34. "Lo siento."

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Me encuentro recostada en mi cama, apoyada contra el respaldo y usando su camiseta color azul marino, con las bragas en su lugar. Él está al lado mío, tapado hasta la cintura con las sábanas y como Dios lo trajo al mundo, durmiendo profundamente. No me estoy quejando. Después de lo que acabamos de compartir soy prácticamente incapaz de mirarlo a los ojos, más por vergüenza que por otra cosa. Nunca me había atacado el pudor con él, ni siquiera cuando perdí la virginidad entre las sábanas de su cama, pero ahora sí y no sé por qué.

Me pongo a observarlo y me tomo el atrevimiento de repasarle suavemente las delicadas facciones con el índice, intentando no despertarlo. Comienzo con la barbilla, angulosa y definida, sigo con los labios rellenos y rojizos, los pómulos y la nariz, un poco respingada. Dejo la frente para el final, donde le quito los cabellos que le caen hasta los ojos, tapándoselos apenas. En sueños, arruga la nariz y se remueve un poco, señal para que deje de tocarlo antes de que se despierte y se crea que soy una psicópata que disfruta tocándolo mientras duerme (que no sería ninguna mentira).

Miro el ensayo que he dejado abandonado sobre el escritorio y decido retomarlo. Me levanto de la cama intentando no aplastarlo y tomo mis cosas, para después volver a ocupar mi lugar en la cama. Apoyo el cuaderno sobre mis muslos apretados entre sí y sigo escribiendo. Borro el rayón con líquido corrector, que al final no era tan escandaloso como yo lo había pintado. Estoy casi terminando el escrito cuando lo siento sacudirse a mi lado. Sobresaltada, dejo la lapicera y giro la mirada para mirarlo; tiene la frente brillante y cubierta de sudor y una expresión de aflicción recorre su semblante.

-Harry -susurro, tocándole la frente otra vez, sólo que ahora está empapada-. Harry, despierta.

Frunce el ceño y se remueve en la cama una vez más antes de abrir los ojos verdes, oscurecidos, de par en par. Comienza a respirar agitadamente y me agarra de la mano antes de tirar de mí y abrazarme. Me refugio en la calidez de su cuerpo febril y le escondo la cara en el cuello.

-¿Qué pasó? ¿Recordaste algo?

La voz le sale ronca cuando responde-: Sí -trago saliva con fuerza y trato de dilucidar qué cosa tan terrible puede haber recordado que lo ha puesto así, pero no se me ocurre nada. Antes de que mis neuronas puedan hacer sinapsis incluso, él abre la boca otra vez-. Lo siento, amor, lo siento mucho.

Me separo de él y le apoyo las manos en los hombros desnudos.

-¿Por qué, Harry? ¿Qué soñaste?

Vuelve a tirar de mi, incorporándose en la cama. Se recuesta apoyándose en el respaldo y me obliga a pasar las piernas alrededor de su torso, de forma que quedo sentada a horcajadas de él. Le apoyo las manos en el torso y él me agarra de las muñecas, dibujando círculos en ellas con los pulgares.

-Acabo de recuperar algunas imágenes del accidente, fragmentos apenas...

Mi boca dibuja una o y siento que el aire abandona mis pulmones. No, no le conté todavía las circunstancias por las que se dio el accidente. Pero él tampoco había preguntado.

-¿Qué imágenes?

Niega con la cabeza.

-Cuéntamelo. Quiero saberlo.

Me relamo el labio inferior y asiento levemente.

-Fue mi culpa. Bueno, una parte. Estábamos pasando la última semana de vacaciones en una cabaña de un tío de Jules... creo que eso ya lo sabías. Camille se había acostado con Trevor por primera vez y estábamos bromeando sobre eso.

-¿Qué tienen que ver Camille y Trevor con todo esto?

-Yo estuve con Trevor cuando tú me... dejaste. Me acosté con él -espero pacientemente su reacción, pero él no dice nada. Se limita a mirarme-. Y tú estuviste con una pelirroja, Courtney. Es una víbora. Bueno... el punto es que estábamos todos en Brighton, incluidos ellos dos porque Courtney estaba con Niall y Trevor con Cam.

-¿En nuestro grupo no existe eso a lo que le llaman códigos? -replica en broma, frunciendo el ceño.

Me río.

-No, parece que no. Déjame continuar.

-Sí, amor.

Le sonrío antes de seguir.

-Yo no te había contado que me había acostado con Trevor, y tú no lo sabías hasta ése día, que me escuchaste bromear con las chicas. Te cabreaste, demonios, golpeaste la pared, le pegaste a Trevor y huiste de la cabaña como alma que lleva el diablo. No me di cuenta, pero Courtney fue detrás de ti. Te encontré poco después en un bar de mala muerte. Estabas con ella... la estabas besando. De más está decir que estabas borracho y herido, pero no me detuve a pensarlo y me fui. No sé a dónde quería llegar, probablemente terminaría en Londres, el punto es que tomé el coche llorando como una estúpida y me fui. Me seguiste. Yo estaba llorando y tú estabas borracho; nada bueno podía salir de la situación. Me llamaste alrededor de diez veces y recién en la última te atendí. Estabas llorando -me paso la lengua por el labio inferior y pruebo las lágrimas saladas que no me había dado cuenta que estoy derramando-, me dijiste que lo sentías, me pedías que por favor te diera la oportunidad de explicarte y me dijiste que me amabas más que a tu propia vida -me ahogo con el sollozo y tengo que carraspear para quitarme el nudo de la garganta-. Te dije que me tenías harta, que ya había terminado contigo y con todas tus estupideces. Colgué el teléfono y paré el coche a un costado de la ruta, consciente de que podía sufrir un accidente. Probablemente tu viste que yo paré y aceleraste para alcanzarme y hablar conmigo pero...

Tengo que parar porque el llanto no me deja hablar, y además el sabe lo que sucedió. Tengo una piedra en la garganta y siento como si me estuvieran pegando un puñetazo detrás de otro en el estómago. Recordarlo es peor que cualquier cosa; contárselo es un martirio.

-Sólo recordé la última parte. La parte en la que corriste hacia mi coche gritando mi nombre. Te vi aparecer entre el humo y el fuego y sentí que, en ese momento, eras un ángel. Eras mi ángel. Lo siento, Lola, lo siento justo aquí -me toma la mano y juntos tocamos su pecho, a la altura de su corazón-. Me sentí tan aliviado cuando te vi aparecer, cuando me tomaste la mano sin dejar de hablarme, sin dejar de llorar... sentí que todo estaba bien y sentí que, si iba a morirme, iba a hacerlo junto a ti. La forma en la que me mirabas, desesperada, con esos ojos tan grandes y celestes que tienes completamente enrojecidos, me hicieron entender cuánto me amabas; cuánto me amas. En ese momento, Lola, eras todo lo que tenía y estaba agradecido porque estuvieras conmigo, porque creí que era mi final. En parte lo fue. Me acuerdo... me acuerdo de lo que me dijiste. Me pediste que nunca me olvidara de cuánto me amabas y te fallé. Te fallé terriblemente y lo siento demasiado.

Cuando lo miro, tiene los ojos rojos e hinchados y unas lágrimas le surcan las mejillas. Apenas lo veo en la penumbra de la habitación, iluminada por los últimos y escasos rayos de luz del día. Nunca pensé que iba a verlo llorar, no por esto por lo menos. Me suelta las manos y me agarra la cara, limpiándome las mejillas con los pulgares.

-No lo sientas -le susurro, casi imperceptible.

Se sienta, conmigo aún en el regazo y me abraza.

-Te quiero, amor, te quiero tanto.

-Lo sé.

-¿Cómo puedes saberlo, después de todo lo que pasamos, después de todo lo que te hice sufrir?

Lo miro a los ojos y lo beso con suavidad, sin prisa.

-Porque lo siento -le susurro contra los labios-. Lo siento justo aquí.

Le tomo la mano y juntos tocamos mi pecho, justo a la altura de mi corazón.


Over Again. | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora