ayude a trasladarla a alguna universidad de Nueva York. Después descarto la teoría de la cortesía; realmente estoy necesitando ese trago.

Over Again. | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora